SU coalición con Unidas Podemos suponía la plataforma imprescindible para consolidar una alternativa gubernamental, pero el posicionamiento definitivo de vascos y catalanes hizo que tal apuesta fuera real y posible.

Esquerra Republicana se ha trabajado su acuerdo. Ha preferido dar contenido a sus escaños y posibilitar una alternativa de diálogo a la encrucijada catalana. Romper el maleficio del diálogo de sordos para apostar por una vía posibilista que encauce el conflicto.

Los republicanos no lo han tenido fácil para vencer las tensiones y optar por la influencia y la inteligencia política. No olvidemos que su principal dirigente está encarcelado y varios de sus militantes más significativos han pagado un duro tributo por sus convicciones soberanistas. Pero los republicanos catalanes son una familia histórica con una trayectoria intachable al servicio de su país y de la libertad. Y ni la represión ni el vértigo a la toma de decisiones arriesgadas les ha hecho amilanarse.

Su punto de confluencia con los socialistas, que les permitirá abstenerse, ha estado centrado en la configuración de una mesa de diálogo entre el futuro gobierno de España y la Generalitat que permita desencallar el "conflicto político" que se vive en Catalunya y superar la judicialización del mismo resolviéndolo "a través de cauces democráticos, mediante el diálogo, la negociación" en "una mesa bilateral" que partirá del "reconocimiento y legitimidad de todas las partes y propuestas y que actuará sin más límites que el respeto a los instrumentos y principios que rigen el ordenamiento jurídico democrático" . Las medidas que se articulen y pacten en este foro bilateral serán sometidas en su caso a "validación democrática a través de consulta a la ciudadanía de Catalunya de acuerdo con los mecanismos previstos o que puedan preverse en el marco del sistema jurídico".

Diálogo, negociación y acuerdo institucional a ratificar por la ciudadanía de manera pactada y legal. Como si los negociadores socialistas y republicanos hubiesen copiado literalmente la Disposición Adicional Segunda presentada recientemente por Mikel Legarda al texto del nuevo estatus de Euskadi ante la Ponencia de Autogobierno del Parlamento Vasco.

Tanto en la música como en la letra, el documento suscrito por PSOE y ERC viene a coincidir y complementar básicamente la propuesta convenida entre el PNV, a través de Andoni Ortuzar, y el partido de Pedro Sánchez. Los jeltzales, que desde el inicio de semana anunciaron su posición favorable a la investidura, rubricaron una alianza con los socialistas que, además de ratificar el cumplimiento de los compromisos ya contraídos, emplaza durante este año en curso al cumplimiento estricto del Estatuto de Gernika con las transferencias pendientes tras negociación y acuerdo con la CAV. Asimismo, el pacto abre las puertas a buscar un resquicio legal que permita a Euskadi contar con selecciones internacionales deportivas. Pero, además, el documento sellado entre Sabin Etxea y Ferraz incluye una reserva específica de modificación del esquema territorial del Estado.

Así, el compromiso ratificado por Sánchez recoge la voluntad de "impulsar, a través del diálogo entre partidos e instituciones, las reformas necesarias para adecuar la estructura del Estado al reconocimiento de las identidades territoriales, acordando, en su caso, las modificaciones legales necesarias, a fin de encontrar una solución tanto al contencioso en Cataluña como en la negociación y acuerdo del nuevo Estatuto de la CAV, atendiendo a los sentimientos nacionales de pertenencia". Adecuación de la estructura, solución al contencioso catalán, negociación y acuerdo de nuevo estatus y atendiendo a los "sentimientos nacionales". Ningún gobierno español o aspirante a presidirlo había llegado tan lejos en este tipo de reconocimientos.

Euskadi y Catalunya, a través del PNV y de ERC, han optado por la política útil. Por hacer valer su influencia con propuestas realistas y medidas. Propuestas que van a servir para certificar la investidura de un presidente español. Unos con su voto positivo -imprescindible para cuadrar los números- y otros con la abstención no obstruccionista que permita albergar la esperanza de una nueva oportunidad para el entendimiento y la resolución de conflictos.

