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Tormenta eléctrica en la final del Cuatro y Medio

Peio Etxeberria, tres veces finalista, y Javier Zabala, novicio en las grandes citas, se retan este domingo en la final del Cuatro y Medio, que bautizará a un nuevo campeón de la distancia en el Frontón Bizkaia (17.00 horas) en un duelo azuzado por la velocidad y el frenesí de ambas propuestas

Tormenta eléctrica en la final del Cuatro y MedioGaizka Portillo

Encerrados Peio Etxeberria y Javier Zabala en apenas unos metros cuadrados, en el cuadrilátero último del Cuatro y Medio, en la gran final del campeonato, se anuncia una gran tormenta. Cargada de electricidad. Un intercambio de truenos, rayos y centellas amenaza este domingo (17.00 horas) la caja de resonancia del Frontón Bizkaia de Bilbao.

Etxeberria y Zabala compiten por la gloria con el patrón de una jam session, con esa mixtura que entrevera el caos con el ingenio, la velocidad con el arrojo, la apnea con la supervivencia, la asfixia con la eternidad.

En el templo bilbaino, majestuosa su efigie, intacto el carácter brutalista, mezclado el hormigón salvaje, sin adornos ni artificios, con la piedra negra, la piel de la cancha oscura y el aire que pesa en un espacio catedralicio, se esconde la jaula de oro.

El último eslabón del camino dorado recorrido por Peio Etxeberria y Zabala, capaces de someter a los grandes favoritos. El de Zenotz fulminó a Altuna III en una portentosa exhibición en el Atano. El de Logroño laminó a Ezkurdia con una descomunal descarga en el Ogueta.

“Mi mayor miedo soy yo. Sé que si estoy bien, puedo ganar a cualquiera. No miro quién será el siguiente adversario. En esta ocasión es Zabala. El partido es a 22 tantos y puedo ganar”, desliza Peio Etxeberria, que entiende que él debe ser el protagonista de lo que acontezca.

“Espero una batalla en cada tanto. Creo que se van a vender todos los tantos muy caros y que va a haber pocos saques directos. Diría que Peio es un pelotari que se agarra muy bien a los partidos”, sostiene Zabala, que sitúa sobre el de Zenotz el cartel de favorito. 

Final abierta

El dilema entre ambos se resolverá en la cancha bilbaina, en el territorio de las finales, siempre traviesas, con vida propia. En ese lugar –donde se produce la alquimia del juego, donde palpitan las emociones, las alegrías, las penas, donde se tensan los músculos, se encoge el alma, se balbucea el miedo y se muerde la tensión, donde la mano se encuentra, explosiva, con el cuero vivo y cambiante de la pelota, donde los ángulos son matemáticas de la victoria y el álgebra de la derrota– se tasan dos manitas que se asemejan demasiado.

Confluyen, el navarro, en su tercera final consecutiva en la disciplina, –cedió ante Altuna por 22-9 y ante Laso por 22-19 en los pasados dos cursos– y el novicio riojano en un viaje para alcanzar el cielo e incorporarse a la historia del palmarés de un torneo que nació como una ocurrencia sin apenas adeptos.

"Mi mayor miedo soy yo. Sé que si estoy bien, puedo ganar a cualquiera. No miro quién es el adversario. Me dicen que si a la tercera será la vencida y yo les contesto que hay que llegar tres veces"

Peio Etxeberria . Delantero de Aspe

Después se encerró en el almacén de objetos perdidos durante décadas para prender más tarde en una final que alcanzó la categoría de mito y propulsó la distancia. En 1989 se enfrentaron Julián Retegi y Augusto Ibáñez, Titín III.

El de Erasun se coronó (22-21) después de remontar un 21-17 en favor del riojano en el Ogueta de Gasteiz. A partir de aquel Big-bang que late en la retina de la memoria, se conformó un torneo por el que pujan, como entonces, un navarro y un riojano. 

En el Bizkaia, en su suelo veloz y brillante, un frontón que ambos manistas han catalogado como “noble”, espera el pulso tenso en un juego de espejos, similares en su concepción del juego Peio Etxeberria y Javier Zabala, dos manistas impulsivos, volcánicos, más exuberantes, urgentes, frenéticos y apresurados que detallistas, precisos y quirúrgicos en su manual de estilo.

Prevalece ante todo el acto reflejo y la velocidad en una final “con material alegre”. En los contendientes manda la prisa sobre la maceración, la asfixia sobre la pausa. Nada de vals, melancolía ni paisajes bucólicos entre dos pelotaris que juegan al ritmo de los trallazos del rock&roll salvaje, ajenos los dos a la sutileza del swing. Más rock que roll. Golpes rápidos y duros al mentón desde el brillo de dos zurdas relampagueantes.

Un duelo volátil

No son el navarro y el riojano amantes de la artesanía y la finura porque a esa velocidad en la que se expresan es imposible. Se antoja decisivo enmascarar los errores, inevitables cuando el pulso se acelera al extremo. Su modo de manejarse crea pinturas abstractas, a brochazos de energía, en lugar del realismo que evoca el trazo sereno de otros especialistas.

