sONÓ como un trueno en la Casa de Juntas la voz del lehendakari Aguirre leyendo en el Congreso Mundial Vasco, celebrado en París en 1956, la carta de despedida del consejero de Sanidad Alfredo Espinosa poco antes de ser fusilado en 1937. Terminaba la misma con Gora Euzkadi! y ¡Viva La República! Por cierto, no Euskal Herria. Y lo hacía muy poco antes de ser fusilado. Un respeto. Como mereció un inmenso respeto la labor de los miembros de los gobiernos vascos en el exilio personalizados en las figuras de los lehendakaris Aguirre y Leizaola, la mayoría enterrados en el exilio. Un larguísimo exilio de 42 años manteniendo la institución de la Euzkadi peregrina, perseguida, aherrojada, vencida. Hasta que, tras aprobarse el 25 de octubre de 1979 el segundo estatuto, el lehendakari Leizaola que estaba en París, llegó a entregar su legitimidad simbólica en Gernika al día siguiente. Hermosa historia que el Gobierno vasco puso en valor a través de Gogora, el domingo 15 de diciembre en un acto muy logrado, sencillo, respetuoso, con discursos de alto valor, con esa irrupción tronituante de Aguirre, con un vídeo, una exposición y la presencia familiar de los lehendakaris y consejeros. Lo llamativo fue la numerosa presencia de la familia de Leizaola, seis hijos y 22 nietos, haciéndose presentes 26 hablando entre ellos en francés ya que viven entre Francia, Bélgica y Caracas consecuencia del aventamiento producto de aquella tragedia pero que quisieron estar en el homenaje a su aitona. El discurso de Amaia Agirre y del nieto de Leizaola, un ejecutivo de la Banca JP Morgan en París, fue una sorpresa agradable por la forma y el contenido de la misma. Como no podía ser menos el PP dio la nota. Cosas que nunca había hecho la UCD y AP la está haciendo este PP desnortado y facha. Dijeron que no acudían por ser un acto del nacionalismo vasco dentro de su mitología y no vieron procedente homenajear a dos lehendakaris que "no fueron elegidos por los ciudadanos". No es verdad. Aguirre lo fue por los alcaldes, dada la situación de guerra producida por quien no fue elegido por nadie, Franco, que no dejaba elegir a nadie. Leizaola lo fue por el gobierno, pero no hizo como Tarradellas, buscar quedarse sino que volvió y entregó su valiosa legitimidad nunca reconocida por el fascismo español. Para esta gente el consejero Espinosa no fue una víctima de aquel terrorismo ni los miles de caídos en una guerra que causaron sus referentes ideológicos. Semejante análisis y explicación de su ausencia al acto es como negar el Holocausto o negar Auswitch y negarse a rendir tributo de honor a las víctimas de semejante tragedia, lo que denota su catadura moral.

Fue una lástima que ETB no transmitiera el acto en directo. Son capaces de hacer lo indecible y gastar lo que no se tiene por un partido de fútbol en las quimbambas o reseñar en directo una manifestación contra el Gobierno vasco o transmitir un acontecimiento banal pero no actos referenciales como el vivido a los que además ni los reseñan bien, ni los contextualizan, ni les dan la menor importancia en ese adanismo tan subido de tono que les caracteriza. Creo que el espíritu del Ente Público que aprobamos en 1982 como ley se traiciona con este tipo de conducta. Y me parece grave por las consecuencias que tiene.

Lo digo porque el nieto de Leizaola apuntó la importancia de lo que se estaba viviendo recordando que "la historia es maestra de la vida". Y si no que se lo hubieran preguntado al bueno del P. Gregorio Arrien que nos acaba de dejar tras una vida de inmenso trabajo en favor del euskera haciéndolo como una hormiga y dando visibilidad a aquella tragedia de los más de 4.500 niños vascos que ante los bombardeos franquistas sus padres enviaron a Inglaterra, Francia, Rusia, Holanda, Bélgica. Nada menos que 4.500 chavales. ¡Lo que fue aquel desprendimiento para sus familias!, en una guerra donde Mola pedía la rendición inmediata o la amenaza de "si no os rendís, arrasaré Vizcaya". La última vez que hablé con él se dolía del incumplimiento que el lehendakari Aguirre, y no por él, le había hecho a Leah Manning, una de las activistas inglesas en lograr semejante evacuación de tener una estatua en el parque de Doña Casilda en reconocimiento vasco a su meritorio trabajo.

