EN el ya lejano 2001, una coalición formada por el PP y el PSOE a instancias de sus entonces líderes en Euskadi, Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros, y apoyada por los principales medios de comunicación, trató, sin éxito, de ganar las elecciones en Euskadi. Su extensa colección de hipérboles, exageraciones, mentiras y absurdos movilizaron el voto mayoritario de vascas y vascos que no reconocían la realidad cotidiana en la caricatura con que les bombardeaban prensa, radio y televisión. Una realidad interpretada en tertulias por vascólogos, aún en activo, tan desnortados como los capitanes de aquella santa alianza. Eran periodistas capaces de sostener que Iturgaiz "canta muy bien trikitixas" y "habla el vascuence mejor que Atutxa", que "el marmitako es un espectáculo taurino con vaquillas ensogadas" o que en euskera "la única palabra para referirse a los árboles es zuhaitza porque es un idioma tan pobre que no distingue entre roble y castaño".

El resultado es conocido: el apoyo mediático, económico y político que dopó la campaña electoral del tándem PPSOE alcanzó el 39,39% de los votos mientras que el abyecto PNV sumó el 42,38%. Las fiestas que algunos y algunas ya habían organizado para celebrar la "liberación" de Euskadi no pudieron celebrarse por expreso deseo de los ciudadanos a los que había que liberar. El inductor del plan, José María Aznar, dictaminó que la ciudadanía vasca "no estaba madura".

En aquel plan, para empezar, no había otra oferta que la negación del otro. Ninguna propuesta concreta, ninguna idea para enfrentar los problemas que preocupaban a la gente. Había, además, una distancia sideral entre su caricatura de la sociedad vasca y la que en verdad vivía, trabajaba y sacaba adelante un país que, pese a la lacra indecente de la violencia, había sido capaz de reinventarse y de convertir una ruina industrial en una sociedad moderna. Ya entonces Euskadi disponía de una industria diversificada, un modelo productivo sólido y un sistema de protección social mucho más eficiente que el del entorno.

Recuerdo estas circunstancias porque, veinte años después, algunos líderes sindicales y algunas formaciones políticas tratan de revivir la fracasada fórmula incidiendo en el mismo error: mantener una relación más que problemática con la realidad. Como en el comentado caso, estos días solo escuchamos eslóganes, palabrería gruesa, caricaturas bizarras y una completa ausencia de autocrítica y de disposición a arrimar el hombro para resolver problemas. Estos nuevos reyes y reinas del apocalipsis sostienen, como entonces, que Euskadi es un desastre. Entonces lo gobernaba ETA, hoy está gobernado por una coalición de pérfidos ultraliberales, corruptos, alejados de la ciudadanía y encerrados en una torre de marfil, ajenos a los problemas de la gente común que infravive en el peor de los infiernos. La caricatura se adereza con adjetivos gruesos, insultos que califican a quien los profiere y conceptos económicos y maneras de gestionar las propias corporaciones incompatibles con la transparencia y apertura que exigen las sociedades modernas. Mientras, nuestro "paisito", como gusta decir algún intelectual, desde su modesta dimensión llena cada día aviones de técnicos y profesionales que viajan por todo el mundo al amparo de nuestra marca, Basque Country. Equipos, empresas y cooperativas que mantienen actividad y empleo trabajando con éxito en el mundo global.

La conflictiva relación de estos actores con la realidad queda bien retratada en los resultados del informe sobre los principales retos socioeconómicos que afrontan los Estados miembros que ha presentado la pasada semana la Comisión Europea. Los informes por países analizan cuatro dimensiones: la sostenibilidad medioambiental, la productividad, la equidad y la estabilidad macroeconómica. Generan además una serie de orientaciones en el marco del semestre europeo para cumplir los Objetivos Europeos de Desarrollo Sostenible.

En el capítulo dedicado al Estado español, nuestro Basque Country no recibe sino elogios. En todos los capítulos críticos, Euskadi aparece mencionada para bien. Es, junto con Cantabria, la región que presenta menos abandono escolar temprano. Euskadi destaca también por la positiva situación de su mercado laboral en relación con el entorno y es, junto con Nafarroa, la que presenta menos riesgo de pobreza y exclusión. Igualmente destaca por su modelo y por la dotación económica de su Renta de Garantía de Ingresos, subrayando el positivo efecto que ha tenido sobre el mercado laboral. Euskadi es, junto con Madrid, la única comunidad del Estado con ratios de competitividad por encima de la media europea. También presenta, junto a Madrid y Asturias, el mayor nivel de titulados superiores. En cuanto a los procesos de innovación, el informe concluye que las políticas que los favorecen están concentradas en tres lugares: no se sorprenderán si digo que Euskadi es uno de ellos, junto a Cataluña y Madrid. Finalmente, Catalunya y Euskadi son las únicas comunidades que han implementado criterios para favorecer la contratación verde.

Esta es la base de la buena imagen que Euskadi tiene en Bruselas, junto con la solvencia de su sistema financiero, la salud de sus cuentas públicas y la estabilidad de sus instituciones. Un país que necesita seguir reduciendo el paro, mejorar la calidad del empleo, subir salarios, seguir avanzando en transición energética, en innovación... pero que cuenta con una ciudadanía y unas instituciones que saben, por experiencia, lo que les va en no acomodarse. Han llegado hasta aquí trabajando, considerando cada mejora como la condición necesaria para seguir adelante y no morir de éxito en la economía global en la que hay que competir.

Por eso, nuestro pequeño país aparece en la prensa internacional como la mejor región del sur de Europa para invertir. Por eso, lo ponen en Bruselas como ejemplo por iniciativas tan ultraliberales como los programas de participación de los trabajadores en el capital de las empresas, su sistema de Formación Profesional, sus servicios sanitarios, sus índices de seguridad, la transparencia con la que trabajan sus instituciones, su potente red de economía social o la pujanza de su tercer sector.

Son informes que confirman que estamos en el buen camino y que hay que profundizar en las políticas que los han propiciado. Son realidades que colocan en su sitio, ayer y hoy, a quienes consideran los buenos datos malas noticias. Porque retratan la distancia que existe entre lo que venden y lo que desmiente una realidad tozuda de la que, sin caer en la autocomplacencia, podemos sentirnos legítimamente orgullosas y orgullosos porque es fruto del empeño por salir adelante de la inmensa mayoría de vascos y vascas.