PLENTZIA. Las palabras del exmotociclista Ricardo López explican con fuerza y precisión el motivo de semejante quedada, una reunión de una parte tremendamente gruesa de todo el talento del motociclismo vizcaino en sus diferentes ramificaciones, de su historia, que precisamente la conforman quienes la escribieron. Ellos, 17 asistentes concretamente, "ya sabes, se han dado las habituales bajas de última hora y los problemas o compromisos personales que surgen, como en el caso de José Ángel Mendivil y de Herri Torrontegi", expresa Manuel Boado, alma mater de la iniciativa, y que pone presencia a quienes no están. "Resulta que con el paso del tiempo empezamos a disfrutar más de todo lo que hicimos", confiesa López, campeón como otros tantos de los presentes, muchos rivales en pista y amigos fuera de ella. "Antes, con el día a día te sobraba, no había tiempo para más, para pensar sobre lo que estabas haciendo. Ahora, sin embargo, estamos en tiempo de descuento", prosigue Ricardo. Se trata pues de reverdecer tiempos pretéritos, de echar la caña en la memoria y poner de actualidad gestas convividas por quienes acuñaron el motociclismo vizcaino. Sorprende la armonía de la reunión, una comida en el restaurante Kai Eder de Plentzia. Cada expiloto que llega a la cita es recibido como si de un pasillo triunfal se tratase. La cojera de más de uno es delatora.
La idea de la comida la repescó Manuel Boado, puesto que la reunión de ayer encontraba antecedentes, aunque quedaron en eso. "No sé si por afición o por qué, pero soy el que se ha metido en este fregado", resume. El primer cónclave fue en 1998 y un año más tarde se repitió. Pero cuando Boado, centro de comunicaciones por amor al arte, emigró a Catalunya, la cosa quedó aparcada. "Ahora, con internet, es todo más sencillo para ponerse en contacto y quedar, y eso que muchos de estos -señala a sus homólogos con el dedo- no hacen ni caso a los mails. Pero más o menos la mayoría tienen relación con el mundo del motor y sabes dónde puedes dar con ellos", se explaya el organizador. Dice, ilusionado, que todo esto puede tomar mejor forma y calcificarse. "Queremos repetir todos los años y llevar a cabo una exposición fotográfica y audiovisual", se proponen. Saben que si no hay actividad la historia, que son ellos, puede caer en el olvido. De hecho, quieren extender la citación a las fronteras de toda Euskadi. "En Gipuzkoa y Araba también había grandes pilotos, como Etxaide, el hijo del escultor Chillida, Eceolaza o El Rubio de Miranda", ilustran.
Como describe Boado, "nadie se mira por encima del hombro". Curioso porque los pilotos siempre han colgado el sambenito de chulescos y hasta arrogantes. "Hay mucha amistad", desmiente Boado. "Ahora, en este deporte hay otra disciplina, impuesta por equipos, patrocinadores... Entonces te buscabas la vida como fuera. De todos estos -vuelve a levantar el índice- solo tres o cuatro tenían espónsor". Quiere decir que la relación entre pilotos era obligada y, claro, el roce hace el cariño. Eran tiempos, principios de los 70, en los que el profesionalismo comenzaba a asistir al motociclismo. "Se estaba empezando y costaba llegar. Ahora hay más gente, aunque también más dinero. Nosotros estábamos tiesos, por eso había compañerismo", relatan con sonrisas que hablan de anécdotas inconfesables.
Las motos se transportaban en la misma furgoneta, se prestaban las herramientas, se compartían garajes... "En mi caso, José María Sáinz, Mendivil, Belisola y Domingo Gris me llevaron a una carrera y dormí en su misma habitación de hotel, pero en la bañera. Los cabrones me echaron un balde de agua por la noche". Había más jolgorio, desde luego. La responsabilidad también fue creciendo y en mayor medida para algunos. "Yo, por ejemplo", dice Ricardo López, uno de los esponsorizados, "cobraba 30.000 pesetas al mes y unas 1.000 por punto logrado; en las carreras de los pueblos, si ganabas podías llevarte unas 10.000". Eso sí, las inscripciones corrían a cargo de los bolsillos de los pilotos.
una cuarta parte de carreras Es tratando sobre este último apartado cuando se pone en el relieve de la conversación el aspecto de la afición. "Se ha perdido. Apenas ha habido pilotos tras nosotros, salvo Herri o Efrén Vázquez, entre otras cosas, porque en Bizkaia se celebran la cuarta parte de las carreras que se daban antes; cada semana o cada quince días había una en algún pueblo". Atractivo para la captación. "Los chavales ahora solo tienen a Efrén", escaparate vizcaino, y vasco.
Las cosas también han cambiado en cuanto a leyes. Recordar que la mayoría de los expilotos asistentes eran especialistas de motocross, trial..., disciplinas del barro y la naturaleza como escenario. Era la moda. "Han cambiado las normativas del medio ambiente. El monte no lo puede usar cualquiera y lo respetamos. Pero debería haber zonas acotadas, no solo para los días de competición. Se necesitan permisos que antes te daba el aldeano". Sin duda, generaría espacios para la práctica y ello permitiría la formación de cantera. "Mira, tal día como hoy -por ayer- estaríamos en el Pagasarri, sin importar la lluvia y con trajes de plástico como los de los obreros". Era la rutina, cuando, por ejemplo, se falsificaba la firma de los padres para obtener la autorización de una licencia para competir. La mentalidad de las familias era menos liberal. "Otra forma de pensar", coinciden. "Ahora empiezan más jóvenes".
"Las televisiones desviaron la atención al mundo de la velocidad. Se puso en auge esta disciplina". La mecánica se fue desarrollando y las máquinas fueron cobrando importancia. "Si antes ir rápido era hacer un tiempo determinado, ahora, al 90% es la moto la protagonista, por los aspectos mecánicos, la seguridad, los motores, las frenadas...". A ellos, los 17, les fue llegando la jubilación pero siempre quedará ese camino que desbrozaron. Lo que falta para dar continuidad es "gente con ganas de hacer cosas", pioneros, como fueron ellos para la tierra de Bizkaia.