LA primera es la primera y, muchas veces, es la que más ilusión hace, pero la segunda para mí significa la consagración, que no es casualidad lo del año pasado, que estamos ahí y que estamos trabajando duro. Que haya sido en Bizkaia ha sido muy bonito para mí, más aún con el frontón lleno a rebosar y la gente animando, que no tiene precio”, concretaba Aitzol Atutxa (Dima, 1988). Eran palabras de rescate y mantenimiento. Que es lo que más cuesta. Habla el aizkolari de Dima de las dos txapelas que tiene ya del campeonato de Euskal Herria absoluto, ambas consecutivas, con las que ha puesto su nombre con letras de oro. La última, en Basauri, ante un público que vibró con su ídolo.

Aitzol Atutxa se prestó a hacer historia el pasado año, siendo ya aspirante a todo. Reinó el aizkolari vizcaino en la tierra de Iñaki Azurmendi, en el Antzi-tzar de Beasain. Potente por un andamiaje largo, Atutxa administró la renta lograda en la primera mitad del tajo, aunque fue Joxemari Olasagasti el que finalizó primero el tronco inicial, acabando con el chupete de su hijo Aratz en el podio tras cuarenta minutos de despliegue. Azurmendi, segundo, paró el crono en 2013 en 38. No pudo repetir.

En casa del guipuzcoano cristalizó el ascenso de la carrera deportiva de Atutxa, que tuvo su primer hacha con siete años y que se estrenó con ocho en las plazas. Seguía la estela de su padre. Con 16 ganó su primera txapela y con 19 era el más destacado del campo vizcaino. Aun así, el camino del dimarra ha sido largo y duro, pero siempre picando hacia arriba. En 2011 consiguió meterse en su primera final del campeonato de Euskal Herria y poco a poco ha ido derribando metas. En la primera, quedó quinto; en la de 2012 fue cuarto y en 2013, segundo. A la cuarta, la vencida. Algunos le dijeron favorito, pero no, él no lo pensaba así, porque Azurmendi cortaba en casa. Ganó Aitzol.

Eso fue con 26 años y cuando la edad óptima del aizkolari está programada entre los 30 y los 45. El dimarra iba por delante. Y no fue flor de un día. Programaron la final de 2015 en Basauri mediado octubre. Territorio de campeón. El dimarra disfrutó e hizo disfrutar al público. Incluso, tuvo tiempo de respirar y comprobar que el camino era el acertado. “Muchas veces me suele gustar parar y disfrutar de ese momento. Son instantes de los que no quieres que se acaben nunca. Quieres seguir cortando y que la gente te siga animando”, afirma. Aventajó a Jon Irazu y al incombustible Olasagasti en cuatro minutos. Un hito.

Fue la segunda corona de un rey, del actual dominador de la aizkora. Costó demasiado que un vizcaino tocara el cielo, pero con Atutxa se confirma que la txapela absoluta ha llegado para quedarse. Además, la grandeza de Atutxa quedó definida con la visita al hospital de hace unos días a Olasagasti, convaleciente por un accidente con la motosierra. Tenían una apuesta pendiente, que tendrá que esperar. Merecido premio DEIA de 2015 por su consagración.