N mi primera visita a Denver (Colorado), en 2008, el Denver Art Museum (DAM) estaba ya reformado: un nuevo edificio museístico se había inaugurado tan solo dos años antes, en 2006.

El arquitecto que diseñó el nuevo Edificio Hamilton del museo, Daniel Libeskind, se había graduado de la universidad The Cooper Union, en Manhattan, cuya escuela de arquitectura contaba y cuenta con algunos de los arquitectos más célebres y reputados del mundo entre sus graduados y profesores: John Hedjuk, Peter Eisenmann, Diller & Scofidio, Toshiko Mori, Anthony Vidler, Shigeru Ban, entre otros.

Mi libro sobre la globalización vasca (Bilbao. Basque Pathways to Globalization) se había publicado poco antes, en 2007, y los temas que investigué durante varios años para ese libro resultaban muy cercanos. Uno de esos temas era la cuestión del impacto de la arquitectura icónica en el desarrollo económico y la revitalización urbanas.

En Denver, pude comprobar que era un lugar común situar los orígenes del Edificio Hamilton en Bilbao, luego de que el director del DAM visitara la inauguración del Bilbao Guggenheim años antes y quedara cautivado por lo que vio: quería uno parecido para Denver.

La prensa citaba al alcalde de Denver augurando que el revoltijo de formas geométricas revestidas de metal que componían el diseño de Daniel Liebeskind "nos pondría en el mapa como un destino de clase mundial", un deseo aún no hecho realidad hoy.

Existen abundantes similitudes formales entre los dos museos (Bilbao y Denver), incluida la elección del material (revestimiento de titanio), la elección de un arquitecto estrella y la construcción de una atrevida estructura escultórica.

Además de las similitudes arquitectónicas, el Edificio Hamilton estaba destinado a desempeñar un papel fundamental en el desarrollo urbano del vecindario Golden Triangle, al sur del edificio e infrautilizado durante mucho tiempo. El uso de un arquitecto internacional para llamar la atención sugiere que la influencia del Guggenheim Bilbao en el DAM es indiscutible.

El edificio Hamilton se vendió al público no solo como un edificio, sino como un símbolo y un evento. El poder de la arquitectura como icono depende de la circulación de imágenes visuales, combinada con un conjunto de prácticas turísticas encarnadas y realizadas por parte de los arquitectos, los críticos profesionales y los periodistas.

Según Charles Jencks, el edificio icónico "no tiene por qué ser una gran obra de arquitectura, pero debe ser cautivadora. Tiene que mover tus vísceras, te guste o no, y permanecer como una imagen en la memoria que atrae otros pensamientos a su órbita".

Usar un edificio para representar un lugar no es nuevo; la Torre Eiffel, la Ópera de Sydney e incluso las catedrales góticas son iconos que atraen a la gente a visitarlas.

El Edificio Hamilton se destaca de los edificios circundantes, rompe con las normas históricas para los museos de arte y centros cívicos, utiliza un nuevo material para el revestimiento y desafía la gravedad con sus ángulos y voladizos.

Es una ruptura que ha sido examinada y probada con éxito en Bilbao y copiada en varias ciudades de Estados Unidos. El comité de selección tenía pruebas sólidas en el Museo Judío de Berlín (diseñado por Libeskind) y en el Bilbao Guggenheim de Gehry de que podría ser una estrategia exitosa.

Tanto los elementos locales como los globales influyeron en la planificación y el diseño del Edificio Hamilton, un evento urbano que apuntaba a una escala internacional, porque pretendía expandir el alcance global de Denver.

El diseño de Libeskind fue simultáneamente una herramienta para la planificación urbana local y un símbolo de innovación urbana y regional. De una manera muy básica, el museo es parte del tejido urbano de Denver y el Edificio Hamilton se toma en serio su papel a nivel urbano, buscando conectar el Centro Cívico y el Golden Triangle.

