EL plástico está presente en casi todo lo que nos rodea: envases de alimentos, cuchillas de afeitar, pajitas, platos, vasos... Las propiedades y el bajo coste de este material han favorecido su expansión en los últimos cincuenta años. Tanto que el plástico ya forma parte de nuestra alimentación.

La proliferación de este material es evidente en los supermercados, donde gran parte de los alimentos están envasados. Casi el 40% de los plásticos que se utilizan van destinados al envase, sobre todo de alimentos. Sin duda estamos ante una situación insostenible en la que al consumidor no se le garantiza el derecho a consumir sin producir residuos.

Durante la semana pasada, del 3 al 9 de junio, se ha desarrollado, convocada por una plataforma ciudadana organizada alrededor del grupo de Facebook Zero Waste, una campaña de boicot al plástico de un solo uso que lo envuelve todo a la hora de hacer la compra. La semana de boicot al plástico ha sido dirigida a quien lo pone en el mercado -distribuidores, consumidores y cadenas de supermercados- pero el problema no se termina “sustituyendo el plástico por el cartón”, sino que la solución pasa por producir menos. El mejor residuo es el que no se genera.

La iniciativa también se ha dirigido a las autoridades, para que desarrollen una legislación más restrictiva en el uso de plásticos en grandes superficies, que solo están obligadas por ley a cobrar por las bolsas de plástico. La existencia de una norma legislativa al respecto podría obligar a los supermercados a tener comida a granel, a disponer de envases retornables o a pagar el coste económico de los envases.

Por otra parte, se vienen realizando en las últimas semanas recogidas de plásticos y otros residuos en diversos puntos del litoral vasco, como la que se ha llevado durante el pasado fin de semana en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, donde han participado más de 2.500 personas voluntarias y 300 submarinistas y embarcaciones, que han recogido 8 toneladas de plásticos y otros residuos, lo cual es un índice ilustrativo de la cantidad de basura marina que tenemos en nuestra costa.

Cada año se producen un total de 300 millones de toneladas de plástico. De ellas, se estima que ocho millones acaban directamente en los mares y océanos de nuestro planeta.

La inundación por plásticos de mares y océanos es uno de los principales impactos ambientales del planeta, según los diversos informes científicos publicados en los últimos tiempos. De no adoptarse medidas que lo impidan, se producirán grandes riesgos de degradación de los ecosistemas marinos y, por ende, de la biodiversidad marina.

El impacto de las basuras plásticas en la fauna es evidente. Es frecuente encontrar animales, como las tortugas, que han quedado enganchados con redes o cuerdas, quedando estrangulados en sus extremidades y sufriendo falta de riego sanguíneo. Además, muchas especies marinas han incorporado plásticos en su organismo, incluyendo cetáceos, aves, tortugas, peces y plancton. Muchos mueren por la ingestión de plástico que les ha bloqueado el sistema digestivo. Se calcula que más del 60% de todas las especies de aves marinas tienen rastros de plásticos en sus intestinos y se han encontrado plásticos en los estómagos de casi 700 especies de vertebrados marinos.

Existen más de 3.000 sustancias químicas diferentes asociadas a los plásticos y más de 60 caracterizadas como sustancias de alto riesgo para la salud, siendo algunas de ellas persistentes, bioacumulables y tóxicas. Existen estudios científicos que demuestran que aditivos comunes del plástico, como los bisfenoles, los ftalatos y los metales pesados, son muy peligrosos para la salud.

Los seres humanos no estamos libres de peligro. Las vías de exposición humana a los aditivos químicos de los plásticos son básicamente dos: la ingesta y la inhalación.

El mayor aporte corresponde a la dieta. Cuando ingerimos un pescado, estamos incorporando a nuestro organismo todos los contaminantes que ha acumulado a lo largo de su vida. Es importante destacar que el problema no viene por el plástico que el animal tenga en el tracto gastrointestinal, ya que esta parte no es comestible. El problema viene de los aditivos químicos del plástico, que sí se acumulan en los tejidos grasos, como el músculo, una parte que sí es comestible.

También hay que tener en cuenta que los alimentos pueden contaminarse durante la producción, el procesamiento industrial (empaquetado, enlatado y secado) y el almacenamiento, debido a la presencia de contaminantes en algunos materiales utilizados en el procesamiento, así como a la transferencia de contaminantes desde los materiales de envasado.

La otra vía de exposición humana es a través del aire. Estos químicos se hallan en las partículas del aire que respiramos, sobre todo en interiores (casas, oficinas, ?), ya que dichos ambientes están llenos de materiales plásticos. Normalmente, esta exposición es inferior a la de la dieta, ya que solemos comer hasta 2 kilogramos de alimentos por día, mientras que la inhalación de partículas a través de la respiración suele ser de 20 miligramos diarios.

Así pues, la contaminación por plástico supone un grave problema ambiental y una potencial amenaza para la salud humana, por lo que son necesarias medidas para intentar reducir el uso de material plástico en la sociedad.

Cada vez son más las organizaciones e instituciones que recuerdan que el problema de la contaminación por plásticos ha llegado a un punto en el que el reciclaje no puede ser la solución. “Las capacidades de reciclaje de plástico no han seguido el ritmo de la creciente producción mundial” de este material, ha informado hace unos días la Agencia Europea del Medio Ambiente en un informe sobre estos desechos en la UE. “Actualmente, en Europa, solo el 30% de los residuos plásticos se recogen para su reciclaje”, añade este organismo. “Además, la mayoría de las operaciones de reciclaje tienen lugar fuera de Europa, donde las prácticas y normas ambientales pueden diferir”.

El destino de millones de toneladas de plásticos ha sido durante décadas Asia, donde se intentaba sacar rendimiento a los residuos de los países desarrollados. Pero esos destinatarios se han plantado. Primero fue China, en 2018, la que vetó la entrada de esas basuras; luego se han ido sumando otros países como Malasia, Filipinas o Vietnam. El Estado español no es ajeno a ese tránsito: solo en 2017 exportó más de 302.000 toneladas de residuos plásticos.

Tenemos que poner fin a esta Era del Plástico Infinito. No hay otra solución. Está contaminándolo todo.