Semejantes, casi gemelos, en su manera de encarar el juego en la jaula, se espera un duelo febril, donde el despliegue físico podría determinar en gran medida la trama central del choque. La capacidad de resistencia, de recuperación, la velocidad en los desplazamientos, sobre todo laterales, serán claves para sostenerse sobre una propuesta en los límites del organismo. 

"Espero una batalla en cada tanto. Creo que se van a vender todos los tantos muy caros y que va a haber pocos saques. Estoy concienciado de que voy a sufrir, y de que hay que tomar mucho aire entre tanto y tanto".

Javier Zabala . Delantero de Aspe

Se espera un choque volátil entre dos manistas que esprintan en la cuerda floja, donde tratan de equilibrarse sin trastabillarse. Es complicado tener la destreza suficiente para controlar el juego a esa velocidad supersónica. Por eso, quien enraíce en el centro de la cancha para poder tirar de los hilos del juego y zarandear a su rival dispondrá de una ventaja nítida.

La determinación y el aguante para poder soportar el estrés de un propuesta que se asienta en la velocidad de ejecución, en la acción-reacción, son innegociables. En el de Zenotz y en el de Logroño queda desterrada la estrategia de proyectar el futuro como los ajedrecistas, que construyen la jugada definitiva con los movimientos previos.

Los dos manistas emergen armando las jugadas golpe a golpe, lejos del paciente escultor que es capaz de cincelar una majestuosa estatua de mármol ganando el vacío.

Minimizar errores

De mecha corta, Peio Etxeberria y Javier Zabala actúan como dinamiteros, si bien en el manista de Zenotz, más experimentado en las altas esferas, sobresale la resiliencia del maratoniano y la concentración de los pensadores. Un choque de aliento largo parece más proclive para los intereses de Peio Etxeberria. A pesar de ser un velocista en cada tanto, el navarro se subraya en la resistencia.

Zabala, espesado cuando las manos le agujerean la moral, ha crecido varios palmos durante el campeonato y en su duelo ante Ezkurdia ofreció lo mejor de su repertorio, si bien suele padecer más a medida que el partido se alarga.

“Hay que llegar tremendamente concienciado de que voy a sufrir, de que va a ser duro y de que hay que tomar mucho aire entre tanto y tanto para recuperar”, analiza Zabala.

Accede el riojano al duelo definitivo con la moral blindada y el perfil más fotogénico de su catálogo, en el que sobresale el dos paredes, el saque y un gran manejo de la zurda, que se ha convertido en un arma para acelerar el juego, esconder las jugadas y atacar a su rival. La derecha, más suelta, alimenta su arsenal. Es un pegador electrizante Zabala.


Las apuestas salen a favor del navarro


100 a 60. El duelo definitivo del Cuatro y Medio, el que servirá para calar la txapela de campeón a Peio Etxeberria o Javier Zabala, se antoja abierto desde lo deportivo, pero la cátedra y los apostadores entienden que el favoritismo recae sobre el delantero de Zenotz. Peio Etxeberria, en su tercera final consecutiva en la distancia, da más garantías a los apostadores. Las apuestas saldrán 100 a 60 a favor del navarro, que cuenta con la ventaja de la experiencia debido a las finales disputadas. En cualquier caso, el dinero no gana partidos.


Aún restan entradas. La final del Cuatro y Medio, una de las tres grandes citas del curso, no ha colgado el cartel de no hay billetes. El duelo entre Peio Etxeberria, y Javier Zabala no ha logrado impactar de lleno en el aficionado. El Frontón Bizkaia, con una capacidad para 3.000 espectadores, disponía aún de unas 300 entradas a la venta. Difícilmente se completara todo el aforo, aunque el recinto bilbaino mostrará un gran aspecto, cerca del lleno.

Loza vence en su debut. El zaguero riojano Carmelo Loza se estrenó con victoria en el profesionalismo. Junto a Altuna III venció por 22-13 a Darío y Martija en el frontón de Baños de Río Tobia.

El impulso mental también acompaña el desempeño de Peio Etxeberria en su tercer capítulo consecutivo en la final del Cuatro y Medio, que encara tras descomponer a Altuna III, el gran favorito del torneo, el manista guía de los últimos años. “Me dicen que si a la tercera será la vencida y yo les contesto que hay que llegar tres veces. Doy mucho valor a esa regularidad”, subraya el navarro.

Es un especialista el de Zenotz que compite contra Zabala, un arquetipo ideal para el Manomanista que se ha destapado en el acotado. Peio Etxeberria se ha mostrado corajudo y valiente durante un torneo en el que ha sabido gestionar y ofrecer el cenit de su juego en una semifinal de ensueño, en la que opacó al genio de Amezketa.

El logro fija el profundo impacto de Peio Etxeberria, que juega con impulsos de furia y agitación. El navarro, atacante, con una zurda estupenda, pero defensor sublime y gran restador, se estructura a través de una interpretación del juego al borde la asfixia. Su fortaleza es el poder de jugar cerca del abismo. En un punto sin retorno. En la gloria de lo efímero. Allí se retarán Peio Etxeberria y Javier Zabala. Tormenta eléctrica.