EL desmarque de la sociedad de los postulados y acciones de ETA no comenzó hasta pasada la transición democrática. Telegráficamente señalaría estos hitos:

Finales del franquismo: ETA es uno de los referentes de la lucha antifranquista. “La percepción de ETA como alguien que no está trabajando para la defensa de los intereses que dice defender, es decir que no trabaja para defender a los vascos ni a nadie, creo que empieza a partir de 1975? En aquellos tiempos era muy habitual ver a compañeros de trabajo que cuando mataban a alguien? te contestaban “algo habrá hecho?”. Lo dice José Luis Corcuera en Memoria de Euskadi (Maria Antonia Iglesias, 2009)

ETA no acepta la reforma autonómica y, pese a la amnistía de 1977, reanuda la lucha armada. Solamente los años 1978-1980 hay 321 asesinados. Durante muchos años, muy pocos hablan de los asesinados por ETA. Dos hechos paralelos, entre otros, ayudaran a cambiar las cosas: el nacimiento en 1986 de Gesto por la Paz y el Acuerdo de Ajuria Enea en 1988.

La creación del Pacto de Ajuria Enea por iniciativa del gobierno de Ardanza y con el acuerdo de todo el arco parlamentario excepto Batasuna, en enero de 1988, propició dar luz a un primer cambio radical respecto de lo que ETA significaba: se pasó del “algo habrán hecho” a ser, al fin, considerados como lo que eran: terroristas.

La historia de Gesto coincide en sus momentos álgidos, como escribe Ana Rosa Gómez Moral en su excelente libro Un gesto que hizo sonar el silencio, en el allegro durante la vigencia del Pacto de Ajuria Enea y sus momentos de adagio y largo desolato tras su final, con el Pacto de Lizarra por un lado (dejando aparte a los no nacionalistas, como señalé en un artículo crítico inmediatamente) y, por el otro, con los movimientos Basta Ya, Foro de la libertad, Foro de Ermua etc., alguno de los cuales pretendieron que nacionalismo equivaliera a terrorismo.

Cómo olvidar aquellas concentraciones de Gesto en silencio, cuando, a un palmo de nuestras narices, nos gritaban a voz en grito aquello de “¡los asesinos llevan lazo azul!”, “¡hoy, tú de negro; mañana, tu familia!” “zuek ere txakurrak zarete!” y, sobre todo, el terrorífico “¡ETA, mátalos!” sin que todavía se hayan desdicho y hayan pedido perdón a la ciudadanía vasca. Sí, como he escrito en varios sitios, ETA y su mundo han escrito la página más negra en la historia del Pueblo Vasco.

Pero, rememorando aquellos años, cómo no recordar, también, algunas asociaciones judiciales que ponían pegas para grabar a los que desfilaban por el Boulevard donostiarra ufanos, orgullosos de gritar “gora ETA militarra!” y demás eslóganes. Aquello sí que era apología del terrorismo y con cuántos tiquismiquis se movían entonces la fiscalía y la judicatura mientras después, con ETA ya militarmente derrotada, ponen la lupa en cualquier frase de un chaval, al fin acojonado. Y no quiero comparar aquella violencia con la que se dice hubo en torno al procés.

El 23 de agosto de 1995, ETA asesina a Gregorio Ordóñez. Hay un antes y un después de ese asesinato. Se levantó muy tarde el velo de las víctimas de ETA. Muchos las tuvieron olvidadas en los años de plomo. Porque esas víctimas eran, básicamente, guardias civiles, policías nacionales, miembros del Ejército, ertzainas y empresarios y algunos políticos constitucionalistas.

Y el 13 de julio de 1997 el asesinato de Miguel Ángel Blanco dio lugar a la mayor concentración contra ETA de todos los tiempos. Fue la última convocatoria del Pacto de Ajuria Enea. Es el punto de inflexión entre dos fracturas en la sociedad vasca: de demócratas frente a violentos, la fractura se traslada a nacionalistas versus constitucionalistas. Y ahí seguimos. Las consecuencias inmediatas de la ruptura del Pacto de Ajuria Enea se pueden sintetizar en dos expresiones: el Pacto de Lizarra y el abrazo del Kursaal.

