A sido necesario que muera George Floyd para recordar cuál es la situación de la población negra en este país. Cuando la tasa de pobreza afecta a un 12% de la población norteamericana, asciende a un 21% entre la población negra según el censo oficial de 2018. La tasa de afroamericanos varones en prisión es cinco veces más alta que la de los blancos. Esto significa que, de una población penitenciaria total de 6,8 millones de personas (ya sea en libertad condicional o en prisión) los afroamericanos constituyen 2,3 millones o casi un 34% del total, cuando sólo representan un 12% de la población adulta del país.

Un dato más, el 19% de los negros adultos mayores de 25 años tiene un título universitario en comparación con el 32% de la población blanca. En 2018, 2,2 millones de estudiantes negros se matricularon en instituciones públicas y privadas sin fines de lucro que otorgan títulos universitarios en los Estados Unidos. Si combinamos ambas cifras la realidad es aterradora: el número de afroamericanos en correccionales y en la universidad es análogo.

No solo deberíamos saberlo, deberíamos ser conscientes de que ésta es la situación y actuar en consecuencia. Pero no es así. Para Trump, actuar en consecuencia significa movilizar a 17.000 guardias nacionales y hacer más de 7.000 arrestos en dos días, el fin de semana pasado. Porque, a pesar de las advertencias de sus compañeros de partido, en periodo prelectoral expresarse con dureza alimenta el voto entre sus seguidores. No obstante, es un error hacer derivar del Partido Republicano el racismo en Estados Unidos, y más aún caricaturizar en Trump a todo un partido o, peor aún, a un país de 330 millones de habitantes.

Y ¿cuál ha sido la política del Partido Demócrata? Hemos participado con gran energía y mucha ilusión en unas primarias en las que nuestro candidato, Bernie Sanders, ha sido derrotado por querer hacer algo más práctico que ser el exvicepresidente de un presidente negro. Algunos de los datos que he dado más arriba los comentó Sanders cuando nos visitó este pasado otoño. Pero, como ocurrió en 2016, el establishment ha derrotado a la única voz que aseguró que había que hacer algo mucho antes de que mataran a una persona y especificó claramente cómo se podía hacer en cuatro libros y cientos de discursos. Nadie protestó por las maquinaciones de Hilary Clinton en 2016 y nadie lo ha hecho hoy. Los titulares del New York Times de los meses de invierno en apoyo de Biden abogando por el status quo en nombre de la moderación son realmente desgarradores.

Es triste ver que desde dentro del Partido Demócrata no hay ni voluntad ni prisa. Serán los tataranietos de Luther King los que tal vez vean reducidos los porcentajes de la población negra en prisión a niveles inferiores al 12% y los índices de su población universitaria por encima del 32%.

Y, desde Europa, ¿hemos aprendido algo al mirar hacia Mineápolis?

¿En un mundo civilizado no sólo deberíamos desear sino que deberíamos estar acostumbrados a que en casos como este un Alto Representante de la Unión Europea nos explicase por qué cuando la mayoría de la población afroamericana vive en los doce estados del sur, son precisamente estos estados, con la excepción de Virginia, algunos de los principales búnkeres del Partido Republicano? O, ¿por qué en el estado de Misisipi, con un 37,8% de población negra, el Partido Republicano ha ganado todas las elecciones desde 1980? ¿Tal vez sería mucho pedir que nos explicara por qué en el condado de Jackson, con un 82% de población negra, Trump obtuvo un 67.85% de los votos en 2016? Podría deberse a que la realidad es más compleja€ ¿A qué huele la historia del Partido Demócrata en los grandes estados de Misisipi, Alabama y Georgia? Y, a pesar de lo que veamos en las películas, el norte está mucho más segregado que el sur: los cinco principales núcleos de segregación racial del país son Milwaukee, Detroit, Nueva York, Chicago y Cleveland, todos ellos feudos demócratas.

Podríamos incluso pensar que en el caso de Floyd la extracción social ha sido también un factor desencadenante porque, incluso en el Black Belt de Alabama y en su capital Montgomery, donde el 60% de la población es afroamericana y testigo de algunos de los peores capítulos de la historia del racismo en los Estados Unidos, ¿cuántas de las víctimas de brutalidad policial tienen ingresos superiores al millón de dólares, con independencia del color de su piel? En un país en el que el porcentaje de millonarios en el Congreso es del 50% y de alrededor del 48% en el Senado, la respuesta es obvia. Aparte, ninguno de los cincuenta estados de la Unión cumple con los estándares internacionales para el uso de fuerza letal por parte de los agentes de policía de 2015.

Pero el Alto Representante europeo decidió denunciar llanamente el racismo y la brutalidad policial en Estados Unidos. Si no me equivoco, esto lo dice la misma persona que no hace mucho declaró que "la violencia es la comadrona de la historia".

Pensemos por un momento que, un día después de los hechos, los cuatro oficiales involucrados en el asesinato de George Floyd fueron despedidos y que el FBI inició una investigación federal sobre la violación de derechos civiles, a petición del departamento de policía de Mineápolis. Cuatro días después, Chauvin ha sido acusado de asesinato en tercer grado y homicidio en segundo grado y se espera que el resto de los agentes allí presentes sean también llevados ante la justicia.

¿Dónde estaba el Alto Representante cuando el pasado abril "un joven identificado como Adil", de 19 años, murió durante una operación policial en Bruselas? Ha transcurrido más de un mes y aún no sabemos siquiera el nombre de la víctima. Mitch Henríquez murió en La Haya por estrangulamiento, a manos de cuatro oficiales de policía europeos que han sido absueltos. Un tribunal europeo ha absuelto a los tres agentes que dispararon 25 veces a Eric Torell, con síndrome de Down, cuando jugaba con una pistola de juguete. ¿Quién era Ahmed Abu Emad? Similares casos de brutalidad policial han sido denunciados por Amnistía Internacional y Human Rights Watch en los estados francés y español en estos dos últimos años. ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar para ver que se emprendan acciones judiciales contra algún agente en cualquiera de estos dos países a petición del departamento de policía?

Tal vez podemos aprender algo de la violencia al otro lado del océano en lugar de limitarnos a decir que existe pero, oyendo las declaraciones en blanco y negro del Alto Representante, creo que también en Europa tendremos que esperar unas cuentas generaciones para aspirar a algo mejor.

Hoy por hoy, nos hemos limitado a aceptar un toque de queda mental.* Profesor de la Universidad de Reno