Y es que 2019 se cierra pasado mañana con un elenco de pérdidas irreparables comenzando por la de Xabier Arzalluz el 28 de febrero. El actual PNV no se entendería sin su compromiso en 1968, su quehacer político, su magisterio, sus mítines, charlas e intervenciones, su marcar bien el terreno como "perro del caserío" y su difusión de un ideario renovado. La mejor semilla y el mejor recuerdo sería publicar sus escritos políticos, sus notas sobre la transición, sus semblanzas humanas, sus reflexiones y viajes europeos y sus comunicados que los redactaba de puño y letra. En su día DEIA editó un libro con sus artículos, que es lo único que hay.

El 4 de septiembre falleció Gerardo Bujanda, gudari, condenado a muerte, resistente, trabajador, diputado quien nos dejó a los cien años. En su día le publicamos sus crónicas escritas desde Donosti en pleno franquismo como Jon de Igeldo para la clandestina Radio Euzkadi que emitía desde Venezuela. El hombre se rebelaba cuando le decían que el PNV no había hecho nada durante la dictadura. "¿Nada? Todo, por eso en 1977 sacamos ocho diputados, pero lo que no hicimos fue matar y secuestrar. Eso no. Tratamos que no lo hicieran los que ahora dan lecciones". Y es que todo ese legado de los gudaris tiene fecha cercana de caducidad. No quedan por ley de vida más de siete. ¿Se creará alguna asociación que recuerde su memoria? No veo mayor interés, salvo el de entonar el Euzko Gudariak, himno de los gudaris del EAJ-PNV en 1936 como himno de la IA. El colmo.

El 3 de julio falleció Txomin Saratxaga, el penúltimo sabiniano. Una roca en el temporal de la resistencia. Con su tapadera de la editorial y distribuidora de libros San Miguel mantuvo viva la organización jelkide desde los años sesenta. Valiente y organizado, en los últimos años creó una plataforma de antiguos resistentes, Betiko Lagunak, que tenía dos hitos al año. El aniversario del llamado Juramento de Larrazabal y la celebración de San Andrés, amén de editar y reeditar libros, mover actos, estar presente en otros, y tratar de que gentes de buena voluntad de distintas ideologías vascas hablaran, se vieran, discutieran y no se apagara la llama. El libro Resistencia fue una iniciativa suya para reseñar lo que se había hecho desde 1960 a 1975. Su fallecimiento se ha llevado por delante esta plataforma generosa y sabiniana.

Ya sé que "cuando hay santo nuevo, los viejos no hacen milagros". No se trata de eso. No tengo vocación de estatua de sal, pero si me preocupa la banalización que se está haciendo del inmediato pasado, el silencio hacia personalidades que lo dieron todo por una idea, el desconocimiento casi total de la gente joven de lo que costó llegar a la situación actual como si todo hubiera llegado en una nave de la serie Star Wars, lo difícil que es acceder a la administración y que te atiendan sin que te miren por encima del hombro pensando que son batallitas del abuelo Cebolleta, el nulo interés en facilitar la edición de libros que quedan como caja de datos, la ausencia de aquellos mecenas que había en el pasado y que se rascaban el bolsillo y financiaban iniciativas y sobre todo el pasotismo y la ligereza con la que se analiza casi todo, todo esto al final terminará pasando factura y hará que la famosa cadena termine por romperse. Solo es cuestión de tiempo que es el peor de los óxidos.

En la fotografía obtenida en el Carlton en octubre de 1976 podemos ver a Xabier Arzalluz, los historiadores Jimeno Jurío y Carlos Clavería, el comandante de gudaris Felipe Lizaso y Txomin Saratxaga presentando la reedición del libro del diputado José Antonio Aguirre Entre la Libertad y la Revolución. Aquella mesa, hoy todos desaparecidos, ante la nueva etapa que se abría querían marcar terreno recordando lo que se había hecho en tiempos de la República ante un expectante público que llenaba la sala. El mismo acto se hizo en Gasteiz, Iruña, Donosti y Donibane. Otros tiempos.

Carezco de espacio para recordar al alcalde de Ondarroa Felix Aranbarri, a los hermanos Artetxe, a Javier Alday y a tantos que nos dejaron en 2019, un capital político y humano acumulado inconmensurable de una organización que cumplirá en 2020, nada menos que 125 años y que tiene que dedicarle una pensada y una acción a salvaguardar su rico patrimonio porque si no lo hacemos nosotros desde luego, nadie lo va a hacer. Todo lo contrario. Lo acabamos de ver.* Parlamentario de EAJ-PNV 1985-2015