EN esta crisis interminable se cumple lo de "éramos pocos y parió la abuela". Cada vez que hemos creído que salíamos de ella ha venido un nuevo e inesperado episodio, más virulento que el anterior, que nos ha ahondado más aun en la miseria. Llevamos un tiempo diciendo que hemos tocado fondo, pero no está nada claro si el fondo es de roca o de arena o incluso si estamos boca abajo, adentrándonos cada vez más en el fango?
Parece que fue en el pleistoceno medio cuando la economía española repuntaba y se hablaba de brotes verdes. No hay que olvidar que en 2011 el PIB creció tras dos años de recesión. Pero la crisis del euro forzó a llevar el ajuste fiscal al centro de la estrategia económica y la intervención de facto del país hizo que los recortes se llevaran por delante todo asomo de recuperación, exponiendo a nuestro sistema financiero al mayor ejercicio de transparencia y saneamiento de toda la zona euro.
Tras meses de mucho, demasiado, penar; el consenso del mercado apunta a que la financiación de las cuentas públicas ya no constituye un grave problema y a que el sistema financiero encara la recta final de su reestructuración.
Hemos pasado en un año de una prima de riesgo superior a 600 puntos básicos a transitar con relativa comodidad por los 250, aspirando a acabar el año por debajo de 200 y, lo que es más importante, a lograr un coste de financiación medio alrededor del 2,5%, algo dentro de lo razonable. La especulación contra nuestro bono soberano parece como mínimo aletargada.
Bancos y cajas se han desnudado varias veces ante la troika y ante quien ha hecho falta, se ha provisionado una millonada y se ha recapitalizado. No está todo cerrado, pero sí encauzado. Pero los próximos stress test aún pueden deparar alguna sorpresa adicional en función del tratamiento que logre el gobierno para los activos fiscales diferidos (DTA) y de la evolución de las cláusulas suelo. Si el gobierno logra lo que han logrado otros países como Italia (que los ahorros de impuestos futuros derivados de las pérdidas previas puedan contabilizarse como capital, aval mediante del Estado) y no hay un aluvión de sentencias retroactivas sobre cláusulas suelo (o el Banco de España no obliga a generalizar sentencias particulares), la venta de Catalunya Caixa y NCG significarán el penúltimo capítulo de la reestructuración, quedando la solución de Bankia para, al menos, 2015. Pero si ambas incertidumbres se convierten en malas noticias para los bancos aún podremos ver alguna fusión rota, alguna nacionalización e incluso algún proceso de recapitalización, público y privado, adicional. En cualquier caso, como los intereses del gobierno y de los bancos andan alineados, lo más probable es que tengamos un otoño sosegado en el frente bancario.
Teniendo las finanzas públicas y el sistema financiero razonablemente encarrilados, que no solucionados definitivamente, solo ha de preocupar un problema, el gran problema español, el desempleo. Asumiendo que la economía financiera comienza a mejorar, ahora es la economía real la que debe ocupar y preocupar. El camino para salir de esta crisis ha sido el de siempre, devaluar para ganar competitividad y relanzar la economía gracias a la tracción del comercio exterior. Pero la gran novedad es que esta devaluación no se ha realizado vía ajuste cambiario (no podemos al pertenecer a un espacio monetario superior, el euro) sino que se ha realizado una devaluación real, todos somos más pobres y si no fuese por la subida del IVA estaríamos en un escenario de inflación negativa, es decir, de caída de precios finales pues los industriales ya lo han hecho. El gobierno ha conseguido su objetivo de empobrecernos mediante la caída del valor de nuestros ahorros, especialmente la vivienda, por pérdida de renta disponible, vía mayor presión fiscal o directamente por reducción de salarios, por recortes en las prestaciones o por el más cruel de los caminos, el desempleo. Una sociedad más pobre consume menos, lo que hace bajar los precios y los salarios. Mientras una devaluación monetaria es instantánea y afecta a todos por igual (salvo a los delincuentes que sacan su dinero fuera de España, claro), una devaluación real ataca de manera más cruel a los más desfavorecidos y se ceba con los asalariados. Imagino que cuando les pidieron a los sesudos estrategas económicos del gobierno que nos sacaran de ésta se les debió decir "a cualquier precio", aunque ese precio sea una sociedad más injusta. Sea como sea, hoy es estadísticamente demostrable que la economía es más competitiva, es decir, producimos más con menor coste.
Pero, dado que el motor de nuestra recuperación va a ser el comercio exterior, debe preocuparnos, y mucho, cómo está el panorama económico mundial, y este está regular, con incertidumbres en el corto y en el largo plazo. Nuestra economía es un barquito que se adentra en un mar oscuro y en el cielo se ven negros nubarrones.
En el corto plazo, las posibilidades de tormenta son grandes, aunque es de esperar que sean de duración e intensidad acotada. Por un lado, la situación de Oriente Medio se sigue complicando con un creciente peso de los partidos islamistas en casi todos los países. Los vecinos de Israel, Egipto y Siria están en una situación tan inestable que no presagia nada bueno, haya o no ataque norteamericano. En lo económico, como poco el petróleo subirá (ya lo está haciendo) y el comercio se resentirá. Por otro lado, hay elecciones en Alemania y la situación de los gobiernos en Italia y Portugal es inestable. Grecia apunta a un tercer rescate? todo hace predecir que seguiremos teniendo cumbres europeas decisivas y declaraciones altisonantes que nos traerán algún susto en las finanzas.
Pero más allá de los riesgos en el corto plazo han de preocupar al menos dos incertidumbres en el largo. Los actuales motores del crecimiento mundial, los países emergentes, se están parando o ralentizan su crecimiento. Y aunque no son clientes prioritarios de nuestras empresas si ellos no crecen no lo harán los que sí son nuestros clientes y el empuje exterior puede decaer. Y además de esta posible atonía económica mundial debe preocuparnos la evolución de la deuda pública de las economías desarrolladas. Los objetivos de los planes de estabilidad de los estados de la zona euro deben apuntar a un techo de deuda del 60% del PIB. Nadie sabe si esa cifra es buena o mala per se, pero sí hay consenso en la bondad de controlar la deuda. La realidad es que el mundo desarrollado avanza a zonas por encima del 100% de endeudamiento, con Japón como pionero por encima del 200%. La pelota que se está creando es de tal calibre que cuando se pinche puede dejar en mantillas a la crisis actual. Defaults impensables, devaluaciones, hiperinflación? todo es teóricamente posible si, de repente, la burbuja de la deuda soberana pincha. Y lo más probable es que esta burbuja acabe pinchando, pero nadie sabe si lo hará ahora o dentro de diez años. Cuando lo haga estaremos, de nuevo, frente a una gran crisis mundial. Esperemos que nos dé tiempo a recuperarnos algo de ésta.
En cualquier caso iniciemos con razonable optimismo este curso pues estamos, objetivamente, mejor que hace un año aunque no podemos confiarnos pues el catálogo de incertidumbres en el medio y en el largo plazo parece inagotable. Confiemos que al menos tengamos unos poquitos meses de cierta alegría que permitan reducir algo el desempleo.