L 12 de julio, la mayoría de las vascas y vascos de esta parte de Euskadi confió su voto a EAJ-PNV. 349.429 personas votaron por la mejor opción para este país, en un momento crítico provocado por el indeseable covid-19. El PNV ha logrado el ambicioso objetivo que se había marcado: un parlamentario más por cada uno de los tres territorios históricos, 31 escaños de los 75 del Parlamento Vasco, 10 más que la segunda fuerza, EH Bildu. Quiero agradecer su voto a cada una de esas 349.429 personas por haber confiado en nuestra palabra de que haremos todo lo que esté en nuestra mano para salir de esta. No será fácil, de hecho nos esperan años muy difíciles, pero con trabajo y esfuerzo, con determinación e ilusión, con la verdad por delante y con las mejores personas al servicio de este pueblo, saldremos. Y lo haremos con todo el empeño puesto en no dejar a nadie abandonado a su suerte. Puede que hacerlo así nos lleve a necesitar más tiempo, que haga que el camino sea más arduo, pero lo haremos.

El PNV siempre ha tenido muy claro un principio que Xabier Landaburu, quien fuera uno de los redactores del Estatuto de Estella y miembro del EBB, dejó escrito en pleno franquismo: “Si el nacionalismo pretende reconstruir la nación, su programa de edificación nacional tiene que tener un contenido social. Ningún afán de reivindicación patriótica merece la atención de las gentes si no lleva entre sus finalidades un proyecto de mejora de la vida del trabajador compatriota”. Esta idea ha sido siempre referencial en las políticas de EAJ-PNV: la construcción social y la construcción nacional son las dos caras de una misma moneda. El PNV trabaja para mejorar las condiciones de vida de los vascos, la sanidad, la educación, la protección social y el empleo, atendiendo a la realidad en la que vivimos, sobre todo cuando en esa realidad nos vienen mal dadas, y lo hace sin perder de vista su ideario político, el de los principios soberanistas, recogidos también en su programa electoral. De ese modo, respondemos a los retos y necesidades que se plantean en cada momento, sin dejarnos asfixiar por un realismo descarnado ni perdernos en un puro idealismo, haciendo política con paciencia y respeto democrático. Esta es la esencia de nuestro nacionalismo.

Otros no lo entienden así. De hecho, hemos vivido una campaña sucia. O, a lo mejor, es más exacto decir que vivimos condenados a una campaña sucia sin fin. EH Bildu, que se pasea ufana por los medios queriendo hacernos creer que celebra un triunfo que el pueblo no les ha dado, no duda nunca al elegir la estrategia más destructiva posible contra el PNV. A veces lo hace con disimulos, con ofrecimientos vacíos a la colaboración, pero en realidad atiende a un único objetivo, el mismo de siempre: erosionar al PNV para, algún día, lograr el poder. Ese es todo el afán político de EH Bildu, también en tiempos de grave crisis social y económica como estos que vivimos y, para lograrlo, solo se le ocurre una estrategia: embarrar la política. Alguien podría pensar que el principio básico de la política es lograr el bien común y que atendiendo a ese principio, cuando las amenazas contra ese bien común se multiplican, la segunda fuerza política de Euskadi debiera poner de lo suyo para ayudar. Pero, visto lo visto, desgraciadamente no nos equivocaremos al afirmar que ese alguien no está en la ejecutiva de la izquierda abertzale.

EH Bildu ha enfangado la campaña y seguirá haciéndolo durante la nueva legislatura porque ha calculado que, durante los años de dura crisis económica poscovid, a sus intereses partidistas les rentará más la agresión que la colaboración. En Euskadi hemos afrontado muchas veces graves momentos de crisis, lo hicimos en los 80, en los 90 y también en la de 2008-2013. El PNV siempre ha estado ahí, remontando cada agujero en el que nos hemos visto sumidos. En todas las ocasiones, la izquierda abertzale se ha dedicado a hacer justo lo contrario. Ahora han mejorado su técnica de marketing, aunque a veces se les ve el plumero, como con el indecente vídeo de Ernai en el que se dedican a dar hachazos al PNV. Pero su estrategia sigue siendo la de poner zancadillas en vez de colaborar. Saldremos de esta aunque, una vez más, desgraciadamente, la colaboración política y los acuerdos de construcción social con la otra opción abertzale serán imposibles. No hay más que atender a las declaraciones de los líderes de EH Bildu para saber que los acuerdos serán imposibles. “No iremos de copilotos, queremos cambiar de coche”, ha dicho Arnaldo Otegi demostrando que lo único que les interesa es precisamente “el cambio”. Lo de colaborar a favor del interés general, básicamente, les resbala.

