"Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar. Los jóvenes tienen la pasión y la energía, pero necesitan el apoyo y la sabiduría de las generaciones mayores.” Jane Goodall.
Goodall creía que la verdadera esperanza para el planeta está en las nuevas generaciones, que tienen el poder, el conocimiento y la energía para cambiar el rumbo de la humanidad. Pero también insistía en la idea de que las personas mayores debemos acompañarlas, guiar y aprender de ellas. Una propuesta que coincide con la afirmación de Soren Kierkegaard “La vida se vive hacia adelante pero se comprende hacia atrás”.
Ella proponía una filosofía de respeto y cuidado por el planeta destacando que el futuro del trabajo no es sólo un asunto de productividad, sino también de bienestar colectivo y de sostenibilidad basada en conceptos como la empatía, la adaptabilidad, el aprendizaje continuo, la creatividad y la responsabilidad compartida. Mirar el Ecosistema en su conjunto, como un todo, porque ningún actor puede resolver por sí mismo el cambio social; solo cooperando podremos dar respuesta a los nuevos retos.
Bajo el título El Futuro del Trabajo se realizó el pasado 10 de octubre un World Café en el Parque Tecnológico de Zamudio, en el marco de la Semana Europea de la Gestión Avanzada que organiza anualmente Euskalit. Ocho jóvenes universitarios o recién graduados y ocho responsables de empresas se reunieron para abordar el gran reto de la incorporación de los jóvenes en el mundo laboral.
Una idea compartida: algo ha cambiado. Antes, las empresas elegían entre diferentes candidatos; ahora son, cada vez más, las y los jóvenes quienes eligen dónde quieren trabajar y a qué se quieren dedicar. La balanza se modifica a favor de quienes empiezan, entre otros motivos porque el número de jóvenes cualificados no crece mientras que las necesidades de talento joven, especialmente el más cualificado, crecen de modo casi exponencial.
Dentro del colectivo de empresas, las situaciones son variadas puesto que las más avanzadas han identificado el reto, y están adaptándose a “marchas forzadas”, aunque una parte importante está asistiendo a la formación de una “tormenta perfecta” sin cambiar suficientemente sus planteamientos. En muchos casos, perciben un entorno demasiado complejo, con un añadido imprevisto: la necesidad de detenerse a comprender a las nuevas generaciones. En su relato, comentan la dificultad de contratar personas cualificadas y de que éstas, una vez contratadas, no abandonen la organización a los pocos meses.
Una situación que intentan paliar a través de cambios parciales en las condiciones laborales, la retribución, la participación y la formación interna entre otras, aunque no siempre consiguen resolver la situación. Los jóvenes cualificados cuentan con otras opciones interesantes: buscar trabajo en otros países donde hay mejores oportunidades, optar por un puesto fijo en la administración o dedicarse a otras tareas remuneradas, más cercanas a su espacio de ocio. Las empresas subrayan el gran esfuerzo que supone acoger a una nueva persona e integrarla en su cultura organizacional, que no siempre es correspondido.
Por otro lado, las personas jóvenes ya no aceptan “pasar por el aro”; buscan proyectos que conecten con sus valores y reivindican un lugar propio en un mercado laboral, necesitado tanto de su talento como de su compromiso. Libres de ataduras de sistemas que ellos no han creado, proponen un modelo de trabajo diferente, un deseo de realizar tareas interesantes, compatibles con sus valores personales, donde exista un equilibrio entre lo que ofrecen y lo que reciben, y que les permita realizar otras actividades fuera del ámbito profesional. Un ideal transgresor en relación con el esquema de generaciones anteriores, que hoy es posible en un contexto donde la maternidad/paternidad se retrasa o se descarta y donde el acceso a la vivienda propia supone una hipoteca vital que no siempre se puede o se acepta asumir.
