Ha transcurrido década y media desde que en 2009 tuvo lugar la primera cumbre, entonces de los cuatro países inicialmente integrantes del grupo BRIC (Brasil, Rusia, India, China; aún no se había incorporado Sudáfrica), reconfigurado quince años después como el actual BRICS+, que ha celebrado recientemente (22-24 octubre) su XVI cumbre anual en la ciudad rusa de Kazan. Un dato a reseñar en esta última cumbre es que en ella se ha certificado la mayor ampliación del grupo hasta la fecha, con la incorporación de cuatro nuevos miembros –Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos; Arabia, también prevista, aún no ha dado su conformidad definitiva–; a lo que hay que añadir la incorporación con el nuevo estatus de socios de 13 países más que cubren la práctica totalidad de las áreas geográficas: en Latinoamérica: Bolivia y Cuba; en África: Argelia, Nigeria y Uganda; en el Sudeste asiático: Indonesia, Vietnam, Tailandia y Malasia; y en Eurasia: Bielorrusia, Kazajastan, Uzbekistan y Turquía.
Es muy significativo el signo + con el que, a partir de ahora, se presenta la nueva denominación del grupo BRICS+, indicativa de la manifiesta voluntad de sumar nuevos miembros a los 4+1 iniciales, ampliados a los nueve actuales (a la espera de la confirmación del décimo, Arabia Saudita) y con la perspectiva de la progresiva incorporación de nuevos socios (13 en el momento actual). No cabe duda de que la evolución de este grupo, al menos por lo que se refiere a su crecimiento cuantitativo, ha hecho honor al signo positivo que acompaña al actual acrónimo que lo identifica. Hace falta saber si la tendencia, claramente expansiva, seguida hasta ahora va a mantenerse en el futuro y cuál va a ser la orientación a seguir en lo sucesivo, cuando se hagan efectivas las ampliaciones en curso.
Una primera cuestión a tratar a la hora de abordar el tema de los BRICS+ es la dificultad que se presenta para poder definir la identidad de este grupo, dada la muy acusada heterogeneidad de los miembros que lo integran. Países como China y los Emiratos Árabes Unidos, o como la India y Brasil, o Sudáfrica y Rusia; o cualquiera otros que se elijan, ofrecen serias dificultades para poder hallar elementos de identificación común entre sí, tanto por lo que se refiere a la naturaleza de sus regímenes políticos, sus sistemas económicos o los factores culturales que operan en cada uno de ellos. Así mismo, la dispersión geográfica, que es otra de las notas características de un grupo cuyos miembros se localizan en áreas geográficas tan lejanas como las que se extienden desde la Atlántica a la del Indopacífico, sin que exista continuidad territorial entre los países integrantes, es otro de los factores que hacen problemático que puedan consolidarse relaciones de cohesión grupal.
Dada esta heterogeneidad, territorial, política, económica de los BRICS+, dato del que hay que partir a la hora de abordar esta cuestión, una primera aproximación exige hacer una referencia inicial a lo que no son los BRICS+. En este sentido, es preciso constatar que no es posible hallar un marco de referencia internacional en el que poder encuadrar el fenómeno BRICS+ en su formulación actual. No se trata de una asociación que agrupa a Estados en base a criterios territoriales, como pueden ser la OEA en las Américas, la OUA en África u otras similares; ni tampoco de un proyecto de integración supraestatal dotado de una estructura institucional común, como puede ser la UE; menos aun de una asociación entre Estados afines con finalidades especificas delimitadas previamente, bien en el ámbito de la cooperación económica, como la OCDE, en el monetario, FMI; o mucho menos, en el militar para garantizar la defensa de los Estados que la integran como proclama la OTAN.
Esta referencia en negativo a lo que no es el grupo BRICS+, que en este caso no está de más ya que no es infrecuente afrontar este tema con esquemas análogos a los empleados para tratar sobre entidades (como las reseñadas) de naturaleza distinta, permite abordar las cuestiones que se plantean en torno a esta singular agrupación interestatal. A este respecto, una primera aproximación nos conduce a caracterizar los BRICS+ como una plataforma de ámbito global cuyo elemento común es la exclusión de sus miembros del entramado institucional que agrupa, mediante instancias diversas –G-7, FMI, OCDE, BM, OTAN, etc.– a las principales potencias del mundo occidental, bajo el liderazgo indiscutible de EE.UU. En este marco global, los BRICS+ no serían sino la expresión de la convergencia de quienes han sido excluidos de ese entramado institucional, que es el que domina y gestiona la globalización en su formato actual, dotándose de instrumentos propios para, al menos, afirmar y hacer valer su existencia.
