NASSIM Nicholas Taleb es un ensayista, investigador y financiero norteamericano nacido en 1960 en Amiún, Líbano. No es difícil elegir, entre toda su obra, dos conceptos nuevos que destacan sobremanera en el momento que nos está tocando vivir: el cisne negro y la antifragilidad.

Un cisne negro es un hecho improbable, impredecible y de consecuencias imprevisibles. Taleb se centra en los cisnes negros globales, como los atentados del 11-S, la aparición del Estado Islámico o el estallido de la Primavera árabe. Los modelos económicos que sirven para realizar predicciones presuponen que las oscilaciones que pueden ocurrir en los fenómenos económicos vienen dadas por distribuciones normales. Para entendernos, eso quiere decir que no va a existir una gran alteración en las condiciones iniciales de la economía global y que por lo tanto “todo va a seguir más o menos igual”. La crítica de Taleb es razonable: estos modelos no tienen en cuenta los cisnes negros. Eso sí, empresas y, en menor medida, gobiernos tienen hoy en día personas e incluso departamentos que se dedican a investigar e intuir cuáles son los cisnes negros que podrían aparecer en el futuro para así estar preparados en el caso de que aparezcan.

Ahora bien, me gustaría destacar el efecto del cisne negro en nuestra vida cotidiana. De la misma forma que los modelos económicos plantean que “todo va a seguir más o menos igual”, nosotros pensamos lo mismo para nuestras vidas. Por eso ante cambios como una ruptura matrimonial, despedida de la empresa o enfermedad grave de alguien cercano a nosotros, podemos llegar a colapsarnos o en un caso extremo, caer en depresiones.

Aunque cada uno de nosotros sea un mundo y las circunstancias no sean comparables, pensar en los fenómenos impredecibles que pueden aparecer en nuestra vida y razonar cómo los afrontaríamos puede servir de ayuda cuando llegue ese momento. Y cuidado, que no todos los cisnes negros son negativos. Un ejemplo positivo sencillo sería un premio de lotería (un aspecto curioso: los ricos no apuestan prácticamente nada a juegos de azar. Eso sí, existen muchos ricos de las apuestas de otros).

Pasamos al segundo concepto. Podemos definir antifragilidad como un atributo para las cosas, personas, instituciones o regiones que se benefician y prosperan cuando hay volatilidad, azar o desorden. La región más antifrágil es Suiza: una gran cantidad de dinero se ha trasladado allí como refugio seguro.

Se ha puesto de moda el concepto de resiliencia, denominando así una cosa, persona institución o región que resiste bien los cambios. Para Taleb, resiliencia es un concepto asociado a robustez. Sin embargo, la antifragilidad es un paso más. Ahora bien, ¿cómo buscar algo antifrágil?

Comencemos por una paradoja. Nosotros, como personas, somos frágiles: necesitamos un entorno tranquilo, ordenado y previsible. Es normal ya que nos han educado así. Y lo mismo ocurre con las instituciones. Por desgracia, eso no tiene sentido ya que vivimos en un mundo gobernado por la volatilidad, el azar y el desorden.

Volviendo a la pregunta anterior, se pueden considerar antifrágiles las empresas de seguridad: a más volatilidad, más ganancia. No es fácil buscar más profesiones antifrágiles. Sí profesiones robustas; las empresas de alimentación, las peluquerías o farmacias se van a seguir usando cuando exista la incertidumbre, ya que son necesarias para la vida cotidiana. Podrán bajar algo las ventas, pero no cerrarán.

¿Puede ser antifrágil una profesión relacionada con la psicología o el coaching? Posiblemente sí, pero el fenómeno del cisne negro hace difícil buscar una profesión segura ya que puede dejar de serlo de un día para otro. No obstante, el concepto es importante como un ideal, al estilo de la felicidad. Es difícil llegar a ella, pero bien orientados, la búsqueda de la misma nos proporciona momentos de felicidad.

El concepto de antifrágil ayuda a comprender que muchas de las instituciones que nos rodean son frágiles, comenzando por los partidos políticos y llevándonos a las grandes instituciones europeas, que cambian mucho más despacio que los tiempos. Si se trata de buscar preguntas adecuadas, pocas son más pertinentes que ésta: ¿Cómo pueden ser más antifrágiles las instituciones en un mundo gobernado por el caos? Observemos que las empresas privadas que responden a esta pregunta son las que tienen más visos de prosperar.

Y terminamos en nosotros mismos, como personas. Somos frágiles: un pequeño cambio, un despiste, algo inesperado puede transformar una vida que deseamos tranquila y ordenada.

Busquemos recetas. La primera nos la han dado todos los filósofos: valorar lo que tenemos cada día, no sólo cuando lo perdemos. La segunda: en la medida de lo posible, pensar qué cambios en las circunstancias que nos rodean nos pueden causar un mayor perjuicio para prevenirlas desde ahora. Y la tercera, añadir un poco de aventura, experiencias nuevas y riesgo a nuestra vida.

¿Qué otras cosas hacen que nuestra existencia merezca la pena?* Profesor de Economía de la UNED