L PP ha ganado las elecciones de Madrid y el PSOE las ha perdido. Si bien es verdad que las previsiones lo venían anunciando, yo, como socialista, no pensaba en tal descalabro: nadie pensaba en tal desenlace final para el PSOE, ni para los demás partidos. Sobre todo, porque la campaña que desarrollaron todos los partidos, de tan irracional, incitaba a la incertidumbre.

Al final la Sra. Díaz Ayuso va a poder gobernar a su antojo con sus 64 diputados, dejando caer algunas migajas para que Vox sacie sus posibles insatisfacciones, ya que Ciudadanos (C's) se ha quedado en la puerta, del lado de afuera, pero con la puerta cerrada. Seguro que si hubiera sabido el PP que le iban a apoyar tantos madrileños, le habría cedido algunos votos a Edmundo Bal (C's) para no tener que estar mirando constantemente a Vox. Esta es la lectura lisa y llana de los resultados, pero la interpretación no puede ser tan simple a tenor de lo acontecido durante la campaña, ni a tenor de lo ocurrido momentos después de conocidos los resultados definitivos. No solo hay que interpretar los resultados, sino también las actitudes y los comentarios de los líderes.

C's, a pesar de los esfuerzos denodados que ha hecho su candidato Edmundo Bal por parecer tranquilo y no forzar en exceso las voluntades de los votantes, buscando solo a los suyos y unos pocos más de buena voluntad, ha quedado fuera. De poco le ha servido su currículo esmerado, e incluso de menos que su llegada a los mítines en moto le facilitara la curiosidad de los ciudadanos hacia él. C's va abandonando el escenario, poco a poco, porque el primer líder de la formación, Albert Rivera, que creó el partido solamente para encumbrar su figura, hizo mutis por el foro sin importarle siquiera la orfandad en que dejaba a quienes le habían subido al pedestal de modo tan efímero, desde el que predicó ideologías y doctrinas en las que, como se vio, no creía ni él mismo. De modo que C's abandona Madrid -o Madrid abandona a C's- sin haber obtenido el más mínimo beneplácito. Casi seguro que las características del candidato no merecían tal desprecio, pero la política y la democracia subsiguiente suelen ser injustas en estas circunstancias.

Vox, a pesar de las intransigencias gestuales y dialécticas durante la campaña, que provocaron discusiones absurdas y desavenencias entre los candidatos, se mantiene como una fuerza necesaria y útil, además de dispuesta a apoyar al PP porque, como ha advertido, su misión "divina" pasa por construir diques de contención a los posibles avances de la izquierda. Cuando la Sra. Monasterio hizo explotar la cordura entre los candidatos en el debate televisivo que facilitó el teatrillo de Pablo Iglesias (Turrión, que no Pose), provocó igualmente que la campaña electoral, lejos de ser un elemento constructivo de la posterior entente entre los líderes y candidatos, deviniera en una pelea de burdel o un regateo absurdo y propio de un mercado de baratijas. No obstante, la campaña continuó con mucha más pena que gloria y mucha más miseria de argumentos que abundancia de propuestas.

MM (Más Madrid) ha sido la triunfadora en el ramillete de la oposición, sobre todo porque en ningún momento tuvo nada que perder. Nadie podía achacarle comportamientos extraños porque su bagaje nunca había contrastado acciones con resultados. Surgidos de un debate malhumorado de Errejón con Iglesias, aún no han ocupado ningún sillón relevante ni han dictado ninguna orden ni han impulsado ninguna acción superior. Sus órganos directivos jamás han tenido que desenfundar las uñas ni para atacar a nadie ni para defenderse de nadie, de modo que el semblante pacífico, el cuerpo refinado y la mirada entre comprensiva y misericorde de su líder, Iñigo Errejón, solo podían generar confianza y cercanía. ¿Y qué decir de Mónica García, su candidata, que ha actuado en sus comparecencias públicas y en los escasos debates como el médico -que es su profesión, además- que acaba de intervenir sobre un posible enfermo que tiene toda su confianza depositada en el galeno? Eran quienes tenían el camino más expedito porque nadie podía tirar de hemeroteca para rebajarles ni su currículo ni su historial.

UPodemos se ha quedado con diez. Ha sido el que menor representación ha obtenido de los cinco en cuestión. De esto solo tiene la culpa la voluntad caprichosa y selectiva de los votantes, que no siempre se dejan conducir por musas sino por diablillos, y que se dejan influir por quimeras y cabezonadas. No obstante, UPodemos experimentó en los momentos previos, y durante el proceso electoral, las actitudes intransigentes, especulativas y absurdas de Pablo Iglesias que, en un alarde de todopoderosismo, no dudó en proclamarse candidato, abandonando incluso su responsabilidad como vicepresidente del Gobierno español. Tal impulso caritativo -es decir, cambiar la Vicepresidencia por un mero sillón en la Comunidad madrileña- no lo hubiera facilitado ni el mismísimo Jesucristo en sus momentos más humildes, pero Pablo lo hizo y, al hacerlo, facilitó que hiciera la campaña a su manera, aceptando o despreciando a su antojo los actos a los que debería acudir para contratar pareceres con sus contrincantes.

