Paula Klamburg comparte experiencia en Portugalete
Paula Klamburg estará estos días en la Deportiva Náutica de Portugalete para compartir sus vivencias
PAULA Klamburg (Barcelona, 1989) siempre amó el agua. La piscina era su hábitat y allí era libre de moverse como quisiera. A ella no le iba eso de hacer largos, lo suyo era vivir sumergida, realizar volteretas y posturas imposibles. La natación sincronizada era su destino y no tardó en transformarse en su pasión. El juego se convirtió en profesión, llegaron los títulos y la gloria con la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de 2012. Fueron años de rosas y espinas. Grandes éxitos alternados con momentos duros. Sacrificios para hacer realidad los sueños. Todo eso llegó a su final cuando la selección de España no logró el pase a la cita olímpica y decidió retirarse. Con solo 26 años tocó reiniciarse y empezar una nueva vida en la que disfrutar será indispensable. Durante estos días, la catalana contará su experiencia a las nadadoras de la Deportiva Náutica de Portugalete y además de los entrenamientos, mañana y pasado participará en varias jornadas de puertas abiertas. Aunque no solo se dedicará a dar lecciones, también demostrará sus habilidades en la exhibición que realizará hoy a las 21.00 horas en las piscinas del muelle.
En la exhibición de hoy se juntará con Marta Gómez, compañera suya en las categorías inferiores de España y una de las artífices de la visita de la catalana. “Me llamó para que viniera a enseñar a las niñas, a contarles mis experiencias... Llevo poco con ellas, pero estoy muy bien. Veo que entrenan bien, aunque a las pobrecillas les hace falta algo de espacio”, cuenta Klamburg. Esta visita sería algo impensable hace unos años, cuando la sincronizada era un deporte prácticamente inexistente en el territorio vasco. “He notado que el deporte ha subido mucho desde la época en la que competía, que no había casi nada, Marta está haciendo muy buen trabajo aquí y se nota su crecimiento”, reconoce la barcelonesa. Estos eventos son parte de su nueva vida. Klamburg ha pasado de ser la que recibe lecciones, a la que las da y desde este nuevo prisma vuelve a recuperar ese amor infantil por la natación sincronizada: “Cuando estás a alto nivel cuesta recordar cuando eras niña y te gustaba. Al final estaba harta de la natación. Currar, currar y currar agota. Ahora, ver a las niñas enseñar lo que han estado trabajando durante la semana y ver sus caras mientras se lo pasan bien, es algo que me llena”.
carrera exitosa Klamburg también fue una de esas niñas ilusionadas. La piscina fue uno de sus primeros amores y el Club Natación Kallípolis fue testigo del inicio de la que sería una estrella de la sincronizada. “Se me daba muy bien hacer apneas, quedarme debajo del agua haciendo volteretas y me propusieron hacer sincro, a los 6 años. Empecé con dos días, luego, cuando me fui haciendo mayor, fue un día más y otro y otro... hasta que fue de lunes a sábado”, recuerda. La natación no solo fue una diversión o un deporte con el que ir desarrollándose, también fue fundamental dentro de su crecimiento personal. “A mí me ha ayudado un montón ya que tenía problemas de dislexia y con la sincro pude mejorar. No solo eso, el deporte ayuda a educarse mejor, a hacer amigos nuevos, aumenta el compañerismo...”, declara la catalana.
Lo que era un juego pasó a convertirse en una profesión. Klamburg, todavía una niña, no era consciente de la exigencia a la que era sometida y la diversión ejercía de motor en los momentos más complicado. “Hasta que no me hice mayor no fui consciente de la exigencia que había. Era con lo que disfrutaba y en la Blume estaba encantada. Me gustaba la sincro y no lo veía como algo obligatorio, lo hacía porque quería”. Su nivel fue creciendo y se convirtió en una fija en los equipos del combinado estatal. Así, la nadadora catalana, tuvo uno de sus momentos más especiales con el bronce en los Juegos Olímpicos de Londres. Una medalla que costó mucho sudor y lágrimas: “El año anterior me operé de la cadera y tuve que ver muchos entrenamientos de mis compañeras sin poder saltar al agua, sentía una impotencia enorme. Cuando subí a ese podio, solo pensé en la recuperación”.
La no clasificación para los Juegos de Río de Janeiro le hizo dejar el deporte de lado antes de tiempo. Ahora, la sincronizada ya no es una profesión, vuelve a ser pasión, y disfruta de ella enseñando a los niños del CN Sabadell y con Olympias Events, una empresa en la que junto a otras nadadoras olímpicas se dedica a ofrecer espectáculos: “El deporte de élite ya no nos llama la atención y queremos disfrutar de él. Enseñar la sincro de otra manera y que la gente se divierta con nosotras”.
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