HOY, 25 de agosto, cumple el exburukide, exdiputado y correoso resistente vasco Gerardo Bujanda cien años. Hoy, asimismo, recordamos el fallecimiento de Juan de Ajuriaguerra. Fue hace 41 años en Aiegi (Nafarroa). Condenado a muerte y diputado como Bujanda. Hoy en San Felicísimo (Deusto) se le recordará, como todos los años, con una misa solicitada por la Junta Municipal del EAJ-PNV de Deusto. No me equivoco si creo que no estaremos más de cuarenta personas. El recuerdo del hombre y de la generación que mantuvo la llama, se va apagando. Estarán presumiblemente, como todos los años, el alcalde de Bilbao y la presidenta del BBB, de cuya ejecutiva fue Juan de Ajuriaguerra presidente. De misas anuales con todo el Gobierno vasco, el EBB, y las Juntas Municipales a un recuerdo muy escaso casi en la intimidad. Sí, ya sé que no es la Aste Nagusia. Me pregunto si estamos sabiendo transmitir a las nuevas generaciones un legado político y ético que fue clave para la continuidad del PNV en 1977, cuando esta organización, para los de siempre, era solo un recuerdo del pasado, pero la memoria funcionó, como lo explicó el propio Ajuriaguerra.

Ya sé que ahora priman otras cosas y otros valores y otros relevos generacionales pero permítanme traiga al hoy lo que Jesús Insausti Uzturre reflexionó en el noveno aniversario en DEIA. Hablaba de su antigua relación con Ajuriaguerra:

“Pasaron los años. Y un día, o como en mi segunda visita a Euzkadi después de casi 30 años de ausencia, desde el año 1951, tuve en Tolosa un encuentro con varios amigos jóvenes de mi pueblo a quienes conocí en París. Me hacían acongojados la siguiente pregunta:

-Parece que existen actualmente dos posturas diferentes en el nacionalismo vasco, una de Juan Ajuriaguerra y otra de Telesforo Monzón. ¿Con cuál de ellas crees tú que nos debemos quedar?

-A mi modo de ver las cosas -les contesté-, la postura razonable y, más que razonable, responsable es la que preconiza Juan de Ajuriaguerra con el apoyo del Partido Nacionalista Vasco. ¿Por qué? Muy sencillo. Nuestro pueblo está cansado, agotado después de tantos años de sufrimientos y penalidades. Le conviene dejar al margen la violencia para empezar a recuperar sus derechos por medio de un Estatuto de Autonomía que abra caminos para llegar a su autodeterminación y fortalecer nuestra conciencia nacional. Es la postura responsable de Juan Ajuriaguerra.

La otra, la de Telesforo Monzón -les dije-, con todos los respetos que se le deben, es una postura de irresponsabilidad que no nos llevaría a ningún sitio, acaso al suicidio como pueblo. Preconizar en estos momentos la violencia para llegar a nuestros fines es una irresponsabilidad ética y política. Después de tantos años de calvario, un mínimo sentido de responsabilidad exige de nosotros la consecución de un Estatuto que nos permita alcanzar mayores cotas de libertad y autogobierno hasta llegar a los objetivos que son los nuestros como nacionalistas”.

Tenía razón Uzturre. Y ahí está la Izquierda Abertzale tratando de justificar su inmenso fracaso. Por eso no deberíamos dejar de ahorrar esfuerzos en marcar bien el terreno y reconocer a quienes en este 2019 se nos han ido comenzando por la inmensa pérdida de la figura de Xabier Arzalluz en febrero. Pero también la del diputado en Madrid, concejal y diputado foral Antton Marquet, fallecido en el mes de junio. Pero las filas no solo se nos han clareado con estos dos exdiputados, sino también con la pérdida de una figura tan referencial en clandestinidad como Txomin Saratxaga. Se nos fue el mes de julio. Pocos activistas como él. Valiente, constante, organizador, fundador de la Distribuidora de Libros San Miguel quien, con otros, promovió la exitosa Feria anual de Durango, pero que además era una tapadera para que sus vendedores se movieran por toda Euzkadi. Durante el Juicio de Burgos se fue casa por casa de las familias de los encausados para pedirles una fotografía que a través de la agencia France Pres dio la vuelta al mundo.