La situación, vista de modo global, se podría calificar como preocupante. Euskadi es ahora algo menos industrial que en el pasado. El peso relativo de este sector de actividad se ha reducido 8 puntos (%VAB) desde el año 2000. Una situación que en ocasiones se utiliza para lanzar acusaciones contra la falta de sensibilidad de empresas, centradas únicamente en los resultados económicos, y contra la desmotivación de los propios jóvenes.
En el World Café se buscó ir más allá del pensamiento fácil e inmediato, invitando a los participantes a reflexionar y proponer acciones, muchas de las cuales se dirigieron a las empresas: incrementar su grado de consciencia sobre los cambios en los estilos de vida y valores de las nuevas generaciones y mejorar su capacidad de adaptación a una nueva realidad por la que, necesariamente, van a transitar. Avanzar en la gestión, la transparencia, el trabajo en equipo y la participación así como diseñar trayectorias profesionales personalizadas en las que se defina una progresión salarial y de condiciones laborales acorde a la experiencia, conocimientos, dedicación y responsabilidad asumida. En resumen, invitar a las empresas a construir culturas y modelos organizativos que mejoren la escucha y el desarrollo de las personas.
Un gran reto por delante
No obstante, el reto desborda el campo de actuación del tejido empresarial. Es fundamental acercar a las nuevas generaciones, desde etapas tempranas, a la diversidad de actividades profesionales hacia las que pueden orientar su futuro. Aunque ya se están dando algunos pasos en esta dirección, sigue siendo un desafío clave, especialmente en un contexto en el que las redes sociales tienden a ensalzar modelos de éxito inmediato –como influencers o deportistas de élite–, transmitiendo valores cortoplacistas y dejando en segundo plano otros referentes profesionales igualmente valiosos. Se propone también combatir los estereotipos de género o prejuicios que alimenten falsas limitaciones frente al acceso a determinadas actividades profesionales. Se trata, en definitiva, de ayudar a los jóvenes a descubrir su potencial, reforzar su confianza y poner en valor el esfuerzo y la práctica como caminos hacia el desarrollo personal y profesional.
Son propuestas de acercamiento a las nuevas generaciones que requieren del uso de la tecnología y también de la participación de nuestro sistema educativo en el que el 82% de la demanda de titulados universitarios se concentra en 7 ramas que sin embargo sólo representan el 43% de los titulados totales. Se hace necesario incrementar las relaciones entre los jóvenes neoprofesionales y el tejido empresarial, potenciar las formaciones duales y aumentar la cantidad de prácticas curriculares de calidad. En resumen, “hacer cantera” a través del intercambio de experiencias.
Se valora también como tarea importante el apoyo y la formación de la población migrante, chicos y chicas que, en su mayoría, llegan a nuestra tierra con escasa preparación y que se sienten frustrados por un sistema institucional que les pone obstáculos para trabajar. Ellas y ellos son ahora un porcentaje significativo de nuestra generación joven y por tanto representan una oportunidad de futuro para nuestra sociedad, si les ofrecemos el apoyo necesario para desplegar todo su potencial.
En resumen, es tarea de toda la sociedad atender y cuidar el desarrollo de las personas para sustentar un estado del bienestar amenazado. Un desarrollo basado en el fomento de las capacidades y competencias de cada individuo y también en sus opiniones y visión del mundo donde desea vivir y al modo como desea contribuir.
El futuro del trabajo requiere de evolución y adaptación por parte de todos los colectivos, con un objetivo compartido de construir un modelo habitable más humano, innovador y sostenible. No tenemos ya a Jane Goodall para decir cosas que nos hagan pensar de manera más innovadora todo esto, pero si podemos recuperar su espíritu. En Euskadi tenemos los valores y el talento para construir ese modelo. Solo necesitamos hacerlo juntos. l
Begoña Etxebarria (exdirectora de la Fundación Novia Salcedo y colaboradora de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa). Edurne Martínez-Moreno (directora del departamento de psicología social de la UPV/EHU). Fernando Sierra (director de Euskalit). Germán Gómez (sociólogo y consultor)