Sin memoria no hay identidad democrática
No hay identidad sin memoria aunque se vea de forma cada vez más evidente que el precio más alto que se pagó desde 1975 por la puesta en marcha de la democracia fue el sepultamiento de la memoria colectiva
En octubre de 1937 se produjo un terrible “escarmiento” por parte de los militares sublevados en la playa Berria, junto a los muros del penal de Santoña, contra 14 presos vascos y cántabros, gudaris y milicianos, sindicalistas y autoridades, entre ellos del jeltzale Ramón Azkue, jefe de Eusko Gudarostea y del comunista Francisco Rabanera, padre del modisto Paco Rabbane. Como había dicho Areilza en el Coliseo Albia se trataba de una victoria militar y por tanto había acabado ya la pesadilla bizkaitarra. Los defensores de la legalidad republicana, eran los perdedores y habían acabado en la cárcel o ante un paredón para ser fusilados. Entre ellos también el Consejero de Sanidad Alfredo Espinosa. El Hospital sito en Urduliz se llama Espinosa y no Urduliz, pero aquel asesinato al parecer no existió. Nadie lo llama así. Esa es la actual sensibilidad.
Ese hecho tan plásticamente terrible, motivó al Gobierno vasco en el exilio presidido por Agirre y posteriormente por Leizaola, del que el actual Gobierno es su heredero, en elegir esta fecha anual como el Día del Gudari celebrándose cada año en recuerdo de aquella villanía porque no se podía dejar que su llama se apagara ya que sintetizaba bien aquella tragedia y comprendía a representantes de todos los partidos y sindicatos vascos democráticos no sublevados contra el orden constitucional entonces vigente. Es más, hace unos años la Fundación Sabino Arana organizó una exposición Espetxean 1937-1942). ”Semilla de Libertad con una ofrenda de coronas en la playa, como un alegato contra” la desmemoria, la pena de muerte y la intolerancia” y recordando la matanza y a todos los prisioneros. El follón que organizó el facherío de Santoña fue de nota. El concejal falangista Leoncio Calle lo consideró una provocación y el exalcalde del PP García Cobo anunció que no visitaría la exposición. Hoy no sé lo que pasaría, pero por eso y más que nunca, y si creemos de verdad en que la cadena no se rompe, estos recuerdos democráticos no pueden eliminarse. Quien no crea que detrás del conflicto entre Israel y Palestina no hay una reivindicación de identidad, no ha entendido nada.
Pasa el tiempo y estas semanas no se ha recordado nada a pesar de que debería mantenerse la llama encendida. No se ha recordado este año la fecha, un hecho demasiado grave simbólicamente hablando para que la llama se apague o solo se esperen fechas redondas para su recuerdo. Es más. Se ha cumplido otro hito, como fue el 7 de octubre de 1936, con el nacimiento del primer Gobierno vasco de la historia y la creación de toda una administración desde la nada, pero solo se ha recordado la masacre de Hamás en el segundo aniversario del ataque contra los israelíes, lógicamente obligatorio, pero no incompatible con el recuerdo de lo propio. ¿ Por qué olvidar lo nuestro?. ¿Es que aquello no fue también una masacre?.
Este noviembre se cumplen cincuenta años de la muerte de Franco, un abyecto general que sojuzgó a nuestro pueblo y a la libertad en la Península durante cuarenta años, persiguió el euskera, nos arrebató el Concierto y machacó a los demócratas . Lo digo porque no veo un plan pedagógico constante de cara a las nuevas generaciones de lo que fue aquella dictadura que dio origen a ETA como violencia de respuesta. Por eso hay que contarles a los jóvenes que la democracia es una estructura basada en valores, en principios, que exigen un esfuerzo y no la inevitable consecuencia de un funcionamiento deficiente en el que el hedonismo y el éxito personal es lo válido o, en el peor de los casos, la corrupción un método de medrar y obtener beneficios. Por eso hay que repetir que no hay identidad sin memoria aunque se vea de forma cada vez más evidente que el precio más alto que se pagó desde 1975 por la puesta en marcha de la democracia fue el sepultamiento de la memoria colectiva.
La división del Eaj-PNV Hay asimismo hechos que me llaman la atención en esta democracia con goteras. La semana que viene se cumplen 46 años del segundo estatuto de nuestra historia. El de Gernika. Y a él no solo les faltan las competencias pendientes que Madrid gotea, sino que aquí en casa se podía hacer mucho más. Sería bueno se apueste por ejemplo por una Biblioteca Nacional, sí, Nacional, un Museo Nacional, una Hemeroteca Nacional, un día de la Comunidad que podía ser la conmemoración de aquel 7 de octubre de 1936 nacimiento de un gobierno de concentración, sin la derecha sublevada, con moneda, pasaporte, ejército y que fue aplastado a sangre y fuego, y un Himno con letra, el conocido como Gora ta Gora, ya que así nos comprometimos en el Parlamento Vasco el 14 de abril de 1983. Y un dato. Antes de salir de Lehendakaritza Iñigo Urkullu tenía ya un borrador de letra, eliminadas las referencias religiosas, porque a todos los ateos, tan sensibles, les origina un sarpullido la palabra Jaungoikoa. Les sugiero no ir a Londres y toparse con el Dieu et mon droit del escudo inglés.
