L pasado miércoles, Pedro Sánchez comparecía en el pleno de control del Congreso. Aparecía en el hemiciclo henchido de autoestima. Un chaparrón de aplausos llovidos desde su parroquia le acompañó a su entrada en la Cámara. El acuerdo de la cumbre europea en relación a los fondos de recuperación le había servido para transitar por "el pasillo de los pasos perdidos" como un torero, un divo que antes de sentarse en su escaño y mirando al tendido diría con orgullo "aquí estoy yo".

Quienes mejor le conocen dicen de Sánchez que tiene una personalidad poliédrica. Que tiene un gran concepto de sí mismo y que lleva muy mal las críticas. En paralelo, también afirman, a la hora de identificarle, que no duda en cambiar de opinión si la nueva que asume le da ventaja. Que hay "muchos Sánchez" en su persona: el soberbio, el seductor, el solitario. Pero por encima de todos está el superviviente.

El miércoles, en la Carrera de San Jerónimo, apareció Sánchez el magno. Con el acuerdo final de la cumbre europea dejó de habitar en La Moncloa para levitar en el Olimpo. Y ante tanta gloria y autosuficiencia acumulada, el presidente casi divino se encontró con una pregunta terrenal suscitada por el portavoz del PNV, Aitor Esteban, que le molestó extraordinariamente: "¿Piensa seguir obviando la relación bilateral entre el Estado y la Comunidad Autónoma Vasca retrasando la convocatoria de la Comisión Mixta de Concierto que debe establecer los límites de déficit y deuda para las administraciones vascas?".

La literalidad de la pregunta escondía algún reproche no explicado. Pero aquella interpelación dejaba entrever una profunda crisis de confianza entre los nacionalistas del PNV y el gobierno español.

Sánchez respondió con soberbia. ¿Quién osaba cuestionar su "sensibilidad" autonómica? Él, que había transferido recientemente tres competencias al País Vasco, que se había comprometido, calendario en mano, a cerrar el cumplimiento del Estatuto. Sánchez vino a decirle al PNV que nadie como él había hecho tanto por Euskadi. Reconoció la existencia de un acuerdo, del que leyó literalmente un párrafo, pero se fajó en su cumplimiento por razones incomprensibles. Lo peor de todo es que el jefe del gobierno español falseó la realidad argumentando que si el acuerdo bilateral no se había cerrado era como consecuencia de la diferencia de datos entre administraciones, que "se estaba negociando" y que dicha negociación -en realidad inexistente- daría como resultado, "no lo dude usted", la reunión de la Comisión Mixta de Concierto.

El portavoz del PNV no pudo menos que expresar su indignación. Esteban, que conoce como nadie la atávica reticencia de los diferentes gobiernos españoles por cumplir con los compromisos políticos adquiridos, advirtió al Partido Socialista de que el quebrantamiento de lo convenido tendrá sus consecuencias.

El acuerdo incumplido con el PNV se firmó el pasado 20 de mayo. Según lo establecido por ambas partes, el Ejecutivo central se comprometía "a garantizar que el País Vasco tendrá en el ejercicio 2020 un porcentaje de déficit sobre PIB equivalente al descenso de recaudación previsto por las Diputaciones Forales de los Territorios Históricos, así como a permitir la utilización del superávit presupuestario de 2019". Para sustanciar este acuerdo, el ejecutivo central acordaba celebrar una reunión de la Comisión Mixta del Concierto Económico "durante la primera semana del mes de julio".

En contra de lo que alguien ha sugerido tendenciosamente, el PNV no reclamaba dinero de los fondos aprobados en el Estado. Simplemente reclamaba la necesidad de clarificar las condiciones y los márgenes financieros con los que la Comunidad Vasca -y la Navarra- deben diseñar el marco presupuestario con el que enfrentarse a la crisis. El déficit requerido por el PNV lo pagarían las instituciones vascas, no el Estado, que no tendría que dedicar ni un euro al presupuesto de la Comunidad Autónoma Vasca y los territorios forales. En consonancia con el Concierto Económico.