Y esta semana se nos ha ido Juan Lasa, el bueno de Juanito, descrito de manera gráfica en su bondad por Amatiño en DEIA cuando Ardanza decidió encargarle el ardiente Departamento de Interior del Gobierno vasco en 1988-1991, el año del Pacto de Ajuria Enea y del despliegue de la Ertzantza así como de la puesta a punto de una policía integral. “Es un hombre bueno -escribía- y todos los domingos pasa el cepillo en la iglesia”. Algunos pensaron que no era ese el mejor perfil para un consejero de Interior y sin embargo describía bien la hechura de un hombre entregado desde joven al trabajo social en Beasain con los Hermanos de La Salle, en la promoción del euskera, en Goierri eskola? de tal forma que cuando el presidente de la Junta Municipal Zesareo Ugarte le dijo que debía prepararse para ser alcalde de Beasain en las primeras elecciones democráticas de 1979, un año antes, con un equipo de gentes tan ilusionadas como él, se preparó a ser alcalde como si fuera un aspirante a unas oposiciones obteniendo diez concejales, mientras Herri Batasuna obtenía tres, dos de EE y dos del PSOE. Arrasó en un municipio que solo tenía agua una hora por la mañana y otra por la tarde. Consecuencia de aquel trabajo fue la construcción del embalse de Arriaran que terminó abasteciendo a todo el Goierri.

Y un recuerdo a Unai, Aurelio y Jose Artetxe, fallecidos en escasos meses, hermanos y primos de una saga familiar que tuvieron en Lucio, burukide del BBB, condenado a muerte, negociador del pacto de Santoña, hombre entregado a una causa junto a su hermano Aurelio creador de riqueza con su empresa puntera y familia volcada en el país, sus ikastolas, su lengua, sus manifestaciones, su periódico. Y, finalmente, este sábado, se nos ha escapado Javier Alday descrito en su esquela como persona que “vivió, amó y se divirtió”. Sobrino del diputado con Aguirre Juanón Kareaga, del que Uzturre nos decía que definía a los jelkides como gentes que una vez fallecidos irían al limbo y se pasarían la eternidad cantando el Agur Jaunak. Hombre entrañable, no dejaba periódico al que enviar una carta al director o un artículo ni organizar en el batzoki de la Parte Vieja donostiarra encuentros semanales alrededor de una buena mesa para analizar todo lo habido y por haber. Su hija Monika, a quien agradezco, me ha enviado lo que leyeron en su funeral, que resume el jelkidismo de todos los que he nombrado y que dejó esto como saludo desde el más allá:

“Eguardi on jaun andreok. Eguardi on lagunak. Buenas tardes señoras y señores, buenas tardes amigos. Ya estoy en la casa de Dios (hace mención a su familia uno por uno). Ya he dado a Jaungoikoa mis más fervientes gracias por todo lo que me ha dado en la vida y por los estupendos amigos que he tenido y por haber nacido y vivido vasco. Por haberme hecho nacer y vivir en el mejor país con la mejor gente del mundo. También por haberme dado suficiente bienestar y un trabajo honrado y hasta agradable, que me ha permitido vivir dignamente y hacer muchísimos amigos.

Ahora estoy con todos ellos y también con Sabino Arana y con José Antonio Agirre, Juan Ajuriagerra, Jesús Leizaola, Xabier Arzalluz, Felipe Lizaso, Jesús Mari Alkain y tantos y tantos formidables como Dios nos ha mandado a Euzkadi. También estoy con Joseba Agirre y con los viejos camaradas de la mesa de los miércoles, con los Leizaola Xabier y Joseba, José Luis Lasa, los dos José Maris, Beitia y Altuna, Luis Bandrés, Esteban Goikoetxea, Iñaki Alcain y ya estamos preparando una mesa para sentarnos en ella, cuando ya sin mucho tardar estemos todos reunidos. Y le invitaremos a Jesús que de eso de cenar con amigos sabe mucho.

Adiós hasta pronto. Agur besarkada aundi bat danori eta laister arte”.

Fantástico Javier. Has representado esa cultura cívica del PNV, los que cargan de sustancia real a las ideas de libertad, de justicia, de coexistencia, los que hacen posible que una democracia funciones de verdad y los que vacunan a las sociedades contra las dictaduras. Eso en definitiva es el jelkidismo de todos estos patriotas que se nos han ido y que han demostrado que eran de otra pasta. GB.