Y, asimismo, apostar por una Editora Nacional como hay en muchos países para no perder trabajos de investigación o reflexión, difíciles de ser comercializados, pero vitales para entender una sociedad. Lo digo pues hoy ya casi no se edita nada que no pague el autor de su bolsillo. Estamos como aquella madre que muerto su hijo John Kennedy Toole que había escrito un libro La Conjura de los Necios jamás vio su libro publicado en vida a pesar de las puertas que tocó. Ante semejante frustración decidió quitarse la vida y fue su madre, quien al encontrar el manuscrito, lo llevó a diversas editoriales que volvieron a rechazar el trabajo. Empeñada logró por fin que se lo editaran y la novela recibió el premio Pulitzer y fue un éxito editorial.
No es el mismo del buen trabajo hecho por Iñaki Agirregomezkorta, miembro de la Sociedad Bascongada de Amigos del País, profesor de Historia, director del Archivo de EITB, autor de la historia de EITB, y más cosas que con asepsia de cirujano redactó un trabajo sobre la división del EAJ-PNV en los años ochenta. Eran los datos sucintos de aquel pésimo encontronazo tan nefasto para los intereses de Euzkadi. Lo autoeditó y lo promocionó Deia, pero como el trabajo había quedado sin la opinión de los protagonistas de las dos partes, lo ha completado con un segundo libro con las vivencias de las dos orillas en conflicto ,aunque anda como John Kennedy Toole tocando todas las puertas, sin que ninguna se le abra. ”Este tipo de libro político, no interesa” es la respuesta que recibe. Y sin embargo es un libro clave para entender aquel desastre producto, en el fondo, de muchos egos y, sobre todo, de falta de cultura democrática.
Los artículos de Xabier Arzalluz Xabier Arzalluz no fue solo un gran político que además tenía el don de la palabra sino que escribía muy bien. Y lo hacía únicamente en Deia hablando de la Transición, de la Violencia, de Personalidades conocidas y de temas de actualidad. Ante eso y ya fallecido, reuní sus trabajos, los capitulé en Jelkides, Apuntes Históricos, Política Internacional, Vascos de Aquí y de Allá, Españoles de Aquí y de Allá, El túnel de la violencia, La Transición y el PNV así como las cuatro polémicas sonadas que protagonizó con Juan Mari Bandrés, Patxo Unzueta, Jon Juaristi, Mario Onandia y el Correo Español. Con este trabajo fui al despacho del presidente del EBB, Andoni Ortuzar y le pedí, si así lo estimaba, redactara el prólogo. Me dijo que sí recordando que era él en Deia quien muchas veces recibía los textos cuando allí trabajaba y como a Deia pertenecen estos trabajos hablé con Javier Andres, director General de Deia, quien lo acogió con interés para promocionarlo como cierre de la conmemoración del aniversario de puesta en marcha del periódico en junio de 1977. Hoy todo ese texto y fotografías inéditas duermen ahora el sueño de los justos y, no por responsabilidad de Deia de quien son los artículos. Temo que todo este trabajo desaparecerá en cualquier día de niebla mañanera y las nuevas generaciones perderán una magnífica visión pedagógica de la jugada y los valores del PNV. Una lástima.
Txalaparta y ediciones Alderdi La semana pasada, tras cuarenta años de andadura y con más de mil títulos a sus espaldas, la editorial Txalaparta se ha renovado para adaptarse y afrontar un futuro en el que seguir librando la batalla cultural con nuevas herramientas como su laboratorio de ideas. El 3 de octubre arrancó esta nueva etapa con cambios en su céntrico y magnífico local de la calle Mayor de Iruña, su logo, diseño y colecciones, entre otras novedades. Es la historia de un éxito de la mano de Joxe Mari Esparza, alma mater de este proyecto.
Desgraciadamente, perdimos ésta batalla editorial y no en el exilio con la Editoral Ekin en Buenos Aires, Gudari en Caracas, San Miguel en el Interior, Euzko Deya en París. El nacionalismo vasco institucional estuvo a la altura y es que el PNV consideró, como Bolívar, que la prensa y los libros eran la artillería del pensamiento.
Iniciada la transición y con la magnífica red de batzokis que recuperamos y montamos y la idea de editar tantas historias silenciadas, quisimos crear esa editorial jelkide que dio algunos pasos con Idatz Ekintza y Alderdi, pero fracasó por no haber hecho un planteamiento tan profesional como el de Txalaparta. Alguien, con nombre y apellido, consideró que eso era un agujero negro de gasto y acabó con todo. Resultado, no tenemos nada y en diciembre iremos a la Feria de Durango a admirar y comprar libros en el inmenso stand de Txalaparta. Un fracaso que hay que constatar.
Hoy en el Gobierno vasco no veo esa chispa e iniciativa editorial limitándose todo a subvenciones, premios y promoción del euskera, que está muy bien y es imprescindible, pero falta ese fuego de poner en el horizonte planes para que la historia no la sigan contando los vencedores.
Y lo lamento. La letra impresa queda. La historia de 130 años del EAJ-PNV es rica en años de cárcel, muertes, represión pero sobre todo en acción como eje vertebrador de este pueblo con muchos planes y retos. Y si queremos que los jóvenes no vean solo las carencias de la democracia, sino su valor esencial para la convivencia necesitamos información, formación y participación. Por eso hay que tener claro que sin memoria democrática no hay identidad democrática.