Respecto del primero, transcribo aquí unas líneas de un texto que publiqué en la prensa vasca en diciembre del año 2000. “Todo el entramado de Lizarra-Garazi debe romperse. Debía estar roto hace tiempo y no seguir en esta especie de invernadero que nos hiela el corazón de rabia, impotencia y vergüenza. Se ha probado hasta la saciedad que no solo los métodos sino también los objetivos separan al nacionalismo democrático de ETA y de Herri Batasuna”.

Por otra parte, recuérdese también que, en aquellos años, se hablaba del nazi-nacionalismo vasco, que hubo manifestaciones frente a la sede del Gobierno vasco, con ciudadanos antinacionalistas con pegatinas rememorando la extorsión y aniquilación de los judíos en tiempos de Hitler y que todo terminó con la mayor victoria en las urnas del nacionalismo en las elecciones autonómicas del año 2001. Patxi López, en el ya mentado libro de Maria Antonia Iglesias, tras el fiasco de esas elecciones, dice: “la famosa foto del abrazo en el Kursaal con Savater de maestro de ceremonias, entre Nicolás (Redondo) y Mayor Oreja; ahí estaban todos esos gestos que lo único que hacían era engordar a los nacionalistas por un lado y alejar a los votantes socialistas por el otro? Aquella foto del Kursaal fue la imagen de nuestra esquela”.

En fin, si he de hablar de resistentes nacionalistas al terrorismo, limitándome a unos pocos, durante los años de plomo, señalaría a Garaikoetxea, Ardanza, Arzalluz, Atutxa, Cuerda, Imanol Murua, Román Sodupe, a mi suegro Xabier Aizarna (resistente discreto, firme y constante ante ETA, de quien aprendí tanto), intelectuales como mi amigo Pako Garmendia, con planteamientos entendidos por tan pocos, y tantos otros, a menudo bajo la incomprensión cuando no la sospecha de connivencia con ETA, por ser nacionalistas. Pero, ¿qué significaba ayer, y todavía hoy “izquierda abertzale”?

Concluyo con una vivencia personal. En mi comparecencia en la Ponencia de Víctimas del Terrorismo del Parlamento Vasco, el 27 de noviembre de 2003, tras referir lo que supuso a mi familia, aún más que a mí mismo, los diez años, dos meses y dos días de protección, de los que cuatro años y medio fueron con escolta personal, ya al final leí que “de las cosas que más me han herido ha sido la lectura del Manifiesto Aunque de 8 de mayo del presente año (2003), firmado por varios intelectuales europeos de gran prestigio. Concretamente, los dos puntos donde se dice textualmente lo siguiente: Aunque parezca mentira, hoy los candidatos de los ciudadanos libres del País Vasco están condenados a muerte por los mercenarios de ETA y condenados a la humillación por sus cómplices nacionalistas. Aunque ciudadanos del País Vasco sean asesinados por sus ideas, y miles hayan sido mutilados o trastornados, los atentados se realizan y celebran en una penosa atmósfera de impunidad moral propiciada por las instituciones nacionalistas y por la jerarquía católica vasca. Añadí que “de un plumazo dejé de ser víctima del terrorismo para convertirme en victimario, simplemente por ser nacionalista y amigo de algunos miembros de la jerarquía católica”. Y al mentar la Iglesia católica, quiero añadir lo que tantas veces he escrito: la actitud de los cristianos, los de la base y los obispos (particularmente Setién, Uriarte, Asurmendi y Blázquez), en su actitud y comportamientos con ETA, tiene luces y sombras. Unos subrayan las luces y otros, las sombras. El juicio actual está, en gran medida, ideológicamente mediatizado. Aquí también, necesitamos a la Historia por venir.