MARCOS Vizcaya fue portavoz del Grupo Vasco de 1979 a 1986. Sucedió en la representación a Xabier Arzalluz. Tras su fallecimiento, me envió este correo: “Gracias Iñaki por la notificación. Me ha causado honda impresión porque no sabía nada sobre su estado de salud. Se ha ido con sus muchas luces y alguna sombra el que fue junto a ti mi mentor, mi faro y mi compañero en aquellas solitarias jornadas en el Madrid del 77. Cuántas películas después de los plenos, comisiones, cuántas comidas de trabajo?.!!!. ¡Cuántas reuniones!! Qué recuerdos en especial de vivencias humanas y cotidianas. Pero se nos ha ido y con él una parte de nuestra historia y de nuestra vida. Que descanse en paz con honor. Mis diferencias con él son gotas en un mar de reconocimiento. Un abrazo a su familia”. Marcos, junto a él, llevaron el peso político en la Comisión Constitucional. Hicieron un magnífico trabajo. Y es bueno recordarlo y reconocerlo. También recordar en este mes de marzo a otro portavoz, este en tiempos de la República, el diputado Aguirre, quien nació un 6 de marzo de 1904 en la calle La Cruz de Bilbao y falleció muy joven, en su exilio de París, el 22 de marzo de 1960, con sus pocos 56 años. Había sido también alcalde de Getxo con 27 años y lehendakari con 32.

José Antonio había estudiado en Orduña y abogacía en Deusto, cantado en el Biotz Alai, tocaba el Fiscorno, jugó en el Athletic (acaba de salir el libro de Carlos Aiestaran), fue presidente de Acción Católica y con Irujo modernizó los estatutos de EAJ-PNV. Fue un político increíble, casi de diseño. Su amona Bernardina era de Mutriku y su aita, de Bergara; pasante de Daniel Irujo en el juicio contra Sabino Arana a cuenta del telegrama que éste le envió a Roosevelt. Era además un optimista nato, accesible, directo, cariñoso, animador de grupos. Los consejeros socialistas, republicanos y el comunista de su gobierno, al poco, sin dejar su ideología, se convirtieron en aguirristas. Aznar, Aldasoro y Astigarrabia pagaron por ello. Su oratoria era fogosa e iba al corazón, “el mejor discurso es el de la madre hablando de la enfermedad de su hijo”, decía. Y se preocupaba por los demás. Era un cristiano social consecuente.

Siendo presidente del Congreso José Bono, le pedí editara las intervenciones de José Antonio en las Cortes Republicanas de 1931 a 1936. Lo hizo. Previamente, habíamos encontrado las actas de su trabajo en la Comisión donde se discutió y aprobó el texto del primer Estatuto de Autonomía en junio de 1936, comisión presidida por Indalecio Prieto, siendo Aguirre el secretario y formando parte de la misma Calvo Sotelo. Me interesaba que se constara en aquella casa el trabajo del PNV desde 1917. Somos, con el PSOE el partido más antiguo en aquel foro. Desgraciadamente, nos quedamos con las ganas de hacer un buen trabajo sobre cómo funcionó la que llamaban “la Minoría de Cemento” en aquel hemiciclo, siendo una pieza clave D. Manuel de Irujo, que era poco menos que el diputado para todo. Y asimismo me quedé con las ganas de saber dónde estuvo el Hotel Panamá en la Gran Vía madrileña en el que se alojaban nuestros diputados. Como para escribir una novela con este título.

Producto de una oceánica dictadura de cuarenta años, las nuevas generaciones a la muerte de Franco sabían poco del lehendakari. Algunos conocían que estaba enterrado en Donibane Lohitzun y que sus mayores hablaban de él con veneración por lo que se hizo un esfuerzo especial por darlo a conocer. A él y al lehendakari Leizaola, protagonistas de una legitimidad que había que preservar rompiendo el muro de silencio que había llevado la propaganda franquista con la consigna de unir nacionalismo con violencia, cuando ellos eran los terroristas. De ahí que uno de los primeros actos políticos fue la reedición por parte de Txomin Saratxaga del libro de José Antonio Entre la Libertad y la Revolución. Me tocó hacerle el índice onomástico y quedé maravillado de la visión política de aquella generación y de la defensa que hacían de sus posiciones. La presentación, en octubre de 1977 y en el Carlton, del libro así como en las otras capitales vascas fue un bombazo. Estaba todo por hacer, pero queríamos que no se olvidase lo hecho para lograr unos mínimos con el fin de que todo aquello no fuera un recuerdo del pasado. Aunque el primer Gobierno vasco duró apenas nueve meses, demostró que como pueblo nos sabíamos organizar, respetar al adversario y después sobrevivir a una cruel y asfixiante dictadura y a un exilio interminable. Con este criterio, no sería ocioso reeditar por temas los artículos de Arzalluz en DEIA sobre Europa, la transición, el nacionalismo y el socialismo? Escribía tan bien como hablaba.

