Los juegos y sus mil circunstancias
La cuenta atrás para el inicio de los Juegos Olímpicos se agota, pero la expectación por las competiciones deportivas ha perdido protagonismo por el agitado contexto político y social en el que se encuentra Río y Brasil en su conjunto
ESTIMADO lector, déjese llevar por el espíritu de los Juegos Olímpicos y coja el cronómetro para contabilizar el tiempo que tarda en despachar este reportaje. Al finalizar la lectura compruebe su registro y sorpréndase. Tal vez descubra una faceta que no conoce del evento deportivo que el viernes echará a andar en Río de Janeiro. La gran cita de la llama olímpica desembarca por primera vez en Sudamérica y lo hace en un país convulsionado por problemas profundos de muy diversa índole: una recesión sin precedentes en las últimas décadas, un gobierno en entredicho por la corrupción, las revueltas sociales, el virus Zika, la crisis medioambiental o el temor a un ataque terrorista.
Cuando el COI concedió la organización de estos Juegos a Brasil, el país era un referente en el continente por su buena salud económica. En un año su PIB creció un 7%. Pero el panorama ha cambiado desde entonces drásticamente hasta sumir el país en una profunda recesión económica. La mala gestión y la caída de precios de las materias primas, sobre todo del petróleo, han llevado a algunas instituciones brasileñas a la ruina. El Estado de Río de Janeiro, sin ir más lejos, ha tenido que declararse en bancarrota, lo que no le permite pagar los salarios de los médicos de la sanidad pública y mucho menos del gigantesco volumen de policías. El Gobierno interino de Brasil ha tenido que salir al rescate aportando 765 millones de euros para hacer frente al dispositivo.
Se estima que el coste total de la organización de este evento baila entre los 12.000 y los 16.000 millones de euros. Es una cifra que duele en un país cuyo PIB se contrajo en 2015 en un 3,8% y que se estima que en 2016 lo volverá a hacer en un 3,88%. Tal vez por eso el Comité Río 2016 prometió que iba a reducir sus costes en un 10% para intentar cuadrar las cuentas. Algunas de las consecuencias de este recorte son que el centro acuático no es cubierto o que los atletas, en sus habitaciones de la Villa Olímpica, no tienen televisores. Eduardo Paes, alcalde carioca, presumía de que había conseguido que “buena parte de las inversiones han salido de manos privadas”. Pero de lo que no saca pecho es de que estas aportaciones económicas han sido a cambio de recibir favores o cesiones de terrenos hasta entonces protegidos.
Gran parte de la inversión económica ha estado destinada a la limpieza de la Bahía de Guanabara, un trabajo en el que se han invertido 2.300 millones de euros en los últimos 20 años. El resultado ha sido ínfimo, ya que la Barra de Tijuca está apestada de aguas fecales. El asunto puede ser vergonzoso, ya que afecta directamente a las aguas en las que se disputarán, por ejemplo, las pruebas de vela.
Pero más que la contaminación, a las autoridades sanitarias ha preocupado especialmente el impacto que puede tener el virus Zika. En un territorio donde ya causan estragos la gripe A y el dengue, la difusión del virus Zika puede adquirir tintes dramáticos con la llegada de 500.000 visitantes. El pasado mes de mayo la OMS y el COI ignoraron la petición que realizaron 150 científicos de todo el mundo para que cancelaran o aplazaran los Juegos Olímpicos alegando que podían acelerar la expansión internacional del virus. El gobierno brasileño ha intentado tomar medidas contra el Zika. La empresa Oxitee ha liberado en lo que va de año 500 millones de mosquitos machos modificados genéticamente para que sus crías mueran antes de procrear y no expandir más el virus.
Dilma Rousseff, presidenta de Brasil suspendida de sus funciones, y Lula da Silva, su antecesor, ya han confirmado que no asistirán a la ceremonia de apertura. El motivo no es otro que el momento de tensión que atraviesa la política brasileña. El país vive en un limbo político en el que nadie parece estar libre de pecado. Rousseff está acusada de fraudes fiscales en un proceso parlamentario en el que votó en su contra el 71% de los diputados. Curiosamente, más de la mitad de esa cámara está salpicada por escándalos de corrupción.
Michel Temer, actual presidente en funciones, cuenta con la desaprobación, según las encuestas, del 70% de los brasileños, ya que en un solo mes ha visto cómo han dimitido tres de sus ministros por estar involucrados en casos de corrupción. La mala imagen de la clase política es tal, que el Comité Río 2016 ha pedido a Temer que evite que coincida la votación definitiva en el senado para el impeachment contra Rousseff con los Juegos.