En la noche electoral anunció su renuncia o dimisión sin exponer ningún motivo razonable, ni siquiera digno. El argumento de los malos resultados, salvo que le hayan aflorado ahora de forma súbita ramalazos de modestia y humildad, no sirve, porque sus contiendas electorales se cuentan por fracasos y resultados paupérrimos que deberían haberle provocado el abandono antes de ahora. Además, otros abandonaron en otras formaciones antes que él, motivados por resultados adversos, pero nunca lo hicieron argumentando con tanta rabia y tan escasa adjudicación de responsabilidad propia. En su rueda de prensa nombró en varias ocasiones el término "trumpismo", en relación al dirigente norteamericano Trump, achacando tal trumpismo a la candidata del PP que le había derrotado por 65 a 10. Su abandono acontece curiosamente después de que se mostrara como la garantía para hacer florecer y triunfar a su formación a la que ha abandonado y ha dejado, nunca mejor dicho, diezmada. Por si acaso, en lugar de abandonar a su formación liberándola de cargas y compromisos, se permitió proponer a su compañera Yolanda Díaz como su sustituta al frente de UPodemos. Dejó de ser el padre, pero se erigió en padrino.

Y quedan dos partidos cuyos destinos, en esta ocasión, han sido muy diferentes, antagónicos: éxito y fracaso. Los partidos del famoso bipartidismo se han enfrentado en esta ocasión, si bien que encabezados por personas cuya vocación política es bien diferente. Díaz Ayuso y Gabilondo no tienen nada que ver en sus características, de modo que cualquier careo o debate entre ellos terminaría en un fracaso. La que, a la vista de los resultados, será presidenta se permitió decir que "la libertad es llevar una pulsera que lleve escrita la palabra libertad sin tener que ocultarla". Tal es su simpleza de pensamiento, pero su administración de la pandemia actual ha sido tan permisiva que le ha llevado a confundir libertad con libertinaje o con libre albedrío, lo cual usado en un párrafo de carácter oficial no tiene sentido. Quien, en principio, estaba llamado a competir con ella era Gabilondo, cuyos 24 escaños se han quedado excesivamente cortos, incluso para sumarlos o añadirlos a los de las demás fuerzas de izquierdas (MM y UP).

La derrota de la izquierda no admite puntualizaciones ni disculpas, pero la enseñanza que debemos sacar nos remite al pasado. UP y C's han sido formaciones surgidas aprovechando la desideologización de las antiguas ideologías y la crisis representativa del socialismo y el comunismo, que acontecieron cuando, incluso, el comunismo dejó de llamarse de ese modo en España. Lo que está en juego ahora mismo es el futuro del socialismo español y del PSOE. Ábalos, vicepresidente del Gobierno, se ha permitido afirmar, con un arrojo tan endiablado como atrevido, que el tiempo de Gabilondo ya ha caducado (noticia televisiva)... Y bien, ¿va a cargar con toda la responsabilidad del fracaso el bueno de Ángel Gabilondo que acudió a socorrer al PSOE como si se tratase de un fichaje estrella? ¿Va a cargar con la culpa él, que ganó las elecciones a la mismísima Ayuso hace solo dos años? ¿Va a ser él el culpable de los malos resultados después de que quedara en la pelea dialéctica y electoral solo ante un enemigo tan ensañado y traicionero como Pablo Iglesias que siempre se portó como un huidizo oportunista?

Es el tiempo de la reflexión y la recapitulación en el PSOE. Hacer oposición a la Sra. Ayuso no tiene que ser nada difícil, aunque obtener resultados satisfactorios sea harina de otro costal. A la nueva presidenta le falta poso democrático y cae en el ridículo en cuanto se la acosa lo más mínimo... Pero, eso sí, el PSOE necesita recuperar credibilidad y pujanza. Contemporizar con el UPodemos de Pablo Iglesias (Turrión, que no Pose) no es igual que hacerlo con el de Yolanda Díaz. Se abre un nuevo tiempo que requerirá seriedad. Cuando UPodemos caiga, más todavía, el bipartidismo al que tanto han combatido los desideologizados recobrará algo de su fuerza y su estrategia. Habrá principios ideológicos -e incluso la pandemia habrá sido superada- y los líderes políticos los aplicarán en el día a día obviando las florituras con que nos han engañado durante los últimos ocho años los embaucadores Rivera e Iglesias... No pierdo las esperanzas por el traspié sufrido... ¡No perdáis las esperanzas: ¡la izquierda existe, vaya que sí existe!