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Jon Santacana, primer corredor con deficiencia visual en acabar la Titan Desert

El esquiador donostiarra Jon Santacana fue el primer corredor con deficiencia visual en acabar la titan desert en bici individual tras seis días de sufrimiento

Jon Santacana, primer corredor con deficiencia visual en acabar la Titan DesertTitan Desert

Bilbao - “Se me cayó alguna lágrima”, certifica Jon Santacana (Donostia, 1980). El esquiador paralímpico guipuzcoano, uno de los más laureados de la historia del olimpismo vasco y estatal, no se pudo contener después de pasar seis días de puro sufrimiento, de dolor en el desierto, mientras el ácido láctico se apoderaba de sus piernas y la concentración le hacía pegar cabezadas encima del manillar de su bici. Habla Santacana de la Titan Desert, una prueba brutal, que serpentea por el Sahara marroquí como una culebra en seis jornadas de gran dureza, no apta para todos los públicos. Y el donostiarra, un esquiador con deficiencia visual, se lio la manta a la cabeza, la terminó y se le cayó una lágrima. Pasó de la nieve al fuego a velocidad de vértigo el guipuzcoano, a dentelladas con su propio cerebro, quizás el que más sufrió, reconoce, porque él lo forjó así de inicio. Le dio una vuelta de tuerca. No fue en tándem, fue solo, pero acompañado por Óscar Sáenz, que ejerció de guía. Un hito. Homérico fue su despliegue entre la arena.

Cuenta que “es una carrera que seguía desde hace años porque se desarrolla en un entorno increíble, porque es una prueba en bicicleta que sería la que más se acerca a un Dakar. Yo tengo patrocinio con la empresa Compex y ellos llevan todos los años un equipo allí. Me propusieron la idea de ir con ellos. Me dieron la oportunidad y me lancé”. Se lanzó Jon, como afirma. Porque la aventura fue enérgica y una decisión tomada a toda velocidad. Y es que Santacana no tuvo tiempo suficiente para afinar su camino de baldosas amarillas a la arena de las dunas, el viento, los abanicos y la soledad. “Debido a mi calendario deportivo y las fechas en las que se disputa la Titan, ya le dije al equipo que me podría preparar lo justo. Hasta mediados de marzo no acaba la temporada de esquí alpino y esta competición es a finales de abril. Llegas con la preparación justa”, concreta el donostiarra, que no le tiene miedo a nada. Santacana, el inquieto. Apenas cinco semanas para afrontar la exigente carrera marroquí, que se disputó entre el 27 de abril y el 2 de mayo con etapas en las que tuvo que estar hasta “once horas” en ruta. El colombiano Diego Tamayo fue el campeón. Jon admite que “hemos tenido un mes y poco para prepararnos. Soy un deportista que llevo muchos años en el alto rendimiento, pero es un deporte muy distinto al mío. Yo realizo pruebas que oscilan entre los 50 segundos y el minuto treinta. Aquí hemos estado jornadas maratonianas en la bici” y apostilla que “es muy diferente. Vives calor, en el desierto, y es contrario a lo que hago”. Santacana tiene nieve en las venas: “Quise rizar el rizo y hacerlo un poco más complicado y en vez de ir en tándem utilicé el mismo sistema que en esquí: los intercomunicadores bluetooth. Fuimos en bicicletas diferentes y con una persona, Óscar, que me marcaba el camino por delante”.

En ese “mes y poco”, Jon no pudo alcanzar el nivel óptimo porque “es difícil entrenar esto. En un entrenamiento no te puedes pasar once horas en una bici. A la Titan vas con la preparación que lleves y allí es pasarlo cómo puedas. Hemos notado muchísimo que a las tres horas sufría un bajón importante por la concentración que tenía que llevar constantemente. Al llevar una persona delante, tienes que pasar por los sitios que él pasa. Eso conlleva una gran concentración. Normalmente, en las pruebas de esquí hay más intensidad pero menos duración”. Eso fue lo que más “costó” al multipremiado esquiador vasco, que según afirma notó que forzó la máquina y sobrepasó sus propias fronteras: “Yo he experimentado la sensación de superar el límite. Si no llega a ser por Óscar, en alguna etapa no hubiera podido continuar. Ese cansancio extremo, esa concentración máxima, me llevaba al punto de casi dormirme encima de la bici. Mi cabeza se desconectaba. Las piernas seguían tirando, pero la cabeza decía que no podía seguir concentrada”. Así, para solventar esos problemas a la hora de mantener la conciencia plena sobre él mismo, tomaron una determinación: evitar ese límite. Cada tres horas bajaba de la bicicleta y buscaba liberar de concentración su mente y sus músculos. Demasiada intensidad. Tenía que resetear para volver a tomar el pulso a las etapas. “Nunca me había pasado. Son seis etapas y en tres de ellas entré llorando del agotamiento. Pasabas varias horas pensando en si iba a llegar o no”, señala.

hermanos de arena Tampoco tuvo demasiado tiempo de mezclar con su faro: Óscar Sáenz. “Era una persona muy adecuada por su carácter, porque ya tenía la experiencia y por sus condiciones. Pero no nos conocíamos, no habíamos montado en bici juntos y el tema de la carrera lo coordinamos en tres días”, asiente Santacana, quien revela que se acabaron llamando “los gemelos”. Hermanos de arena, porque durante muchos kilómetros tuvieron que rodar en soledad. El grupo suponía un problema para el esquiador por la facilidad con la que podía engancharse a otras bicicletas. “Durante seis etapas y tantas horas te planteas qué estás haciendo ahí”, concreta el donostiarra, quien añade que “he tenido muchas experiencias deportivas en mi vida y no me suelo emocionar, pero esto ha sido muy intenso, exhausto. Al llegar a meta se desborda todo. Los últimos kilómetros los quisimos hacer más tranquilos para valorar todo lo pasado. Hicimos una autorreflexión. En estas experiencias acabas conociéndote mucho a ti mismo. Aparte, le quise dedicar la prueba a mi abuela, que había fallecido hace poco. Le dije que la acabaría”. Santacana terminó por la puerta grande. Es un titán. Lo suyo le costó.