L covid-19 había atrapado anteriormente a dos famosos mandatarios negacionistas, Boris Johnson y Jair Bolsonaro, con resultado dispar ya que el primero tras su enfermedad vio las orejas al lobo y se pasó al bando de los sensatos; no así el segundo, que continúa su insensata cruzada negacionista sumiendo a Brasil en un absoluto descontrol. Ahora le ha tocado a Donald Trump caer en las garras del bicho. La pregunta es si como el mandatario británico habrá caído del caballo y entrado en la senda de la sensatez o si por el contrario seguirá la que continúa trazando el brasileño.

De los dirigentes negacionistas del inicio de la pandemia solo queda sin contagiarse Sebastián Piñera, presidente de Chile. Los cuatro países que dirigen acaparan, y probablemente no por casualidad, el mayor porcentaje de infectados, ingresados y fallecidos por el covid-19. Ellos y el dirigente de Rusia, Vladimir Putin, son los cinco, y no cuatro, Jinetes del Apocalipsis actuales. Y que los contagios consigan hacerles cambiar de opinión podría ser clave en el devenir de la pandemia en el resto del planeta. Los negacionistas suponen un aliado perfecto para el virus y si, además, son tan poderosos como estos, la cuestión se agrava. Si al todopoderoso Trump le hace darse cuenta de que su mejor experto, Anthony Fauci, es el guía al que debe seguir, nos irá mejor a toda la humanidad. Eso suponiendo que sus condiciones de alto riesgo, edad (tiene 74 años), obesidad y alguna enfermedad que mantienen en secreto le permitan, como parece y apunta su campaña mediática (ya se sabe que es un gran experto), eludir un riesgo mayor.

Reconocer como han hecho fuentes oficiales, quizás por error, que estaba siendo tratado con Remdesivir y especialmente con Dexametasona indica que su situación no ha sido tan leve. Esa última no es eficaz en estadios leves de la enfermedad.

La imagen saliendo del hospital para saludar a sus seguidores demuestra a las claras que su mandato está marcado por los aspavientos y golpes de efecto, pero cabría exigir del mandatario más poderoso del mundo un comportamiento de mayor ejemplaridad.

Las noticias que se han sabido sobre las razones de su contagio, indican que se produjo por un nuevo acto de irresponsabilidad. Cuando se están lanzando constantes mensajes a la ciudadanía para que cuiden sus actos y se protejan ellos y a los demás, es decepcionante que precisamente quienes les dirigen no lo hagan.

El covid-19 nos ha demostrado en estos nueve meses que es imprevista y traicionera, por lo que aunque Trump sea en estos instantes el paciente más cuidado del mundo cualquier cosa podría ocurrir.

Teniendo en cuenta que las elecciones en EE.UU. se celebran el próximo 3 de noviembre, todo el mundo está especulando sobre el efecto que este imprevisto pudiera tener en las mismas, especialmente debido a la incertidumbre total que las impregna. De momento, esa campaña e va a desarrollar sin uno de los elementos que más le gusta a Trump, el contacto directo con sus seguidores en los mítines multitudinarios que pensaba realizar en esto treinta días. Probablemente sin tomar las debidas medidas de seguridad, como ha debido ocurrir en su contagio. Es paradójico que se apunte que está entre ese peligroso grupo de los "supercontagiadores" y que ha provocado una infección generalizada en su entorno y resulta cuando menos curioso la lucha electoral para dirigir el país más poderoso del mundo se dé entre un enfermo de 74 años y otro no excesivamente sano de 77. Queda contener el aliento estos días hasta el próximo 3 de noviembre, deseando que todo lo que ocurra allí sea beneficioso para la humanidad.

Pero la irresponsabilidad no es únicamente foránea. Si lo trasladáramos a nuestro país habría que añadir a Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso. O sería mejor señalar a Iván Redondo y Miguel Ángel Rodríguez, los todopoderosos gurús de ambos, que nos llevan de choque de trenes en choque de trenes hasta el desastre total. La situación resulta esperpéntica si no fuera dramática. Que Madrid esté confinada y Nafarroa no, con datos muy parecidos, desde luego muy por encima de las recomendaciones de los expertos, puede trasladar a la ciudadanía el peligroso mensaje de que las medidas se toman en función de quién gobierne en cada comunidad y eso significa un desprestigio absoluto de la política. La consejera de Salud de Nafarroa, Santos Induráin, y su presidenta, María Chivite, cada vez se parecen más en sus actos y especialmente en sus comentarios públicos, a sus homónimos de Madrid, Enrique Ruiz Escudero e Isabel Díaz Ayuso, lo que indica el desvarío en el que estamos inmersos. Los intentos estériles de minimizar la gravedad de la situación escondiendo la cabeza bajo el ala indican que la situación les viene grande y se encuentran absolutamente desbordados, poniendo en peligro la salud comunitaria en sus respectivas comunidades. La terrible situación actual pide serenidad, diálogo, acuerdo y toma de decisiones coherentes.

* Exparlamentario y concejal del PSN-PSOE