DESGRACIADAMENTE, la izquierda española se está mostrando excesivamente frágil. Algunas veces, la izquierda suele tender a destruirse o, mejor dicho, a autodestruirse. Sus líderes suelen autosatisfacerse considerándose cabeza de ratón, mejor que aceptar el riesgo de quedarse en meros derrotados o ser cola de león.

El proceso que viene teniendo lugar, a partir de la decisión de Pedro Sánchez, y del PSOE, de volver a celebrar elecciones generales el 10 de noviembre incita a pensar y reflexionar en ese sentido. La arrancada de Iñigo Errejón contra Unidas Podemos, -o contra Pablo Iglesias, tanto da- vuelve a denunciar por la vía de los hechos la fragilidad de la izquierda, que va abandonando poco a poco incluso su nomenclatura y adopta nombres y calificativos que no tienen nada que ver con la ideología, ni con las trayectorias de las formaciones políticas clásicas de la izquierda, ni con la historia. Vean si no, “Más?”, “? Suma”, “? Podemos”, “? Unida”. Estas son las palabras principales que han venido a protagonizar la nomenclatura y el lenguaje políticos. Y para ceder el paso a estos términos han desaparecido los términos “liberal”, “socialista”, “comunista” o “anarquista” e incluso han desaparecido de las estanterías de las sedes de los partidos los libros o tratados escritos por los pensadores, ideólogos o filósofos que diseñaron las ideologías clásicas. Peor aún, los partidos clásicos de la izquierda se han entregado en manos de comerciales y propagandistas que tanto valen para dirigir la política y estrategias de un partido de derechas como de izquierdas.

Curiosamente, estos ideólogos modernos (léase también estrategas para la ocasión) pasan de la derecha a la izquierda, o viceversa, sin justificar el cambio, a sabiendas de que les basta con saber sonreír, ante el éxito o la adversidad. Verles desenvolverse produce cierto hastío y, sobre todo, incita a pensar que “el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos”, como dice la canción. Menos para ellos, que se acomodan a todos los tiempos y situaciones y han abandonado las ideas para abrazarse solamente a las estrategias. Si aceptamos la dualidad alma-cuerpo como definitoria del espíritu y existencia humanos, los partidos políticos están dejando de lado su alma o ideología, para entregarse únicamente a su cuerpo o estrategia. Ahora que nuestros sesos se devanan buscando qué es lo lógico para la formación del nuevo gobierno, no paran de bombardearnos con apreciaciones que borran hoy lo que se dijo ayer, que quitan importancia al factor ideológico y más parecen afirmarse en la gloria efímera del triunfo que en el fin supremo, o superior, de la solución de los problemas que nos atañen a los ciudadanos. De modo que ya tamborilean en nuestras mentes mensajes tan simples como el de que los tiempos han cambiado para invalidar hasta los grandes principios que deben imperar para convencernos a todos que todos somos iguales y debemos tener los mismos derechos y obligaciones. Pero no, los derechos se han comercializado y tienen un precio y las obligaciones incitan mucho más al abandono, la sumisión y el conformismo que a asumir compromisos sociales.

Leo, con cierta curiosidad al principio y con inmensa inquietud después, el relato periodístico de una noticia que desarrolla una conferencia pronunciada por uno de esos gurús que está actuando al servicio del partido político más importante de España, al menos el más votado. Algunas de sus afirmaciones resultan ser de Perogrullo; véase, “la visión del PSOE como partido institucional es la gran baza suya para el 10 de noviembre”. Pero las instituciones que el PSOE deberá administrar y dirigir, en caso de victoria, tienen que tomar decisiones en uno u otro sentido. ¿Debe el PSOE ser claro y ambicioso proponiendo cambios importantes en la política acordes a su ideología de izquierdas o le basta con refugiarse en la ambigüedad, en ese espacio indefinido que suelen ocupar los interesados, y no los interesantes? Ha dicho su gurú Redondo que las próximas elecciones las decidirá “la mayoría cautelosa” porque esa mayoría “siempre ha votado algo muy razonable”. Al parecer, la cautela debió ser la que le llevó antaño a pedir el voto para el PP y ahora le lleva a pedirlo para el PSOE. ¿Fue la cautela o fue la conveniencia? ¿O la cautela incita exclusivamente a la conveniencia aunque se trata de administrar opciones antagónicas? Dentro de esa actitud “cautelosa”, ¿qué lugar ocupan las opciones oportunistas y los principios éticos o ideológicos?

El asesor electoral, actualmente socialista, exhibió mucha “cautela”, tanta que rehuyendo su protagonismo admitió que “nadie hace ganar a nadie, la política es un deporte de equipo”. ¿Deporte? Todos sabemos que no se trata de eso, pero el gurú dijo que sí. Lo debo asumir, como afiliado que soy del PSOE, dado que la inminencia del 10N me incita a pensar como él: “(se votará) gobierno sí o gobierno no”. No solo le mueve la cautela a este gurú (dicho sin acritud), que tanto le sirve para tres candidatos y cargos del PP para los que trabajó antes (García Albiol, Antonio Basagoiti y Monago) como para el que aspira a ser presidente de España con el PSOE. A estas alturas, quizás debamos los socialistas adscribirnos a aquel famoso dicho (que resultó en su momento tan abominable porque lo dijo un socialista famoso) “gato blanco o gato negro, pero que cace ratones”.

Entre unos y otros, entre los acomodaticios y los fundamentalistas, la izquierda española se está convirtiendo en algo frágil e inconsistente que tiene poco en cuenta cuál es su responsabilidad y, por tanto, cuál debe ser su cometido. La izquierda siempre fue la llamada a socorrer a los más necesitados y menesterosos, a los que sufren los rigores a los que conduce el sistema capitalista que solo distribuye entre los más desaventajados lo que les sobra a los aventajados, que suele ser poco? Si la izquierda abandona esa visión, si pierde su vocación, estará destruyendo la ideología en que dice sustentarse y su edificio irá desmoronándose paulatinamente como un castillo de naipes.

No solo hemos ido abandonando la nomenclatura y no pocos de los principios ideológicos y éticos en ella contenidos, sino que también hemos dejado que los demás grupos ideológicos y políticos nos vayan delimitando en un espacio en que se guarda lo inservible, algo así como los trasteros de nuestras casas. Y es bien cierto que sustituyendo a pensadores, ideólogos o filósofos por meros gurús (cuyo término procede de la espiritualidad del hinduismo), los partidos tal vez accedan más fácil a los puestos del poder, pero serán menos fieles a la virtud que debe acompañar siempre a quienes tienen el deber de gobernar y hacerlo para todos y con dignidad. La superior sensibilidad de las izquierdas para hacerse cargo de la solución de las injusticias que tanto acechan a los humanos está chocando con ese desarme ideológico y con el rearme oportunista o estratégico que supedita la virtud a la consecución del poder y a su mantenimiento a cualquier precio.

Permítanme terminar con otra breve reflexión sobre el que bien podría llamarse “proyecto Errejón”, de nuestra izquierda dubitativa. La operación Errejón es un arma de doble filo. Es evidente que Errejón no es Pablo Iglesias porque le aventaja en nitidez y buenas intenciones. Pero su movimiento -Más País- es igual de oportunista. ¿No hubiera sido más lógico, y eficaz, que Iñigo Errejón se hubiera aliado con el PSOE, sin llegar a crear una formación propia que no va a encontrar un espacio político nítido en el que ubicarse?

* josumontalban@blogspot.com