Esto es, precisamente, lo que han venido haciendo en las sucesivas cumbres anuales (esta última, en Kazan, la XVI) desde hace década y media; y que previsiblemente van a seguir haciendo en las sucesivas, si bien con incidencia creciente dada la progresiva ampliación de sus integrantes. Interesa reseñar que más que tratar de construir un sistema contrapuesto y alternativo al ya existente, se trata más bien de hacer ver a quien quiera verlo que el Sur global, y el Este, también existen y que no se puede prescindir de ellos en la gobernanza global. Esta, y no otra a pesar de las descalificaciones de que han venido siendo objeto los BRICS+ por parte de quienes les consideran una amenaza para sus posiciones hegemónicas, ha sido la actitud mantenida en las cumbres que ha venido realizando este grupo; muy especialmente, teniendo en cuenta el importante paso dado en su ampliación, en esta última.
De acuerdo con la Declaración de Kazan (una versión resumida puede verse en https://legrandcontinent.eu/es/2024/10/27) se reafirma el compromiso con el multilateralismo y la necesidad de caminar hacia un orden económico global mas justo e inclusivo, lo que exige reformas en el FMI y el Banco Mundial (BM), al tiempo que un aumento de la representación de los mercados emergentes en los procesos de decisión globales. Se aboga por un sistema de comercio multilateral basado en normas, abierto y transparente, centrado en la OMC (Organización Mundial de Comercio) y rechazando las restricciones comerciales unilaterales que no cumplen las normas de la OMC. Se promueve la desdolarización de las transacciones comerciales entre los países integrantes de la agrupación BRICS+ y, asimismo, se impulsa el afianzamiento del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD, con sede en Shanghái, bajo la dirección de la expresidenta brasileña Dilma Rousseff). Objetivos, todos ellos, nada rupturistas y encaminados a garantizar a los países BRICS+ un espacio acorde con la realidad en el nuevo escenario global actual.
Llama la atención la (no)posición mantenida por la UE, no solo ante esta cumbre en particular sino, lo que es más preocupante, ante el fenómeno BRICS+, sin duda uno de los más relevantes en la actualidad y que previsiblemente va a tener una incidencia creciente en las relaciones internacionales a escala global en el próximo futuro. Contrasta esta inhibición ante un asunto como este, clave para definir la posición de la UE en el escenario global, con las fuertes polémicas que estos mismos días polarizan las relaciones entre las formaciones políticas en torno a cuestiones como las que se están suscitando en torno a la configuración de la nueva Comisión europea, entre otras las relativas a la vicepresidenta Ribera. Es de suponer que cuando se forme la nueva Comisión, el tema de los BRICS+ formará parte de la agenda política a lo largo de la legislatura que acaba de empezar; aunque a juzgar por la atención que se le ha dedicado hasta ahora no es posible saber cuál va a ser la posición que va a mantener la UE.
Es difícil aventurar previsiones sobre cuál puede ser la evolución que van a seguir los BRICS+ en el futuro, máxime teniendo en cuenta el aumento de la heterogeneidad en su seno y la diversidad de intereses entre sus miembros como consecuencia directa del proceso de ampliación que están experimentando; que precisamente ha tenido plasmación en la reciente cumbre de Kazan. Lo que sí puede asegurarse es que con los BRICS+ ha surgido un nuevo e importante actor que, a no dudar, va a tener un protagonismo estelar en el escenario global de nuestros días, que probablemente se verá acrecentado en el próximo futuro. Y que, en consecuencia, debería ser objeto de una mayor atención de la que hemos prestado a este tema, muy especialmente por parte de la UE, de la que formamos parte y que no puede renunciar a mantener una posición activa ante esta cuestión.
Profesor