EN estas últimas fechas nos estamos encontrando escenarios diferentes en los que la fragilidad se ha convertido en esperanza.
Las multitudinarias manifestaciones en favor de la igualdad de derechos entre géneros en todos los aspectos de la vida han evidenciado que la supremacía del varón sobre la mujer basada en privilegios de género o en la mera fuerza física está cambiando. Llamar sexo débil al sexo femenino ya no se sostiene y esa presunta debilidad ha generado con fuerza una dinámica que está afectando a la vida de muchas personas a la hora de compartir tareas y responsabilidades familiares, los salarios, los puestos directivos, el lenguaje, los malos tratos y las agresiones sexuales que llegan a innumerables asesinatos. Sin embargo, el día después, los días de cada año son los importantes. Y es preciso recorrer un camino abierto y solidario, de la mano, para el cambio, independientemente del género. ¡Qué curiosa ha sido la evolución en el tono de algunas consideraciones públicas antes y después de las manifestaciones!
Las insistentes protestas del colectivo de personas jubiladas, con esa espoleta incendiaria del 0,25% para evidenciar la parálisis de las pensiones, no ha terminado y tiene visos de continuar porque a estas alturas de la vida hay algo que muchas personas, quizá no participantes en mayo de 1968, pero sí con aquella imagen grabada en la retina y muchas horas de lucha a lo largo de toda la vida, saben que los mayores logros se consiguen después de una larga lucha.
Y si el sistema de pensiones es una de las conquistas del estado del bienestar, la dignidad al recibirlas también es una expresión de que quienes han llevado la mayor carga sobre sus hombros no se calla, especialmente cuando se detecta que en este caso el sistema de pensiones no tiene en cuenta los miles de horas dedicadas a la economía del cuidado y muchas mujeres se encuentran con pensiones muy lejanas a la media cuando fallecen sus parejas. Nos la jugamos en la legislación de un Estado que se hace cargo del bienestar público o que privatiza una protección al alcance de las personas con más poder adquisitivo.
El caso del niño Gabriel también es significativo en un contexto de agresión terrible a la infancia desprotegida. Ya sabemos que en el mundo hay millones de niños y niñas que son las víctimas de la brutal desorganización de una sociedad que se ceba en las fragilidades y de mentes sin valores que desconocen lo que significa la palabra “conciencia”. Algunas situaciones no nos rompen el alma porque siempre las situamos lejos o tras un tupido velo en nuestro entorno. Pero cuando una agresión de esta naturaleza se ha visualizado en los medios, día a día, hora a hora, el contagio de las lágrimas ha afectado a una buena parte de la población, que se ha solidarizado desde lo mejor que tiene, con ese liderazgo de Patricia y Ángel, la madre y el padre de Gabriel, en favor de lo bueno que tenemos. Se ha recibido un mensaje de esperanza porque todavía hay liderazgos éticos que mueven la conciencia, a pesar de cierta carroñeria en algunos medios y redes sociales. Ni siquiera la legislación sobre la prisión permanente revisable ha de ser analizada sólo desde esta coyuntura, aunque las familias de otras víctimas lo pretenden. “Que el odio y la rabia den paso a los peces y a los girasoles?”.
Y el otro ejemplo de fuerza desde la fragilidad, es el de Stephen Hawking, un físico veinteañero que observó la cercanía de la muerte a pocos años vista y recobró fuerzas para hacer las preguntas más difíciles sobre el origen de la vida y el destino del universo. En sus investigaciones, que han creado una nueva disciplina, como la astrofísica de las partículas, no solamente se ha refugiado en el complejo lenguaje científico, sino que ha pretendido ser divulgativo y se han mezclado con la especulación metafísica. Pero esa fuerza en la fragilidad es lo que más contagia, cuando hay tantas personas a las que dejamos a un lado porque sus condiciones físicas son frágiles y hacemos aún más difícil su vida. A pesar de todo, hay innumerables personas que siguen adelante en similares condiciones; pero son las más silenciadas, las dependientes, las que sólo salen a la luz cuando han conseguido que brille su estrella mediática, las que siguen luchando por la vida en un ejemplo de superación y de llamada a la esperanza, las que con más dificultades salen en los medios de comunicación?
Y es que la fuerza de las fragilidades nos ayuda también a no dejar que nos nuble la vista tanta sombra.