La gentrificación urbana fue un efecto intencionado del edificio. Los líderes urbanos de Denver intentaron transformar el centro cívico de la ciudad "de un lugar de personas sin hogar a un lugar donde las clases altas pasaran el tiempo". El éxito del edificio en este aspecto es solo parcial y los precios de las propiedades en el área no han cambiado significativamente por efecto de la gentrificación impulsada por el propio edificio. Aunque el mercado inmobiliario de Denver no colapsó tanto como lo hizo en lugares como Las Vegas o Phoenix, sí experimentó la desaceleración de la vivienda que afectó a los Estados Unidos a raíz del colapso de 2008.

El museo recibió críticas sustanciales: sobre el estilo arquitectónico de Libeskind y la supuesta calidad decreciente de su trabajo, sobre la capacidad del edificio para funcionar como museo de arte, sobre la percepción del fracaso del edificio como un espacio para exhibir arte.

Si bien el Edificio Hamilton recibió críticas en su mayoría negativas acerca del estilo de Libeskind y sus exposiciones de arte, también recibió comentarios favorables sobre su relación con el espacio urbano. Los críticos se refirieron al Edificio Hamilton como un "modelador sorprendentemente sensible del espacio urbano", un "giro contemporáneo en el contexto urbano" y un "tour de force en términos urbanísticos". De hecho, el edificio logra de manera brillante entretejer partes dispares del paisaje urbano de Denver.

Cuando los museos-esculturas se utilizan en estrategias urbanas neoliberales, la mercantilización de edificios icónicos es una característica común. Al igual que la regeneración cultural no puede separarse de la regeneración impulsada por la propiedad, la intencionalidad de los líderes urbanos cuando utilizan museos icónicos en sus planes de revitalización es principalmente, como sabemos, una mayor rentabilidad económica, crecimiento, competitividad y visibilidad global. En este contexto, el papel del arte es, en el mejor de los casos, secundario y a menudo se descuida.

No se debe olvidar que, cuando los museos están pensados ??como catalizadores del desarrollo urbano, generalmente hay muchos impactos negativos en cuanto a accesibilidad y calidad de vida en las áreas adyacentes. Los nuevos museos a menudo atraen visitantes y dan energía a los vecindarios, pero con demasiada frecuencia los residentes, y en particular los residentes de bajos ingresos, tienden a ser ignorados y perjudicados.

Victoria Newhouse, autora de Towards a New Museum, nos dice que durante las dos últimas décadas estas consecuencias se han hecho muy visibles. Los grandes proyectos de renovación urbana normalmente encabezan la gentrificación, causando el desalojo de las poblaciones de bajos ingresos y originando protestas y muchas controversias.

Con todo, el edificio de Libeskind en Denver no convirtió a la ciudad en un destino turístico de clase mundial. Una razón son las limitaciones intrínsecas de los iconos urbanos para desencadenar cambios económicos significativos en las ciudades. Otra es la pérdida de hegemonía de la arquitectura espectacular en la teoría del diseño y en su uso como herramienta para la revitalización urbana.

Ha habido un cambio en la retórica y la planificación de la ciudad, que se ha alejado de edificios monumentales como el Edificio Hamilton hacia el cultivo de instituciones artísticas más pequeñas o hacia la cultura callejera, los distritos culturales y de innovación y la sostenibilidad. Se ha producido una clara evolución en la planificación y las estrategias urbanas en los últimos diez años. El significado del DAM en Denver ha cambiado y su influencia como herramienta de revitalización urbana ha disminuido.

La planificación y los proyectos de construcción en las zonas del Centro Cívico y el Triángulo Dorado de Denver desde 2006 hasta el presente muestran un cambio en la conceptualización del espacio público y de lo que los líderes locales entienden como estrategias de desarrollo del arte y la cultura. En parte como consecuencia de todo esto, el Museo de Arte de Denver ha perdido autoridad como icono de la cultura en la ciudad.

* US Fulbright Specialist, Senior Research Scholar en el MIT, Visiting Professor en London School of Economics