Desde finales de mayo, los días fueron pasando y la Comisión Mixta no se convocó. El PNV intentó denodadamente que el compromiso de ambas partes se llevara a la práctica pero, a pesar de las buenas palabras de unos y otros, su ejecución fue siempre cortocircuitada por la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, quien en diversas ocasiones, aunque siempre en privado, trató de desvirtuar el Concierto Económico y la bilateralidad entre administraciones dentro de una visión centralista según la cual, los vascos, como todos, "debemos someternos a los acuerdos emitidos por el Consejo de Ministros". Ella y sus altos cargos han sido los que han cuestionado los márgenes del acuerdo y, en consecuencia, han puesto en duda los datos objetivos remitidos por las administraciones vascas en relación a la caída real de la recaudación en Euskadi.

La ministra Montero, portavoz además del gobierno, parece tener un especial sentido del humor. Más que eso. Lo que tiene es una guasa que no se puede aguantar. Lo está demostrando al cuestionar la validez del acuerdo que su gobierno firmó con el PNV en mayo pasado. A ella, los compromisos que no firma en primera persona no le vinculan. Olé su gracia. Pero ese ánimo desaborío también ha tenido su incidencia en otras cuestiones, como la propuesta que ha hecho a los ayuntamientos en relación a sus remanentes de tesorería. Su opción es desternillante, por la tomadura de pelo que supone.

Como es conocido, la legislación vigente y el gobierno del señor Sánchez vetan la posibilidad de que los ayuntamientos puedan utilizar con carácter general sus remanentes de tesorería en políticas públicas que redunden en el beneficio de la ciudadanía. Es por eso que los responsables municipales han reclamado insistentemente la flexibilización de la regla de gasto y que se les permita, sobre todo en circunstancias como las actuales, poder utilizar esos ahorros de que disponen en nuevas necesidades.

Es en estas circunstancias en las que Marisu Montero ha sacado a relucir su gracejo. La ministra portavoz ha presentado una propuesta a la Federación española de Municipios en la que articula un fondo de 5.000 millones de euros utilizables por los ayuntamientos para determinadas inversiones durante el presente año y el siguiente (2021).

El chiste estriba en que lo que se propone a los ayuntamientos es que éstos presten al Estado su superávit. Montero se compromete a devolvérselo en diez años y, a cambio, como prestación generosa, les autoriza a gastar ciertos límites de dinero (los 5.000 del fondo) que ya son suyos. Es decir me quedo con tus remanentes y a cambio te permito que puedas utilizar solo una parte de los mismos. Yo invito, tu pagas, y además yo te diré cuánto y dónde. No me digan que no tiene gracia la imaginativa proposición de María Jesús Montero. Ni Cristóbal Montoro, el ingenioso, demostró tanta chispa. A este paso, y con la cantidad de amigos que está haciendo con sus bromas, la señora Montero se está jugando ser la primera ministra de este gobierno reprobada en el parlamento. Va camino de ello.

El proceso electoral pasado aconsejó al PNV no aflorar el conflicto suscitado por la no convocatoria de la Comisión Mixta de Concierto para dar cumplimiento al acuerdo del nuevo endeudamiento. Pero el tiempo avanza y comienza a ser tarde para que las instituciones vascas establezcan los marcos económicos que puedan definir los presupuestos para el próximo ejercicio. Un año en el que la caída de los ingresos públicos deberá ser compensada por un endeudamiento que enjuague el bache de recursos que la inactividad nos ha dejado. El nuevo Gobierno vasco necesitará presupuestos. Como los necesitará el Ejecutivo de Sánchez. La Moncloa no es el Olimpo. Ni sus poderes exceden lo terrenal. En algún momento, su debilidad requerirá nuevamente que el PNV le apoye. Se harán entonces llamadas a la responsabilidad y al compromiso de Estado de los nacionalistas. Pero la desconfianza generada por los acuerdos incumplidos puede que haya hecho mella en la credibilidad y en la fiabilidad del dirigente socialista. De momento, el PNV lo ha dejado claro. No llame a nuestra puerta hasta que no haya cumplido los acuerdos previos. Si no rectifica, Sánchez deberá gobernar apoyado por su soberbia.

* Miembro del EBB de EAJ-PNV