EN septiembre de 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial. Los vascos refugiados en Euzkadi continental sabían que sus huesos iban a parar a un campo de concentración o a una trinchera. Habían perdido una guerra y no estaban dispuestos a perecer en la segunda, por lo que un grupo de gudaris decidió cruzar el Atlántico en algo más que dos pateras, vaporcitos de seis toneladas, llamadas Donibane y Bigarrena, construidas en Baiona. Les plantaron la ikurriña en popa y salieron en septiembre de aquel terrible año a la aventura al mando del capitán Burgaña. Triki Azpiritxaga tuvo que arreglar la dinamo de una de ellas. Pero llegaron a Río Caribe, Cumaná, y luego a La Guaira, en Venezuela. Allí rehicieron sus vidas. Y fueron enterrados en aquel país, al que Colón había denominado “Tierra de Gracia”. Por cierto, muchos de sus descendientes han tenido que salir de allí, están en Euzkadi y, tras una vida de trabajo y de pagar impuestos, arbitrariamente, por decisión de Maduro, no cobran pensión alguna. Los manifestantes de los lunes jamás se acuerdan de este colectivo abandonado pese a que son tan vascos como ellos, tanto como los de Bildu y Podemos que se apoderan de la justa reivindicación de los pensionistas.

El nieto de Triki Azpiritxaga es el actual presidente del Centro Vasco de Caracas. Antes que esta entidad, los vascos crearon la Asociación de Socorros Mutuos con la consigna “Vasco, ayuda al vasco”. Allí, los exiliados reprodujeron un pueblo de Euzkadi. Es el Centro Vasco más grande y mejor de América. Y allí quisieron ser recibidos, el pasado 10 de enero, Arkaitz Rodríguez, secretario general de Sortu, y Asier Altuna, responsable de Relaciones Internacionales de la formación. La Junta Directiva no les recibió. Han sufrido y sufren demasiado para tener que aguantar soflamas justificatorias de la opresión que sufren. Los representantes de Sortu habían sido invitados por la dictadura madurista a la gran farsa de la juramentación de Maduro ante una Corte de Justicia de magistrados designados a dedo, sustituyendo a la anterior, y se prestaron a ser parte del paisaje totalitario y aplaudidor del dictador junto a los representantes de Turquía, Bolivia, Cuba, Rusia, Osetia del Norte, Corea y países con regímenes parecidos. Al parecer, estaban a gusto. Estas satrapías deben ser sus referencias ideológicas. De hecho, cuando falleció Fidel Castro, Rodríguez organizó un funeral laico en el Puerto de Donosti al dictador cubano y Altuna y Martín Garitano estuvieron en el funeral de Chávez en 2013. Como se ve, Sortu no ha hecho aún su Perestroika y siguen con las monsergas marxistas-leninistas de la V y VI Asamblea.

Ante eso, uno se pregunta, ¿es este el modelo de sociedad que quiere esta gente para Euzkadi? Si es así, hacen buena aquella frase de Xabier Arzalluz cuando les dijo que si esto fuera como ellos planteaban habría que marcharse en pateras y dejar una Euzkadi solo para plantar berzas. Tenía razón. Nos ponen como ejemplo un régimen falsamente socialista que ha arruinado un país y cuyos habitantes, en más de cuatro millones, huyen a pie o como pueden. ¿No han aprendido nada? ¿No han olvidado nada?

Parece que no. Gara se regocijaba al día siguiente en su portada, publicando esa amenazadora y siniestra fotografía de generales comprados por el madurismo como si el ejército y no la voluntad popular debiera ser el apoyo de un gobierno. Tanto publicar manifiestos de ETA con sus capuchas y puños en alto, parecería que quieren homologar a este gorilato tiránico con la ETA militar a la que algunos, al parecer, siguen añorando.

