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Tradiciones y desconciertos

EN pocos años se ha convertido en toda una tradición que el presidente de Extremadura de turno arremeta contra Catalunya y, con más intermitencia, contra Euskadi. El actual, José Antonio Monago, en su penúltimo galleo, ha anunciado la rebaja del IRPF al 90% de sus ciudadanos. Y el PP, empezando por Rajoy, otorga por callado, cuando no se atreve a fijar un límite de déficit asimétrico que alivie las cuentas del Principat. Sabido es que la comunidad extremeña es una de las receptoras netas de la solidaridad del arco mediterráneo, con lo cual la medida de Monago se parece mucho al sarcasmo.

También es tradicional la oposición del PSOE -una paradoja más de los constitucionalistas- a los conciertos económicos históricos. Desde Felipe. Ya en la rueda de prensa que siguió al acuerdo por el Estatuto de Gernika, este periodista quiso medir su sinceridad con una pregunta respecto a su opinión sobre el sistema histórico de relación de la Euskadi peninsular con el Estado. Y Felipe se pronunció nítidamente con el argumento tantas veces reiterado, entonces y después, de que "es una antigualla".

Ahora sale Pere Navarro, el secretario general de los socialistas catalanes e incluye, en su proyecto de reforma de la Constitución, que es diferente del que plantea el PSOE, la supresión de los conciertos. Como antes pidió la abdicación del rey. Aparentemente, por su cuenta y riesgo. La cúpula de la central de la federación que encabeza Rubalcaba salió rápidamente a rechazar "la ocurrencia". Pero, no nos engañemos, faltó tiempo para que otras voces destacadas de la misma fuerza política y el propio Rubalcaba hablaran de revisión del sistema del Cupo, que es otra forma, indirecta y sibilina, de atacar el sistema vigente.

El último superviviente, aunque segundón miembro de la brillante generación de los Suárez, González, Fraga, Arzalluz, Pujol, Roca, Carrillo y tutti quanti, el inefable Alfonso Guerra de los "cafelitos del henmano", desde la distancia, se descuelga afirmando que la expansión del independentismo catalán está orquestada "desde arriba", apuntando con el dedo a Artur Mas. Lo dice aquel que afirmó, y aplicó, a los compañeros con la menor discrepancia, aquel lema de quien se mueve no sale en la foto. Y lo hace desde la ignorancia y la mala fe demagógica conocida. Todo el mundo coincide que el creciente independentismo, excitado por la manifestaciones y acciones recentralizadoras de Rajoy y su entorno, por no hablar de las diatribas de Aznar, es un movimiento desde la base de la sociedad catalana. En la última encuesta de Gesop para El Periódico, aquella que detecta el hundimiento de CiU, refleja que el 69,6% de la ciudadanía está a favor de "la consulta" y el 57,8%, por la segregación, frente a un minoritario 25,8% en contra. Aún son más los que piden que Rajoy -como ha hecho formalmente el premier Cameron- autorice ese ejercicio del derecho a decidir de los catalanes, el 43,3% de los cuales piden ser convocados este mismo año; el 39%, que sea el que viene, con la carga simbólica de la coincidencia con el 300 aniversario de la derrota en la guerra de Sucesión, y solo el 14,5% estaría de acuerdo con retrasarla.

El president Mas, presentado con mala intención como títere de Esquerra Republicana, ha presentado un nuevo plan de decenas y decenas de medidas por el camino al Estado propio y por la reactivación económica y ha añadido la posibilidad de retrasar la convocatoria del referéndum -con o sin eufemismo- hasta el final de la legislatura.

Naturalmente, Oriol Junqueras -que es el único líder aprobado en la encuesta mencionada-- ya ha advertido que, si retrasa la convocatoria, le "dejará caer", con la retirada del apoyo que ahora le permite el ejercicio del poder desde la Generalitat. Entre tanto, como gesto de aproximación, el Govern ha anunciado el restablecimiento parcial del impuesto de sucesiones. Pero no bastará. Porque desde el prestigio popular ganado, el equipo dirigente de los republicanos sigue explotando su cuota de poder fáctico, esquivando a la vez el desgaste de gobernar, con la que está cayendo. Por eso, al igual que los socialistas de Navarro, rechazan una y otra vez la llamada a integrarse en el gabinete del propio Mas.