A primera vista, serían las personas partidarias de la Constitución, en este caso, la española. Pero la expresión nació viciada porque acarrea una fuerte carga política que excluye a “populistas” e “independentistas”. Es decir, a todo el arco ideológico que no siente como suya una determinada manera de entender este Estado aunque acepte las leyes democráticas y el juego de las mayorías. Entonces, ¿qué quieren decir algunos, llamados a sí mismos constitucionalistas, cuando hablan de sí mismos?

El objetivo básico es mostrarse como los defensores de la Constitución frente a los que ven como enemigos de la misma y que coinciden ¡oh casualidad! con sus propios enemigos políticos. El mensaje es muy simplista, pero efectivo al utilizar esta ley de leyes como un arma arrojadiza contra los que piensan diferente, lo que dinamita el objetivo que tuvieron sus impulsores de crear un instrumento jurídico de cohesión democrática entre diferentes: aquí los de la ley y el orden; allí el desgobierno, la falta de moderación y la ruptura de valores esenciales.

Y si buscamos un segundo objetivo en los “constitucionalistas”, vemos que lo que defienden es una parte muy específica del texto constitucional como si fuera el todo: lo relativo al nacionalismo español más imperialista y excluyente. Pero lo cierto es que detrás de este magma patriótico se esconden intereses alejados de buena parte del contenido de los derechos y deberes de la Constitución.

Al constatar la existencia de otras naciones -nacionalidades les llama la Constitución- en coexistencia con sus correspondientes idiomas, nada más constitucional que aceptar la pluralidad de los sentimientos nacionales de todos. Del mismo modo, si España se constituye como un Estado social y democrático de Derecho, ellos deberían proteger, respetar y cumplir el conjunto de derechos básicos individuales y colectivos, como son la vivienda, las pensiones, la sanidad, la educación, las culturas nacionales diversas, el trabajo? Defenderlos en la práctica sería lo más constitucional del mundo. Pero no es así. Al contrario. Quienes pretenden mejorar la realidad de la calle son señalados como proscritos por estos “constitucionalistas” que propugnan la bajada de impuestos, medida que incrementaría la desigualdad y la desprotección social.

Dentro de poco vendrá la selección española de fútbol a Bilbao y aquellos presionarán para que todos animemos a “la roja” como algo propio? Propio sí, pero de un nacionalismo español que rechaza serlo -de boquilla- mientras se arracima en sus colores identitarios sin reconocer otros sentimientos nacionales que debieran coexistir en el respeto mutuo, como es normal y ocurre, en otro orden de cosas, con los sentimientos madridistas, los de Osasuna y los de cualquier otro equipo de fútbol. Seamos serios y reconozcamos que algunos líderes políticos actuales no parecen entender, o aceptar, el pacto constitucional integrador que se logró de respeto entre diferentes y plasmado en una serie de derechos constitucionales básicos individuales y colectivos que no hacen suyos en la práctica.

Y resulta una absoluta ironía la inclusión de Vox como “constitucionalista” para gobernar cuando estos abjuran abiertamente de un montón de derechos humanos y políticos con una arrogancia insoportable. Ya se han aficionado a votar en contra de cualquier iniciativa parlamentaria que trate de paliar las injusticias sociales y políticas estructurales que sufren amplias capas de la sociedad. Un tripartito tan constitucional que presiona para que siga pendiente el traspaso íntegro del Estatuto de Gernika, aprobado hace lustros en el Parlamento español con rango de Ley Orgánica.

Partidos como ERC o PNV pusieron trabas a la aprobación constitucional porque existía la posibilidad de que algunos artículos estrangulasen la plurinacionalidad del Estado y el autogobierno. Pero, ironías de la vida, se han brindado a desatascar el disparate electoral de 2019 en el que mucho tuvieron que ver los que se dicen “constitucionalistas” al pactar con Vox gobiernos vergonzosos mientras impedían gobernar al único partido que podía hacerlo. Y hemos vuelto a la casilla de salida.

El Partido Popular, Ciudadanos y Vox no han ganado una sola elección desde Mariano Rajoy sin que ello les desanime en su empeño por apropiarse de la Constitución buscando que se identifique constitucionalismo y derecha nacionalista española. Es el modo perfecto de cargarse cualquier bondad constitucional y de radicalizar a la población manteniendo, de paso, la fábrica de independentistas y desafectos que comenzó Rajoy cuando recurrió el Estatut catalán ya aprobado incluso en el Parlamento español. El “cuanto peor, mejor” parece que les gusta. * Analista