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Beatificación de Juan Pablo I: ¿Un Papa bueno o un Papa mártir?

POR la información divulgada, el proceso de beatificación de Juan Pablo I está muy avanzado. Albino Luciani fue uno de los Papas más breves de la historia moderna: solo 33 días. Su muerte, explicada con medias verdades, dejó muchos interrogantes. El Vaticano se negó a practicarle la autopsia y zanjó el asunto de un plumazo: muerte por “infarto agudo de miocardio”. Sor Vincenza, la monja que encontró su cadáver, lamentó ante Camilo Bassotto, el amigo fiel de Luciani, que “no se redactara un verdadero certificado médico oficial sobre la verdadera causa mortis, como se hizo con el Papa Juan y con Pablo VI”.

Según una encuesta publicada en Italia (Ya, 8 de octubre de 1987), más de quince millones de italianos, el 33% de la población, se mostraban convencidos de que la muerte de Juan Pablo I no fue natural, sino provocada. En 1998, el cardenal brasileño Aloisio Lorscheider, un papable, rompiendo el silencio oficial, declaró: “Las sospechas siguen en nuestro corazón como una sombra amarga, como una pregunta a la que no se ha dado respuesta” (El Mundo, 8 de agosto de 1998).

A Juan Pablo I le colocaron el sambenito de que no gozaba de buena salud y que murió abrumado por el peso del papado. Incluso un obispo alto y robusto dijo que su elección fue “un descuido del Espíritu Santo”. Su médico personal, el doctor Da Ros, tuvo que guardar silencio durante quince años; hasta que en 1993 confesó que Juan Pablo I “estaba bien de salud”. Quien durante siete años fue secretario personal del Patriarca Luciani, Mario Senigaglia, afirmó: “Todos los años íbamos a Pietralba, cerca de Bolzano, y subíamos al Corno Bianco, desde los 1.500 hasta los 2.400 metros, a buena velocidad”. Y añade: “Albino Luciani no estaba enfermo del corazón. Un enfermo del corazón no escala montañas, como hacía el patriarca conmigo todos los años”.

El augurio de Sor Lucía Todo lo que rodea al Papa Luciani irradia misterio. Sor Lucía, la vidente de Fátima, en su encuentro con el Patriarca en Coímbra (11 de julio de 1977) le auguró que él sería el próximo Papa pero que su pontificado sería breve. Trece meses después, Albino Luciani era Papa y él mismo recalcó que su pontificado sería corto y que le sucedería “el Papa extranjero”, “el que estaba sentado frente a mí en el cónclave”. Era el cardenal Wojtyla (el candidato del secretario de Estado, Villot, del sector conservador de la Curia, y del Opus Dei). Una mística, Erika, asegura en el último libro preparado por el teólogo Urs Von Baltasar, Erika, haber tenido una revelación: ve a dos hombres entrando en sus aposentos e inyectan una medicina mortal al Papa Luciani? y “el Santo Padre lo sabe y lo cree”. Poco después, Juan Pablo II concedía el capelo cardenalicio a Von Baltasar. El periodista Mino Pecorelli, hombre muy informado, famoso por sus revelaciones en artículos crípticos en la revista OP, escribía, 16 días antes de la muerte del Papa Luciani, un artículo sobre la Gran Logia Vaticana y un artículo de ficción sobre un Papa (Petrus Secundus) que muere tras un breve e infernal pontificado: “Está loco como Cristo y es tan peligroso, dijo el presidente del Consiglio...”.

En clave creyente, fueron sorprendentes las lecturas que se leían en las Iglesias la tarde del sábado 26 de agosto de 1978 (propias de la liturgia del domingo) cuando salió elegido Papa Juan Pablo I: “Tu eres Pedro?”; o las palabras de Isaías que, a la luz de acontecimientos posteriores, eran una profecía: “Así dice el Señor a Sobna, mayordomo de palacio: Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo”. Anticipaban las intenciones del nuevo Papa de destituir a Marcinkus (testimonio de la persona de Roma). El obispo Marcinkus, conocido como el banquero de Dios, es el mayordomo que tenía las llaves del palacio, de las finanzas del IOR (Banco Vaticano). Un eclesiástico de vida turbia con el que Albino Luciani ya tuvo encontronazos por el uso escandaloso de los dineros de la Iglesia.

