UNA vez le preguntaron al antiguo rey de Marruecos, Hassan II (padre del actual, Mohamed VI) por la situación de los Derechos Humanos relacionados con los prisioneros que hizo en la anexión del Sahara, en la denominada Marcha Verde del año 1975. Su contestación fue semejante a una frase como ésta: “todos tenemos jardines secretos. Son cosas de las que no hablamos o no nos gusta recordar. O bien pasado el tiempo nos parece algo malo, o bien no tuvimos otro remedio que hacerlo aunque siempre queda un sabor amargo”.
He recordado la teoría de los jardines secretos después de los tristes sucesos de Almería que terminaron con la muerte del pequeño Gabriel. ¿Cómo podía saber su padre con quién estaba conviviendo? ¿Conocemos bien a las personas con las que nos relacionamos? Al fin y al cabo, todos tenemos secretos que ocultar. Lo malo, desde luego, es si esos secretos son delitos. Es complicado, sí. Muchas veces ni siquiera nos conocemos bien a nosotros mismos y realizamos actos con los que terminamos arrepentidos.
A menudo, se comenta que la política produce extraños compañeros de cama, y es cierto. Lo que se ve de una forma antes de las elecciones, siempre se puede ajustar como interés general a cambio del interés particular: el poder. Por eso no nos podemos fiar cuando alguien dice que jamás va a realizar un pacto. Basta observar al gobierno actual: Rivera juró y perjuró que Rajoy nunca sería presidente y parece que las cosas no son así Curiosamente, el único político fiable en ese sentido ha sido Artur Mas, cuando firmó ante notario que jamás pactaría con el PP después de las elecciones. No sería mala idea que todos hicieran lo mismo con algunas promesas electorales.
De la política, a los matrimonios. También producen extraños compañeros de cama, ya que las personas evolucionamos y pasado un tiempo ya no somos como éramos en el momento del enamoramiento. Por eso, es primordial realizar proyectos conjuntos para evolucionar juntos. Proyectos que no pasen únicamente por la educación y desarrollo de los hijos, para evitar aquella otra frase no tan célebre de Groucho Marx: “Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, y detrás de ella siempre está su mujer” (ruego al lector que se tome esta frase con humor; estadísticamente habrá personas que verán aquí una idea machista). Estadísticamente, también estudios originales de Richard Wiseman demuestran que así se puede predecir la evolución del matrimonio: a más objetos, experiencias y amigos comunes, mayor probabilidad de que la pareja sea estable.
Entonces, ¿cómo conocer a los demás? ¿Qué hacer ante el comienzo de una nueva relación de pareja, una amistad o un proyecto empresarial? Las palabras no bastan, ya que todos somos muy amables y simpáticos en las distancias cortas. Pero es algo complejo: nuestra historia personal pesa más que nuestros genes. Las recomendaciones son las de siempre, diálogo sincero y transparente y, muy importante: reglas claras. Para todos los casos.
A una relación de pareja, además del respeto y la educación, mínimo exigible a las relaciones humanas, se le debería pedir algo más. ¿Hacia dónde queremos ir? Respecto de una relación de amistad, los límites deben estar claros. ¿Cuántos amigos se han roto por asuntos de dinero o aspectos relacionados con la identidad más profunda, como la religión o las ideas políticas? Nada como la diversidad para desarrollarnos, crecer y madurar. Aunque todas las personas merecen la pena (cada una a su manera), relacionarnos con los que no piensan como nosotros es muy útil para aprender y evolucionar en aspectos relacionados con nuestro enfoque vital. Por último, en las relaciones empresariales lo primordial es establecer reglas en el caso de que la cosa vaya mal. Es fácil llevarse bien cuando las cosas van sobre ruedas, pero cuando llegan las curvas, las cosas cambian. Ocurre en cualquier equipo que practica deporte: la clave de sus triunfos no es la unión; se trata de una relación inversa. Son los triunfos los que generan la unión y el compañerismo.
En todos los casos de corrupción conocidos, altos cargos se han lamentado de colocar algún que otro garbanzo negro. ¿Tampoco los conocían? ¿O todos los que están allí tienen un jardín secreto o genético en el que son ladrones? Seguramente, no. Unos políticos son honrados, otros no, y otros se limitan a seguir incentivos. Si todos lo hacen, no pueden resistirse.
Estimado lector, un jardín secreto genera disonancia, ya que suele tratarse de algún hecho o pensamiento que no nos gusta comentar y nos incomoda. Eso permite tres posibilidades. Una, seguir con esa carga en la cabeza. Dos, cambiar el relato mental. Ya se sabe, “tenía que hacerlo”. Tres, asumirlo y comentarlo si toca y es necesario.
Es una forma hermosa de admitir nuestra humanidad. Lo dice la sabiduría popular: el errar es cosa humana.