Bilbao. El asesinato de Carrero Blanco, el atentado de Hipercor, el coche bomba de la comandancia de Zaragoza... ETA ha escrito su historia a golpe de bomba, en decenas de atentados que, por su virulencia o su especial significado, dejaron conmocionada a toda la sociedad. Las casas cuartel y los vehículos militares han estado siempre en su punto de mira; sus coches bomba han provocado, en estas cinco décadas, masacres atroces que han quedado grabadas en la retina de millones de personas, en la figura de una nube negra saliendo del parking de un centro comercial o de un guardia civil, con la cara ensangrentada, corriendo con el cuerpo de una niña en brazos. En Zaragoza, en el lugar donde se levantaba la casa cuartel, las esculturas de unos niños jugando recuerdan a las víctimas más jóvenes de aquella masacre.

El final de los ochenta y los primeros años de los noventa fueron los años de los atentados más sangrantes; ataques contra casas cuartel o al paso de vehículos militares que dejaron tras de sí decenas de muertos y cientos de heridos.

El nombre de Hipercor quedará siempre ligado al atentado más sangriento de ETA: 21 personas murieron y 45 resultaron heridas después de que, el 19 de junio de 1987, el comando Barcelona colocara un potente explosivo de un centro comercial de Barcelona. A pesar de las llamadas de aviso alertando de la colocación de una bomba, las fuerzas policiales no consideraron que fuera necesario desalojar el centro comercial, abarrotado aquel viernes a primera hora de la tarde. Los explosivos, colocados en el maletero de un vehículo robado en Donostia y estacionado en el parking, hicieron saltar por los aires la primera planta del garaje provocando un socavón de cinco metros de diámetro. Muchos de los fallecidos, entre ellos varias mujeres y niños, murieron calcinados por la bola de fuego generada en la explosión; otros, asfixiados por los gases tóxicos del incendio.

Especialmente sangrientos fueron también los atentados contra la comandancia de la Guardia Civil de Zaragoza y la casa cuartel de Vic; en ambos casos, entre los fallecidos se contaban varios menores. Cinco niñas murieron al estallar los 250 kilos de amonal en un coche bomba en la capital maña, solo seis meses después del atentado de Hipercor. Se consideró la respuesta de ETA al Pacto de Madrid, con el que se dieron por finalizadas las negociaciones entre la banda terrorista y el gobierno de Felipe González; el 11 de diciembre de 1987, ETA colocaba un coche bomba frente a la casa cuartel de Zaragoza, en la que dormían 40 familias de guardias civiles. La detonación derribó las cuatro plantas de edificio y mató a 11 personas, entre ellas dos gemelas de 3 años, una niña de 7 y otra de 6. Hubo otros 88 heridos, muchos con graves amputaciones.

El año 1991 fue especialmente sangriento en la historia de ETA; la banda acabó con la vida de 46 personas. En Vic, perpetró un atentado tan cruel como el de Zaragoza: mató a 10 personas, cinco de ellas niños, al empujar un coche cargado con 12 bombonas rellenas de amonal hasta el patio de la casa cuartel. La mayoría de los guardias civiles estaban fuera de la instalación cuando se produjo el atentado; dentro había sobre todo mujeres y niños. Era la segunda gran matanza de ETA en Catalunya.

Operación ogro Si algún atentado de ETA tuvo repercusión y conmocionó a la sociedad, ese fue sin duda el que acabó con la vida del presidente del Gobierno durante el final de la dictadura, Luis Carrero Blanco. Significativo por el objetivo del atentado, el delfín de un régimen que agonizaba, y por lo espectacular de la Operación Ogro. Los etarras alquilaron un semisótano, excavaron un túnel hasta el centro de la calle Claudio Coello de Madrid y allí colocaron la Goma-2 que hicieron estallar al paso del coche del almirante. La explosión fue tan violenta que el vehículo voló por los aires y quedó colgado en la azotea del patio interior del edificio colindante. También murieron un inspector de la Policía y el conductor del vehículo.

José María Aznar, también presidente del Gobierno cuando ETA intentó asesinarle en 1995, salió ileso del atentado gracias al potente blindaje de su vehículo, que quedó hecho un amasijo de hierros tras la deflagración. La potente onda expansiva provocada por el coche bomba provocó heridas importantes a 16 personas; una de ellas, Margarita González, falleció tres meses después como consecuencia de ellas.

La niña Irene Villa se convirtió en todo un símbolo de la barbarie y sinrazón terrorista. El 17 de octubre de 1991 perdió las dos piernas y tres dedos de la mano cuando estalló la bomba lapa que ETA había adosado al coche en el que su madre, una funcionaria de la Policía, la llevaba al colegio. En el mismo atentado, mató a un comandante del Ejército de Tierra y causó mutilaciones a otro.

En la última década, el atentado de la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas resultó especialmente significativo por el momento en el que se produjo: ETA había declarado un alto fuego permanente y se habían entablado conversaciones con el Gobierno de España. Nunca antes la banda había atentado durante una tregua, sin avisar de la reanudación de las actividades. Aquel 30 de diciembre de 2006, dos personas fallecieron sepultadas por los escombros al hundirse cinco plantas del parking y una veintena resultaron heridas.

Ya en los últimos años, ETA relanzó una ofensiva contra los intereses turísticos españoles en Mallorca. Con un coche bomba, mató a dos guardias civiles el 30 de julio de 2009. El 16 de marzo de 2010 la banda mata por primera vez, en su último atentado, a un gendarme francés; habían pasado 42 años desde la primera víctima mortal de ETA: el guardia civil José Pardines, asesinado en Villabona el 7 de junio de 1968.