Lejarraga pierde su condición
El ‘Revólver’ de Morga deja de estar invicto y cede el título europeo en su segunda defensa ante un brillante Avanesyan impulsado por su velocidad
bilbao - El guerrero nunca descansa; el guerrero vive luchando o preparando la próxima batalla, recobrando fuerzas para afrontar el nuevo combate; el final de cada guerra es el principio de otra. “En mi cabeza solo existe una fecha: el 30 de marzo; lo demás me da igual”. Cada combate es en sí mismo un Apocalipsis. Kerman Lejarraga (27-1, 22 K.O.) es un guerrero urbano que no contempla el mañana. Cada pleito es el día del juicio final. Es 30 de marzo de 2019. Cabalgan los cuatro jinetes. Uno de ellos era David Avanesyan (23-3-1, 12 K.O.). “Seguiré siendo el mismo”. El Revólver de Morga conoció el sabor de la derrota. “Me voy a levantar con un par de cojones. Me da igual perder si es delante vuestro”.
Un día Kerman fue joven en el boxeo. Fue ese púgil que promovía su esplendor con salvajismo y ferocidad. Era un estallido de ansias y deseo, guiado por el ímpetu de su poderoso golpe, eficaz como garantía de horizontalidad, un ariete de brutalidad. Temible por su bravura pero vulnerable por la ceguera del espíritu juvenil. “Tiro para adelante con todo”, dice. Cierto; rara vez da pasos atrás en el ring, ni encajando con contundencia. Pero ahora goza de la perspectiva que concede el pasado. Es veterano con 28 combates a sus espaldas, a pesar de sus 27 años y lo que puede dar de sí su carrera. El ruso David Avanesyan, un doble excampeón del mundo de la AMB -2015 y 2016-, era el aspirante frente al vigente campeón continental. Ayer se cambiaron los papeles. “Es el rival más complicado al que me he enfrentado nunca”, concretaba Kerman en la antesala de la batalla. Lo fue. Le arrebató la condición de invicto y el título continental en una auténtica guerra.
Con los ingleses Bradley Skeete y Frankie Gavin se proyectó otro Lejarraga. Además de forjar un Kerman campeón de Europa, en esas peleas amplió su método, depurado, equilibrado, más completo por ser menos vulnerable ante esa exposición al riesgo que preocupaba en sus inicios boxísticos. Avanesyan fue otro tipo de boxeador. Una centella que supo leer mejor el combate y que descubrió las carencias de Kerman. La rapidez, la agilidad, se impusieron a la potencia, ayer descontrolada al no encontrar Lejarraga su distancia ni la zona propicia para el golpeo. Se vio incómodo ante la movilidad del brillante ruso.
Kerman fundamenta su perfil ofensivo en su potente golpeo, que viene de serie por su dotación genética, pero que se refuerza con su encomiable capacidad de rehidratación entre el pesaje y el combate. Y también recibía menos teniendo en cuenta sus salvajes inicios. Venía rebajando el encaje con el gesto que otorga el trabajo y una experiencia que le ha armado con paciencia, que es una prudencia que se viste con el respeto y la humildad, cualidades del campeón de Morga. Jamás menosprecia. Tampoco a un Avanesyan con 30 voluntariosos años ávido por recuperar la gloria pasada. Su tren era Kerman. Lo cogió. El ruso no era un jornalero de paso por el jaleante Bilbao Arena, donde los sonidos guturales son la ya la clásica sinfonía de los cerca de 10.000 asistentes. “Au, au, au”. Fieles también en la derrota.
La prisa no suele ser buena compañera, salvo cuando no queda otra. Lejarraga llegaba con un promedio de unos cuatro asaltos por combate. Sus enemigos generalmente no permanecían verticales quince minutos. Esto no contradecía su nuevo método: la templanza, la búsqueda de la oportunidad con calma. Antes el gong era el pistoletazo de salida de un esprint, forzaba el K.O. con premura, intimidatorio pero abriendo la guardia; ayer la campana representó el inicio de un estudio, de una analítica que puede llevar su tiempo. Así se fajó contra el aspirante ruso de origen armenio. Pero este goza de un estado de forma que sacó las costuras del campeón, que no hizo valer la fuerza.
Sin embargo, Lejarraga no sacrificó el dominio del espacio. Le gusta ser amo y señor del cuadrilátero. No es amigo de las sorpresas: trata de marcar el compás y las distancias con su jab, un percutor castigador de la zona alta y preparador de golpes bajos como mordeduras de serpiente que tumbaron a Skeete o Gavin. El costado hepático fueron entonces las dianas. Avanesyan no dejó espacios o con su movilidad propició las esquivas. Kerman era un cazador de sombras.
Lejarraga vio temprano la complejidad del pleito. Lanzaba puños pero la velocidad visitante dejaba los intentos en soplidos de aire. Lejarraga era un molino de viento. Con la iniciativa, pero sin fructificar sus lanzamientos. Avanesyan se proyectaba sereno, encontrando en la constancia la oportunidad, que generalmente aparecía con peligrosos contraataques. Golpes de poder.
Primer aviso El ruso fue devorando la mente de Lejarraga. El punto de inflexión llegó en el cuarto asalto, cuando el Revólver hincó la rodilla. Se multiplicó el respeto y se confirmó que el plan no bastaba. Avanesyan conectó un derechazo al contragolpe que encendió las alarmas. El foráneo se creció y, sin dar respiro, siempre presto a regalar una sorpresa, dio la vuelta al combate en el séptimo asalto. El forastero incomodó a Lejarraga con su actividad. Cuando Kerman cogía aire, ahí estaba el ruso para azotar. Buen medidor, gran estratega. Con una danza de piernas que enviaban los guantes del vizcaino al aire. Si bien, Lejarraga se recompuso en el octavo round. Reaccionó con el paso al frente, llevando contra las cuerdas al ruso, al que logró clavar para fijarle doblado.
Aunque la capacidad de reconducir la situación devolvió a Avanesyan a su lugar. En el noveno asalto llegó la fatalidad. Rápido, explosivo, excelente en su planteamiento, comenzó a conectar en el rostro de Kerman. Una avalancha de golpes que Lejarraga fue incapaz de responder. No alzó bloqueo alguno, recibió y recibió, sin aferrarse al clinch ni tocar la lona, hasta que el árbitro vio que no había punto de retorno. Que la situación era dramática. Detuvo la pelea. Kerman perdió su condición.
“El hombre que cae y se levanta es más grande que el hombre que nunca ha caído”, apuntó un día Javier Castillejo. “Me voy a levantar con un par de cojones”, promete Kerman. “Algún día tenía que llegar”. Ha llegado. Saber interpretar la derrota le permitirá mejorar para afrontar esa revancha que reclamó, “aquí, en Rusia o donde sea”. Hoy Kerman Lejarraga es un hombre nuevo. Dicen que de las derrotas se aprende más para el que sabe entenderlas.