El país sufre manifestaciones y protestas en las calles desde 2013, antes del Mundial de Fútbol de 2014, y todavía hay movimientos que mantienen su lucha. Desde el pasado 2 de marzo, por ejemplo, el 70% de los profesores públicos estatales están en huelga. Hay que tener en cuenta, también, que el desempleo en Brasil afecta a 10 millones de personas.
Según una encuesta realizada por el Instituto Datafolha, con gran prestigio en Brasil, el 63% de los brasileños cree que los Juegos Olímpicos traerán más perjuicios que beneficios para el país. Además, la mitad de la población, el 50% de los brasileños, desaprueba que se celebren los Juegos en el actual contexto socio económico que vive Brasil.
Si algo está avergonzando a los brasileños es el incumplimiento en los plazos de la construcción de muchas infraestructuras. En el país caló hondo la sensación de que el Mundial de Fútbol de hace dos años destapó las vergüenzas del país. “Como evento, el Mundial fue un éxito”, explicaba el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, “¿pero qué imagen dimos? ¿La de una república bananera donde todo el mundo sobrefactura estadios y no los termina dentro del plazo? Fue una oportunidad perdida”. Sin embargo, al alcalde carioca los Juegos le están estallando en la cara. Sus grandes promesas eran las obras en la línea de metro que une el centro de la ciudad con la zona de las instalaciones olímpicas, y parece que llegan in extremis sin haber realizado los meses correspondientes de pruebas.
Además, Eduardo Paes tuvo que pasar por el bochorno de volver desde Grecia con carácter de urgencia sin poder asistir a la ceremonia de encendido de la antorcha olímpica en Olimpia, por el derrumbe de un carril bici en Río de Janeiro que causó la muerte de dos personas. La pista, que tenía solo tres meses de existencia, era parte del legado que los Juegos iban a dejar a la ciudad.
Hace una semana comenzó la llegada de los deportistas a Río y con ella el goteo de denuncias por el deplorable estado de los apartamentos destinados a los atletas. Las delegaciones de Australia, Argentina o Suecia fueron de las primeras en protestar por goteras, baños inservibles o instalaciones eléctricas deficientes. Muchos de ellos tuvieron que optar por alojarse en hoteles y pisos de alquiler mientras cientos de fontaneros, electricistas y albañiles contratados por el Comité Río 2016 se afanaban en reparar todo lo necesario. A una semana de la ceremonia inaugural, solo 21 de los 31 edificios de la Villa Olímpica eran habitables.
Lo que todo el mundo tiene claro es que en Río de Janeiro van a saltar chispas durante los Juegos. Así lo indican los índices de criminalidad. En los primeros meses del año los asesinatos aumentaron un 15,4% en la ciudad, según el Instituto de Seguridad Pública de Río de Janeiro. Solo en abril se dieron 565 muertes violentas, 6.797 asaltos en la calle y 3.263 robos de coches. El dato es más escalofriante aún si se comprueba que actualmente se están dando 19 muertes violentas al día. La brutalidad policial, por otra parte, también es un fenómeno a reparar en la ciudad brasileña. Según Amnistía Internacional, los agentes de la ley causaron 307 muertes en Río en 2015. Solo en abril han provocado la muerte de 11 personas.
Estimado lector. Si ha llegado hasta aquí, puede parar su cronómetro y comprobar cuánto ha tardado en leer el presente texto. ¿Ha superado los tres minutos? Pues tenga en cuenta que en Río de Janeiro, cada tres minutos se produce un robo a un peatón, viajero o vehículo.
El doble de seguridad que en Londres 2012
El planeta vive en los últimos tiempos con el corazón encogido ante el incesante goteo de atentados terroristas. Los Juegos Olímpicos son el objetivo más tentador para los terroristas debido al gran impacto mediático que tendría a nivel mundial. A escasos 15 días de que se encienda el pebetero olímpico, la policía brasileña detuvo a diez sospechosos de planear un atentado durante los Juegos. Aunque se señaló que se trataba de una célula “mal organizada”, se constató que habían mantenido contacto con el Estado Islámico a través de Internet. Ha sido el primer éxito de un dispositivo de seguridad que aglutina 85.000 efectivos entre policías y militares, el doble de los que operaron en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012.