EH Bildu también participará de esa opción propositiva. Lo hará con la abstención de sus cinco parlamentarios a Cortes. Según han afirmado sus dirigentes, su sentido de voto obedece a su interés por la "dimensión histórica" del momento en que se "abre una ventana de oportunidad para revertir los recortes y para vertebrar el Estado".

El gesto de "responsabilidad" adoptado por EH Bildu es digno de significarse, máximo cuando no se tiene constancia de negociación ni de exigencia alguna de la izquierda independentista al partido de Pedro Sánchez. Su apoyo implícito a los socialistas es, por lo tanto, gratis, algo que contrasta notablemente con las contrapartidas que, por ejemplo, exigen habitualmente en cualquier proceso negociador en el ámbito vasco, sea cual fuere la materia objeto de su apoyo.

Pero si resulta reconocible tal decisión de facilitar la investidura de Sánchez sin reclamar tan siquiera unos mínimos pactados, no lo resulta tanto la sempiterna tentación de criticar y deslegitimar lo que otros hacen, de manera especial lo que pacta el PNV. Arnaldo Otegi sigue sin darse cuenta de que lo que un dirigente político debe explicar es lo que él mismo piensa o determina. Explicar dónde empieza su responsabilidad para que la ciudadanía conozca qué pretende y qué justifica. Pero a Otegi siempre le resulta más cómodo desautorizar a los demás que rendir cuentas de su gestión. Y en el caso de la investidura el coordinador general de EH Bildu lo ha vuelto a hacer. Su titular ha sido el de "lamentar" la "escasa visión de futuro" del pacto suscrito por el PNV con Sánchez. Según el dirigente independentista, el documento pactado entre Sánchez y Andoni Ortuzar "se parece a otros firmados en legislaturas anteriores", "es como una especie de Olentzero político en el que dejan el mismo regalo pero con distinto papel" de envoltorio. Otegi ha rechazado que el acuerdo de los jeltzales obedezca a una agenda vasca: "No es -según él- un compromiso de país, sino por el contrario, la agenda es particular, es la agenda del PNV".

Llama poderosamente la atención que Otegi desacredite de un plumazo cuestiones generales que afectan al conjunto de la ciudadanía vasca -inversiones, transferencias, selecciones deportivas- y esconda que una de sus principales exigencias de cara al próximo gobierno español sea la modificación de la política penitenciaria. ¿Quien tiene intereses particulares? Pero lo más curioso de la reacción de Otegi es la supuesta "envidia" con que mira la mesa bilateral pactada por ERC: "Lo que va a estar sobre la mesa es la plurinacionalidad y el derecho a la autodeterminación", a abordar "sin ansiedad y sin prisas", "también Euskal Herria debería tener una mesa de diálogo sobre el derecho nacional vasco".

Es una lástima que la izquierda independentista vasca siempre pretenda mirarse en espejos ajenos sin observar su incapacidad o indolencia. La Comunidad Vasca, se llame como se llame, tendrá una mesa bilateral en la que discutirá con el gobierno del Estado -con el que esté- su relación jurídico-política de convivencia. De eso se trata en la actualización del autogobierno. De eso se trata en el nuevo estatus que Otegi ha denostado irresponsablemente en la búsqueda de una confrontación y un titular que ya aburre. La política evanescente de la declaración, del titular, de la gracia comunicativa, empieza a estar de más. Exigir lo imposible, desahogarse con peticiones máximas que nacen condenadas al fracaso, redactar una constitución vasca para guardarla en un cajón y esperar mejores tiempos es un ejercicio vacío que no conduce a ningún sitio. Arnaldo Otegi debería saberlo. Y lo sabe. Por eso no explica lo que hace o lo que deja de hacer. Porque de sus propios actos, por inanición, nada tiene que decir.

Unos, como Esquerra o el PNV, trabajan sus acuerdos. Otros solamente hablan.