EL acto se inicia en Durango, villa considerada el centro de gravedad simbólico por su equidistancia entre los tres territorios que conforman la entidad autónoma de Euskadi. El multitudinario vínculo solidario finaliza en Iruñea, la capital del único gobierno, Reino de Pamplona y posteriormente Reino de Navarra, que con diversas vicisitudes, como Estado con reconocida presencia europea hemos tenido entre 824 y 1610 el pueblo vasco.

Para quienes somos convocados a situarnos como parte de la cadena en el Goiherri nos conviene, anímicamente, emplazarnos previamente en este itinerario estático físicamente pero continuo espiritualmente.

Desde Lazkao, donde radica Lazkaoko Beneditarren Fundazioa, un gran archivo de la memoria de la sociedad vasca, se llega a Ataun, que es más que el pueblo, una puerta como su nombre indica, un lugar de confluencia de historia, identidad y espiritualidad que nos singulariza como sociedad.

Acudir a Ataun significa atender, no podemos olvidarnos de recordar, una de las más bellas palabras del patriarca vasco Joxemiel Barandiaran (1889-1991) ahí nacido: "Porque fuimos, somos; porque somos, seremos".

Caminando, enlazando personas procedentes de toda Euskal Herria, en un trayecto rodeado de una sobrecogedora belleza natural se asciende a Lizarrusti Mendatea, donde la arraigada estrofa de Eusko gudariak "Irrintzi bat entzun da/mendi tontorrean/goazen gudari danok/ Ikurriñan atzean" alcanza un supremo sentido emocional. Prosiguiendo por este sendero reivindicativo, percibiremos un mensaje evocativo, que se convertirá en un íntimo canto coral cuya letra ya escribió Alfonso Sastre (1926) en su obra Imaginación, Retórica y Utopía. "Utopía no es una quimera. Utopía es lo que no hay todavía y sería posible que lo hubiera y es posible que llegue a haberlo por medio de una práctica revolucionaria de la imaginación dialéctica, y a pesar de las ideologías reaccionarias".

Desde la cumbre de Lizarrusti, morada natural de pensamientos y deseos, donde confluyen los herrialdes de Gipuzkoa y Nafarroa y las aguas se separan hacia el Golfo de Bizkaia o el Mediterráneo, el descenso persistente en una atmósfera de optimismo quizá nos remita al impresionante impresionismo musical del Bolero de Maurice Ravel (Ziburu, 1875-Paris, 1937) que desde unas notas iniciales lentas, sumamente contenidas, que apenas sobresalen del armónico silencio, alcanza un apoteósico final con toda la orquesta (un pueblo) en acción acompasada.

En el extremo final de la cadena, Iruñea, acabado el acto y en un ambiente celebrativo, se podrá contemplar un momento monumental de enorme sentido etnográfico, artístico y supremo simbolismo. Como una demostración más del gran afecto del pueblo catalán por Euskal Herria y al unísono con otras siete capitales europeas, Berlin, Brussels, Geneve, Lisboa, London, Paris y Barcelona, los Carallots de Sant Viçent dels Horts, una colla de castellers, erigirán un castell, probablemente en la Plaza del Castillo. Una espectacular acción organizada por Ómnium Cultural bajo el lema Catalans want to vote. Human towers for democracy (Los catalanes queremos votar. Torres humanas por la democracia).

El castell es una torre humana como composición festiva, efímera, vertical en desarrollo creciente apiramidado, que en sucesivos niveles, llegan hasta diez, componen personas de edades muy diversas agrupadas en una asociación o colla. Es una de las más genuinas manifestaciones del folclore catalán que por su originalidad, relevancia cultural y arraigo social fue declarada en 2010 Patrimonio de la Humanidad en su modalidad de expresión oral e inmaterial.

Así como la cadena de la Vía Vasca enlaza a los participantes con los brazos en horizontal como relación de cooperación y cordialidad, el Castell vincula a los componentes en sus sucesivos niveles con los brazos en posiciones diversas.

Con la lógica constructiva de una edificación surge desde una amplia base humana circular inicial, la pinya de castellers, reforzada por el exterior concéntricamente por la amplia aportación popular espontánea de asistentes al acto con los brazos extendidos para contrarrestar el peso y sostener a los siguientes niveles, de diversas composiciones y denominaciones, por los que progresivamente irán ascendiendo los componentes de los sucesivos, de menos personas y más ligeras, hasta la figura del enxaneta, un niño que al culminar la torre, hará la aleta al extender cuatro dedos de su mano derecha, en alusión a la cuatribarrada senyera en una imagen que se puede asimilar al grito de un pueblo proclamando su idiosincrasia.

En su aspecto artístico material, podría encontrarse una equivalencia figurativa con dos extraordinarias esculturas, de menor tamaño y en madera, del gran artista José Ramón Anda Goikoetxea (Bakaiku, 1949) Obelisco (2003) y Obelisco II (2011) en las que partiendo de un exágono y un circulo respectivamente van progresivamente pasando en unas transiciones muy armónicas apiramidadas a pentágono, cuadrado y triángulo, acabado en aguja en la primera y cuadrado, triangulo pirámide.

Una composición figurativa humana que expresa el espíritu de una construcción paulatina, pausada, coordinada en el equilibrio entre el esfuerzo colectivo, la convicción, la destreza y el afán de superación por alcanzar el final y proclamar en un gesto la consolidación de un proceso popular, participativo. Els castellers son quizá la mejor representación simbólica del momento actual del pueblo catalán.

Debemos recuperar la conciencia y el admirable coraje cívico de épocas anteriores que nos identificaron como un pueblo indómito, audaz, progresista... Recordémosla creación de las ikastolas, las cooperativas y los movimientos de rebeldía sociales y políticos. A ellos debemos gran parte de lo que somos.

Como recordaba el emprendedor sacerdote José María Arizmendarrieta, (1915-1976) "Entre el pasado, donde están nuestros recuerdos, y el futuro, donde están nuestras esperanzas, tenemos un presente cargado de deberes"

Triste sino el de un pueblo que no elige libre su destino. El futuro no se inventa, se reinterpreta. Nuestro día llegará.