Bilbao

Tendido en el suelo y retorciéndose entre gestos de dolor, Pablo Berasaluze maldecía por los adentros, supongo. Había sido aquella una pelota de bote bajo. Reaccionó a por ella con un respingo que trajo consigo el dolor. Pero Pablo tardó en llorar, no lo hizo hasta la intimidad de los vestuarios (los héroes no lloran, dicen los clásicos...), no porque pensase que aún había esperanza (Juan Martínez de Irujo confesó que Pablo ya desde la fría piedra del suelo le había comentado que estaba "roto"...), sino porque aquella pedrada del destino hacía estallar por los aires los cristales de su gran esperanza: traer una txapela a Bizkaia más de treinta años después. Nadie en el frontón festejó el duelo, ni siquiera Juan, a quien se le notaba en el ademán un rictus de contrariedad: no quería la gloria a costa de la sangre.

Cantó el poeta Federico García Lorca que el más terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta. Eso debió sentir el gran Pablo, quien se vio fuera a traición, derribado su castillo en el aire por una fea jugada del destino. Verle retirarse de la cancha brazos en cruz recreaba la imagen del Ecce Homo. Y, sin embargo, poco después sacó fuerzas de flaqueza para salir a saludar, casi en andas, a las gradas que para entonces eran un orfeón. "Pablo, Pablo; Pablo, Pablo", coreaban, incluso los partidarios del "Juan, Juan". En el frontón había una sensación de desgracia, de infortunio, como si una bandada de pájaros de mal agüero lo encapotase todo.

Aquel mal rayo mató la ilusión pero no puede, ¡no debe!, quitarle la vida a la esperanza. Hoy, más que nunca, Pablo ha de lucar por volver, por creer de nuevo que en sus manos tiene pólvora y en sus pies alas; que no anochece por orden de las desgracias; que aquel que vive de esperanzas corre el riesgo de morirse de hambre; que no hay peligro que sobrepuje por encima de su ilusión y que, ¡coño!, hay una txapela que le espera.

Fue un espectáculo verle a Juan salirse del cuerpo echado entre maldiciones: él no quería ganar así. Y una tragedia verle a Albisu sombrío: también para él, para sus sueños, las campanas tañían toques de difunto. ¿Qué sentirían, entre la cátedra, los pequeños Pablo y June Agirrebeitia; qué su hermana, Nagore Berasaluze, o parte de la familia: desde su madre, abrumada ente los abrazos de consuelo ("qué vamos a hacerle si las cosas han ido así", le contestó a una mujer que trataba de consolarle...) a Ido Landaluze, Guadalupe Zabala o Maider Zabala...? ¿Qué su íntimo Hodei Beobide o qué el propio Pablo, que soñaba con alzar la txapela al cielo para acercársela a su padre? No hay manera de saberlo, no hay báscula que calibre el peso de las desgracias.

Lo sintieron junto a él, eso seguro, muchos de los presentes, desde el lehendakari Iñigo Urkullu hasta el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, pasando por Arantza Tapia, Cristina Uriarte, Itziar Epalza, Ana Madariaga, Josune Ariztondo, Maitane Leizaola, Jon Redondo o Andoni Ortuzar; pelotaris vizcainos de ayer y de hoy como Jesús y Roberto García Ariño; Oier Zearra, Ibai Zabala, Alexis Apraiz, los hermanos Danel y Ander Elezkano, Mikel Larunbe y Andoni Aretxabaleta; el presidente del Athletic, Josu Urrutia, el rector de la UPV/EHU, Iñaki Goirizelaia, el director general del IMQ, Michel Duñabeitia, jugadores del Athletic como Aritz Aduriz, Mikel San José, Fernando Amorebieta, Óscar de Marcos o Jon Aurtenetxe; el actor Andoni Agirregomerzkorta, Pedro Aurtenetxe, José María Arrate; los viejos ciclistas David Etxebarria y Marino Lejarreta, el tenor Txurdi Urdiain Txurdi y el cantante Javier Muguruza; Carmelo Garitaonandia, Manu Castilla, Aitzol Zubizarreta, Iñigo Camino, Xabier Lapitz, Xabier Basáñez y una legión pelotatzale que pobló la cátedra.

No llores más, Pablo. Las lágrimas ya están derramadas. Levántate y anda, como Lázaro. Resucita para que la hoja de roble de Bizkaia luzca, estampada, sobre tu cabeza de patricio romano. Has de saber que hoy es invierno pero mañana será primavera, una lección que tan bien conocen la gente de Bermeo, que ayer recaudaba fondos para la regeneración de este pueblo; que no hay que temer las sombras, porque su presencia indica que una luz está cerca. Levántate y sé un ejemplo (una vez más, no será la primera...) para quienes ayer se acercaron a verte. Entre ellos se encontraban Juan Mari Atutxa, Olatz González Abrisketa, Peio Martínez de Eulate, Mikel Unanue, el cardiólogo Txema Agirre, Saulo Nebreda, Salva Bengoa, Martín Alustiza, Pablo Urrizelki, Iñigo Díaz, Deborah Mer, Natalia Landa, Carolina López de Heredia, Javier Arkotxa, Juan Ugarte y un sinfín de gente pelotatzale que no olvidará jamás tu estampa de hombre herido, pero no derrotado. En la confusión hubo, incluso, quien se preguntaba por qué la txapela había de tener dueño y quien se lamentaba de la estorbadas de Juan. Da igual, Pablo. La gloria te espera más pronto que tarde. ¡Qué te levantes, coño!