Por cierto, ¿no suena un poco soberbio afirmar que han obtenido “el mejor resultado de la historia” cuando, en 2012, la candidatura de Laura Mintegi obtuvo casi 30.000 votos más que la de Maddalen Iriarte en 2020 y 21 escaños, los mismos que ahora? Más bien parece que estemos asistiendo a una escenificación de sobredosis de autoestima política, demasiado fácilmente comprada por muchos medios, entre ellos, EITB. Que no nos vendan la moto, porque si los de EH Bildu han sido buenos resultados, los del PNV han sido bastante mejores. Y ello a pesar del alto nivel de abstención que se ha producido. Los motivos que han propiciado el bajo nivel de participación pueden ser muchos. Hay quien argumenta lugares comunes para explicarlo, como ese que se repite continuamente del alejamiento entre la ciudadanía y la política, que de tanto repetirse puede que esté causando estado y haciendo flaco favor a la democracia. Es posible que, en estos tiempos de pandemia, la situación de oclusión en la que vivimos haya restado motivación por las urnas. O puede que los motivos de la abstención sean más prosaicos: el hecho de que las encuestas hayan ido otorgando al PNV un triunfo demasiado rotundo o, simplemente, que las elecciones se hayan celebrado a mediados de julio.

También puede ser que alguien haya hecho juego sucio. A pesar de que en alguna entrevista Arnaldo Otegi ha protestado por el hecho de que se acuse a Bildu de “meter miedo y promover la abstención” con la pandemia, lo cierto es que todos pudimos ver, unas cuantas veces y en todos los medios de comunicación, al alcalde de Ordizia repetir aquello de que “no se daban las condiciones de seguridad ni democráticas” para celebrar elecciones. Esa opinión fue replicada en las redes sociales por buena parte de la izquierda abertzale. Probablemente, no podremos saber si la estrategia de provocar miedo desactivó a una parte de los votantes del PNV, pero lo que sí sabemos es que fue una estrategia indecente: pretender asustar a los votantes ajenos mientras se redoblan los esfuerzos para arrastrar a los propios define a quien lo hace. Tanto es así que yo misma, estando de interventora por EAJ-PNV, recibí a media tarde un whatsapp que decía que “la abstención está siendo alta”, por lo cual recordaba “el valor de cada voto” e instaba “a votar cuanto antes” a… “la izquierda soberanista”. La reivindicación de la treta vino de la mano de la viñeta que publicó Gara el lunes: a la izquierda, felicitaciones a EH Bildu sobre la imagen de Maddalen Iriarte; en el centro, un lema: “El pueblo se construye pueblo a pueblo”; a la derecha, el alcalde de Ordizia con su mascarilla. A buen entendedor, pocas palabras.

Lo peor de los resultados del domingo ha sido que Vox ha logrado un escaño en el Parlamento Vasco. Probablemente, tiene razón Otegi cuando señala que el origen de esos votos está allí “donde votan los guardias civiles acuartelados”. Y también cuando afirma que no podemos dejar que Vox marque la agenda, solo faltaría. Pero los puntos suspensivos de esta otra frase de Arnaldo Otegi tomada de la web de EITB, resultan ser inquietantes: “No tenemos nada que hablar con ellos, aunque en la vida parlamentaria...”. ¿Querrán decir esos puntos suspensivos que no tendrán problemas para coincidir con Vox siempre que sea para seguir cargando contra el PNV? En su día, no los tuvieron para coincidir con Oreja e Iturgaiz contra Ibarretxe, no lo olvidemos.

* Burukide del EBB de EAJ-PNV