En 1978, con similar objetivo se organizó un homenaje al lehendakari Aguirre y le invitamos a que nos hablara de él a su compañero Manuel de Irujo. Tenía la “garganta averiada”, nos escribió; pero nos hizo llegar para leer en el acto esta breve aunque contundente semblanza que resumía muy bien la personalidad de aquel gigante: “Siento no hallarme presente el día de José Antonio. José Antonio era hombre fuera de serie. El sentido humano, cordial, que sabía dar a sus palabras o a sus abrazos, o hasta en la forma de dar la mano, era de esos que no se aprenden en los libros, ni se reciben en la taquilla de una institución de crédito. He conocido a quienes han realizado un largo viaje por el solo placer de escucharle, de oír de sus labios la proyección del futuro, de recibir un abrazo o un apretón de manos suyo. José Antonio era un inestimable capital. Las circunstancias en las que le tocó vivir no le permitieron aplicarlo a la vida de Euzkadi en la medida en la que pudo desarrollarse en una situación normal. El robusto trazo de su paso por la Presidencia de Euzkadi, hubiera sido mucho más marcado y trascendental en una vida civil, de paz y de trabajo”.

Dos años antes, habíamos tenido una reunión en lo que empezaba a funcionar como Gipuzku Buru Batzar en un piso que daba al Boulevard de Donosti. Le recuerdo nítidamente a Gerardo Bujanda, que este mes de agosto cumple cien años, y a Joseba Leizaola. Tras la reunión cenamos con Mugica y Benegas en el Aita Mari y volvimos a Bilbao. Conducía Arzalluz, Ajuriaguerra iba a su lado y yo detrás siguiendo como una esponja todo lo que comentaban. Nítidamente me acuerdo cómo al cruzar el puente de La Salve le preguntó Xabier su opinión sobre Aguirre. Ajuriaguerra, aquel hombre duro, correoso y mandón, le contestó que cuando falleció el lehendakari en París había llorado desconsoladamente durante mucho tiempo ante la sensación de orfandad en la que quedaban y por el recuerdo de tantas vivencias juntos. “José Antonio, durante toda su vida, personalizó y simbolizó las aspiraciones vascas de su época”. Aquella respuesta se me quedó grabada y creo que podría asimismo aplicarse a Arzalluz. La prueba está en el respeto y la consideración con el que partidos, sindicatos, medios, adversarios y militantes han tratado su figura tras su fallecimiento, salvo alguna deshonrosa excepción.

Solía contar Xabier la sensación de desamparo que vivieron al llegar al Congreso y Senado para enfrentarse a toda la estructura de un Estado organizado para defender sus esencias. Algo parecido le pasó a Aguirre cuando Indalecio Prieto le espetó en la tribuna: “Yo oía ayer con viva complacencia las manifestaciones que hizo el Sr. Aguirre con gran aplomo ante la Cámara, más el señor Aguirre es muy joven y el señor Aguirre desconoce, por no haberla vivido, la historia del Partido Nacionalista Vasco, el cual aparece hoy él como una primera figura, con una aureola de simpatía que está explicada por su juventud y por sus dotes, pero es muy difícil señor Aguirre saltar desde la línea delantera del Athletic Club a la línea delantera de ese equipo vasco nabarro que a s.s. le toca capitanear”. Sin embargo, la acción parlamentaria, la guerra y el exilio le hicieron cambiar radicalmente de opinión y su oración fúnebre tras la muerte del lehendakari es una pieza que invito a leer.

El 28 de abril se celebran elecciones legislativas. EAJ-PNV se presenta con el trabajo bien hecho y esta historia por detrás. Avalan un proyecto humanista, abertzale, de entrega, histórico y de “Minoría de Cemento” defendiendo Euzkadi. Junto con aquellas combativas oradoras -Polixene, Haydee, Julene, Teresa... y tantas más- que hay que rescatar del silencio y transmitir a las nuevas generaciones para que la cadena no se rompa.