TODO comienza en el seno familiar, con el amor de unos padres por una afición: las motos. El afecto por las dos ruedas corre por las venas y se traspasa, se hereda, en línea generacional. A tan temprana edad, pocas cuestiones se pueden sacar en claro de tan bisoña mente. Así nace un piloto. El paso inicial es la adquisición de una bicicleta con ruedines. Son los primeros idilios con el equilibrio y la velocidad. Eso, antes de los 3 años, para alrededor de dicha edad, empezar a rodar con motor si se posee ese don que tienen los tocados por la madre naturaleza.

Comienzan las primeras derrapadas y los primeros sustos. La moto de 49 centímetros cúbicos sustituye a la de batería. "A los 8 comencé a competir y una vez que fui ganando campeonatos, fui ascendiendo de categorías en motocross", recuerda Edgar Torronteras, E.T., pionero del freestyle en España y mentor de Dany Torres, quien ahora lucha por ser el número 1 del mundo. En el caso de Torronteras y cuando corría la década de los noventa, con "14 ó 15 años", dio el salto a la especialización naciente del freestyle, una disciplina que fue para él actividad de recreo tras las carreras. Era algo insólito, para volar estaban los aviones, pero la osada actividad aparecía como "un miedo al que tú retas y que si lo superas, te sube la adrenalina. Percibes un cosquilleo en el estómago. Es tu superación personal".

Los primeros supersaltos dieron paso a la innovación. "Llegó el momento de ir evolucionando los trucos", pero el sacrificio por la promoción, además del económico, continuaba. "Fui enseñándoselo a la gente y se formó un grupo grande que empezamos a hacer exhibiciones", rememora el catalán, de 29 años, 26 de los cuales ha vivido subido a su montura. "No era fácil encontrar apoyos en tu entorno y en los patrocinadores, y cada caída se traduce en daño", apunta Torronteras. "Te manda al hospital", añade Eugenio, Uge, Zafra.

Con la aparición del mortal hacia atrás en 2001, el backflip, Carey Hart estableció un antes y un después. "La revolución llegó de Estados Unidos y todos nos tuvimos que poner las pilas", reconoce Edgar. Y el espectáculo fue in crescendo: "Siempre arriesgamos más de la cuenta". Como fruto de esa exigencia y perfeccionamiento, según Dany Torres, el freestyle está más vivo que nunca: "Queda mucho por inventar". Entre tanto, el sevillano, de 22 años, busca jubilar a quienes le inculcaron su profesión desde época de cuna.