El Papa de la Sonrisa será beatificado porque era un Papa bueno y por sus virtudes heroicas. ¿Habrán tenido en cuenta los testimonios de personas, ya fallecidas, cercanas a Juan Pablo I? Entre ellos, los del periodista veneciano y amigo del Patriarca Luciani, Camilo Bassotto, autor del libro Venecia en el Corazón, a quien el cardenal argentino Eduardo Pironio (la misteriosa persona de Roma) hizo entrega de un documento (“quizá el testimonio más importante” en palabras del sacerdote Jesús López Sáez) para que lo publicara, pero manteniendo el anonimato, conteniendo las confidencias que le confió Juan Pablo I sobre los cambios (arriesgados) que pensaba hacer.

El testimonio de Pedullá Santa Teresa de Jesús decía: “La verdad padece, pero no perece”. Sorprendentemente, ahora hace dos años que un diario italiano, Il Giornale, publicó a doble página una entrevista a Giuseppe Pedullá (tiene 85 años), amigo del entonces arzobispo emérito Pacifico Perantoni, que a su vez era amigo de Juan Pablo I, con una información de gran relevancia. Era como una confesión pública de un secreto que no quería llevarse a la tumba. Le entrevista, publicada el 26 de abril de 2015, se la hizo el periodista Stéfano Lorenzetto y, en ella, Giuseppe confesaba: “Habría podido salvarle la vida al Papa Juan Pablo I. No lo hice. Y no consigo perdonármelo. A alguien debo decírselo”. Giuseppe vivió desde entonces con una losa que le oprimía y no le dejaba dormir por negarse a cumplir un encargo. Y es que el 26 de septiembre de 1978 recibió una llamada telefónica de su admirado arzobispo Perantoni con este cometido: “Pepe, ven enseguida aquí. Tienes que ir a Roma, al Vaticano. Tienes que llevar en persona esta carta a Albino Luciani. El Papa está en grave peligro”. Pero Giuseppe tuvo miedo y se negó. “Te arrepentirás”, le reprochó el arzobispo. Tres días después, el Papa Luciani era encontrado muerto.

“No me sentí con fuerzas para hacerme porteador de un mensaje tan espantoso, tuve miedo y pensé que el arzobispo Perantoni exageraba”. Un extracto de la entrevista puede leerse en el escrito del cura Jesús López Sáez (Pudo avisar a Juan Pablo I. Broten los enigmas del pasado).

Y el empeño de López Sáez Y es que el testimonio del Giuseppe Pedullá, en el otoño de su vida, es como un milagro. ¿Lo tendrá en cuenta el Vaticano para el proceso de beatificación de Juan Pablo I? Unos meses después de la publicación de la entrevista en Il Giornale, Giuseppe Pedullá se presentó en Madrid, en noviembre, para dar su testimonio en una eucaristía y conocer en directo a la persona que más se ha implicado en hacer justicia a la figura de Juan Pablo I: el sacerdote Jesús López Sáez, quien desde 1985 viene manifestando a través de sus libros, artículos, conferencias y en la página web de la Comunidad de Ayala -de la que es su presidente y fundador- que Juan Pablo I fue un Papa mártir, por la renovación, por hacer frente a los mercaderes del templo (a los escándalos vaticanos del IOR), a la masonería y a la mafia.

El cura Jesús ha soportado el vía crucis de la marginación eclesial. Por optar, desde el Evangelio, que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Todo comenzó en 1985 con la publicación en la revista Vida Nueva de su Pliego “La incógnita Juan Pablo I”, lo que provocó que el entonces presidente de la Comisión de Enseñanza y Catequesis de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Elías Yanes, le conminara a callar: “Sobre eso, ni una palabra más”, si quieres conservar tu puesto. Poco después sería despedido de su brillante puesto como responsable de Catequesis de Adultos en el Secretariado homónimo de la C.E.E. Años después, tras publicar (en edición privada) su segundo libro sobre el asunto: El día de la cuenta. Juan Pablo II a examen, el que fuera obispo de Ávila, Adolfo González, le amenazó con retirarle las licencias ministeriales si salía publicado en edición pública. El Prelado fue trasladado poco después a Almería.

Ahora, en un nuevo Pliego, Justicia para Juan Pablo I. Beatificación viciada de raíz, el cura Jesús denuncia que si la causa de la beatificación de Juan Pablo I se fundamenta en que era un Papa bueno o por sus virtudes heroicas, será “una beatificación viciada” porque “su heroicidad está en otra parte: tomar hasta el último respiro las decisiones oportunas y arriesgadas, ser mártir de la purificación y renovación de la Iglesia. No hacen falta milagros. Se trata de hacerle justicia”.