STRÉS. Ansiedad. Angustia. Preocupación. Problemas. Incertidumbre. Son palabras, sensaciones y situaciones comunes en la vida habitual. Es más: están en el debate mediático y político. ¿Cómo afrontarlo? ¿Qué hacer? ¿Ir a un psicólogo? ¿Contratar un coach? ¿Un libro de autoayuda? Mejor, ¿30 libros de autoayuda? Al fin y al cabo es posible que si aumentamos la medicina sea más fácil curarse, ¿no?

Para evitar el estrés de leer el artículo, vamos a comenzar con un poco de relajación. Siempre se puede afirmar que "no hay que tomarse la vida en serio, total, no vamos salir vivos de ella". Aunque el aforismo es un poco exagerado transmite una enseñanza fundamental: no hay que tomarse las cosas a la tremenda. Para comprender el absurdo de ello, pensemos en lo que nos preocupaba hace diez años. ¿Qué era? Si nos cuesta recordarlo, es que estábamos inmersos en un mundo de tonterías semejante al actual.

En caso contrario, toca reflexionar sobre lo que hicimos en su momento. Importantes, las comparaciones con uno mismo. Por fin se han puesto de moda. Una reciente encuesta realizada en Twitter preguntaba qué le dirías a tu yo de hace diez años para poder mejorar las decisiones futuras. Sí, muchos recomendaban invertir en Bitcoins. El más divertido, el que decía "no esperes siete años a separarte de tu pareja y déjalo ya." Lo más práctico, pensar cómo deseamos que sea nuestro yo futuro dentro de diez años tomando ya las medidas pertinentes para ello.

En todo caso, el estrés pesa. Es fácil tenerlo: no hacer nada o hace poco nos incomoda. No llegar a hacer todo lo que queremos también. Ver que la realidad nos sobrepasa también. La incertidumbre sobre nuestra vida y lo que nos rodea también. Sí, hay muchas posibilidades. Tantas como queramos.

Para afrontarlo, el primer paso es ser conscientes del mismo y comprender que no estamos equilibrando nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros actos. Ojo, que no se trata de hacer una teoría fácil y vacía. Existen situaciones que sólo se pueden conllevar y no tienen solución. En caso contrario, que se lo pregunten al exfutbolista Juan Carlos Unzué, que está llevando su enfermedad con una gran dignidad. Además busca con su ejemplo y reconocimiento ayudar a otras personas que están pasando lo mismo e incentivar la investigación en casos semejantes.

El siguiente paso sería tomar las medidas habituales, es decir, aquello que nos cuentan a menudo los libros de autoayuda. En definitiva: perseverar, conocer tu propósito, comprender que un fracaso es siempre un paso adelante, usar la resiliencia, formarse, tener una amplia red de contactos, manejar bien el tiempo, hacer deporte, alimentarse bien, no abusar de las pantallas, controlar las emociones... nada que no sepamos ya. Desde luego, no son ideas inútiles. Aportan. Se pueden usar. Se deben usar. Permiten elegir. Admiten un toque personal. Son sencillas. Pues eso, a elegir.

Sin embargo, ¿por qué no usar medidas menos convencionales? ¡Adelante! Uno. Sentarse alrededor de una fogata. Así nos relajamos. Se reduce el estrés. Incluso un toque de penumbra permite que en las conversaciones las personas se cuenten más intimidades. Ahora bien, no es necesario tener una chimenea y una buena leña para fumar la pipa de la paz. Basta recrear ese ambiente. Una pantalla de televisión que simule una leña ardiendo es un comienzo.

Dos. No seguir reglas fijas. No creer ni en la "política de empresa", ni en "la política personal" (en la política es conveniente creer... si se es político). La realidad cambia, nuestro entorno cambia, incluso nuestro cuerpo cambia. Lo que se ha hecho siempre puede no ser lo mejor ahora.

Tres. Practicar la atención y profundizar en la misma. Es fácil despistarse entre pantallas, pensamientos y elucubraciones mentales. Se estima que durante más del 50% del tiempo de trabajo tenemos la cabeza en otro sitio (ahora bien, no sé cómo demonios se hacen esos estudios).

Cuatro. Cuidar los presupuestos temporales. De manera que cuando calculamos el dinero

necesario para ir de vacaciones al final siempre terminamos gastando más, cuando calculamos el tiempo necesario para actividades no predeterminadas (es decir, que no tienen horario fijo como el trabajo o unas clases concretas) como estudiar, hacer deporte o estar con la familia siempre estamos menos tiempo de lo previsto.

Cinco. Controlar las preocupaciones. Es peor pensar en ellas que las consecuencias derivadas de las mismas. Además, no se cumplen ni el 10%.

Seis. No usar nunca la palabra "ocupado". Algunas personas que han usado esta técnica comentan que pasado un tiempo, se sienten más libres y más felices. Es decir, perciben que son dueños de sus vidas.

Siete. Realizar, de cuando en cuando, actividades nuevas. Sirve un viaje, un libro, conocer otras personas, un espectáculo original... Las opciones son múltiples.

Ocho. Releer estas líneas.

* Economía de la Conducta. UNED de Tudela