BILBAO

LA curiosidad se alió, desde el comienzo, con el ciclocross de Igorre. Las circunstancias, unidas a los acontecimientos, son las que han aupado a esta competición hasta el lugar que ocupa en la agenda de la Copa del Mundo. La historia de la prueba comienza en 1977. En un principio, la Arratiako Ziklista Elkartea (AZE) tenía la intención de crear una prueba de ciclismo en carretera en el que los corredores juveniles pudieran demostrar todas sus habilidades. "Éramos miembros de la comisión de fiestas de San Kristobal y teníamos dinero suficiente para organizar una carrera y pensamos en hacer una de ruta", explica Ander Gorospe, secretario de la AZE. Tráfico, por aquel entonces, denegó el permiso necesario para la disputa de la prueba. La causa: el pavimento en mal estado. Los creadores del evento, ni cortos ni perezosos, se liaron la manta a la cabeza y optaron por cambiar la modalidad de carrera. Ciclocross fue la respuesta. "Vamos a hacer una carrerita", se propusieron. De este modo, el evento fue creciendo al amparo del ayuntamiento de la localidad arratiarra, que se alió con la AZE para llevar a buen puerto el proyecto a lo largo de los años. En la segunda edición, la prueba pasó a tener calado internacional con los primeros corredores foráneos que tomaron la línea de salida. Por aquel tiempo, Iñaki Maiora y José María Yurrebaso empezaron a despuntar en la modalidad. Ambos lograron el cariño de toda la afición igorreztarra gracias a sus triunfos. "Durante esos primeros años de la competición recuerdo a un ciclista, Garrido, que era increíble cómo se tiraba en las cuestas. Este ciclista de Galdakao en la plaza de San Kristobal cogía mucha velocidad e iba como un obús", evoca.

En los 80 un nombre propio se alzó entre todos los demás corredores. Albert Zweifel. El suizo se adueñó de la txapela en San Kristobal durante tres años, en los cuales también consiguió aprecios entre la organización del evento. "Zweifel era un fenómeno", añade Gorospe. En aquella década aún no había llegado la Copa del Mundo de ciclocross a Igorre. Con la internacionalidad de la prueba comenzó la aparición de ciclistas de talla superior. Además del ya nombrado suizo perenne, corredores curiosos como Mathieu Hermans amanecieron en Igorre con la bicicleta debajo del brazo. El caso de este holandés es curioso, dado que el corredor acabó recalando en el equipo vasco Orbea. "Fue después de competir aquí cuando fue fichado", manifiesta Gorospe. "Este corredor era muy hábil y sorprendió a todos en las subidas y bajadas del recorrido", dice el veterano conocedor de la carrera. Aún se recuerda entre el graderío que visita la localidad al de Goirle. Fue de las primeras veces que un ciclista no se bajaba para hacer a pie las zonas accidentadas del terreno. El joven de los Países Bajos, que luego deslumbró ganando seis etapas de la Vuelta y una del Tour, se impuso en el 84, entre el reinado intermitente de Yurrebaso y el aplastante de Zweifel.

Michael Kluge visitó Igorre en varias ocasiones. En dos de ellas, con diez años de diferencia entre una y otra, se alzó entre los cinco primeros demostrando la cálida veteranía que ofrecen los años. "Era un corredor especial. Se le notaba al verle", dicen de él los que pudieron verle rodar. Era 1989 y el suizo que aplastaba en anteriores ediciones había apagado sus intenciones de continuar compitiendo en el barro de Igorre.

COpa del mundo A todo esto, entre el peregrinar de los corredores míticos, el ciclocross se convirtió en una liturgia entre los aficionados al ciclismo en Bizkaia. La idea de acoger una prueba con más calado en el calendario internacional empezó a rondar la cabeza de los creadores de la carrera. "Pensamos en hacer una prueba de la Copa de Europa o algo así", remite al pasado Gorospe. La dicha para la organización apareció en plena adolescencia de la prueba, en 1993. Ese año el circuito pasó a ser un evento que acogía la Copa del Mundo. "Ese hecho exigía una serie de instalaciones, como sala de prensa, oficina de importación o unas dimensiones específicas para la recta de llegada, y eso no podía hacerse en el circuito de San Kristobal", aclara Ander. Por ello se trasladó el recorrido a Olabarri. Pontoni, entonces, entró en escena. 1992, 94, 95, 96, 98 y 2000 fueron sus victorias. "Al ver toda la maquinaria que se movía cuando la cita tomaba carácter mundialista, la vuelta a montar todo en San Kristobal se nos hizo muy complicada", interpreta Gorospe.

"La pena fue que no pudimos celebrar el 25 aniversario con la organización del Mundial de ciclocross", se apenaron en 2001. Pero no tuvieron que esperar mucho para que la UCI les regalara de nuevo la posibilidad de organizar una cita de la Copa. "En 1999 y 2000 intentamos atar todos los cabos suficientes para conseguir atraer de nuevo alguna prueba de ámbito internacional", afirmaba el secretario de la AZE. A partir de las bodas de plata, el relumbrón de la prueba creció con la llegada del Caníbal de Baal. Sven Nys, una bestia de la naturaleza, conoce el barro vizcaino y es gustoso de la dureza de la prueba. El domingo querrá otra dentellada de lo que comenzó con un "vamos a hacer una carrerita".