Me tocó en un debate defender al presidente encargado, no autoproclamado, Juan Guaidó, cuyo padre es chófer en Tenerife. Lo presentaban como un “hijo de papá” educado en la Universidad Católica de Caracas de los jesuitas. Yo he estudiado en esa Universidad y sé bien lo que es y su perfil social. Es como atribuirle a la Universidad de Deusto ser una fábrica de pijos cuando la de Caracas ha tenido como rector al P. Luis Ugalde, de Bergara, hoy referencia moral en toda Venezuela, como lo fue Ellacuria en El Salvador, ambos más vinculados a la Teología de la Liberación y al pueblo llano que ellos. El trabajo social realizado por la UCAB en Caracas y en los barrios limítrofes no lo superará jamás ningunos de estos revolucionarios de limusina que tratan de adoctrinarnos con conceptos de los años 60. ¿Puede seguir la izquierda aber-tzale con este discurso tan falso y destructivo y pretender hacer una oferta seria a este país? Decía Otegi que siente que el ciudadano vasco no se fía de ellos y considera que hasta que eso no sea así no van a poder superar el pasado. Desde luego, avalando a una dictadura como la cubana o la venezolana y vanagloriándose de que les hayan invitado a semejante ópera bufa no creo que nadie con responsabilidad en Euzkadi les crea nada, y la credibilidad es imprescindible para construir entre todos algo serio. Lo acabamos de ver en la negociación presupuestaria. Sus vértigos, sus condicionantes, su miedo al compromiso, su discurso de trinchera... les impidió demostrar que han aprendido algo tras veinte años fuera del Parlamento Vasco, diciendo que era un ente vascongadillo de dos tercios sin poder alguno, en lugar de pretender dar lecciones de democracia para tapar un pasado inicuo.

Les guste o no estamos dentro de Europa y es en ella, y no fuera de ella, donde hemos de encontrar soluciones para todos los vascos. Persistir en esquemas centroamericanos o soviéticos y de dictadura del proletariado, basado en una clase obrera cada vez menos obrera y menos clase es equivocarse. Persistir en estructuras de lucha inventadas por Lenin para una situación concreta de la Rusia zarista, cuando las condiciones de vida y de trabajo van cambiando vertiginosamente a impulso de una auténtica revolución tecnológica y digital es como remar en tierra sin percatarse de que no hay agua bajo la barca. Lo mismo que querer engañar al personal hablando de que detrás de lo que ocurre en Venezuela está la oligarquía petrolera y Trump, desconociendo a toda la UE y su escala de valores o a Canadá y a la mayoría de las democracias americanas. La única injerencia que hay en aquel país son los 22.000 soldados y funcionarios cubanos que cuidan de que su vaca petrolera no caiga en la democracia burguesa que tanto adversan. Me quedo, pues, con los valores occidentales de compromiso con todos los derechos humanos, el respeto a la ley, a las minorías y la economía abierta. Lo que esta gente llama democracia burguesa pero que les permite vivir en libertad.

Y sobre Trump, un recuerdo. No fue el Grupo Vasco en Madrid quien le envió un telegrama de felicitación al presidente norteamericano tras su victoria. Fue la diputada Beitialarrangoitia, de Bildu, quien lo hizo. No sé a qué viene ahora rasgarse las vestiduras porque pida que en Venezuela haya unas elecciones libres y sin voto electrónico causante de todos los fraudes chavistas. No olvidemos que el concepto leninista de “el fin justifica los medios” sigue allí más vigente que nunca.

Finalmente: Venezuela no era un país de emigración. Llegó Chávez y luego Maduro y la gente huye despavorida. En Euzkadi, en poco tiempo tenemos casi diez mil. Y algunos lo necesitan todo aunque la gente no sea consciente de ello y diga que ya está bien de hablar de Venezuela. No llegan en pateras sino en avión, como aquellos gudaris llegaron en la Donibane y la Bigarrena. Venezuela abrió sus puertas hace 80 años al exilio vasco. Hoy, sus descendientes vuelven junto a venezolanos de origen de un país que aman mientras Sortu aplaude y trata de justificar la satrapía. Los extremos, como siempre, siguen tocándose.