A raíz de la elección del cardenal Bergoglio como obispo de Roma, ha circulado con profusión en las redes sociales un libro descargable que se titula El jesuita. Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio, sj. Es un libro interesante, de lectura fácil, que pone de manifiesto que los gestos sorprendentes de Francisco I no son improvisados sino continuación del estilo de vida de un hombre muy cultivado religiosa, cultural y socialmente. Sin embargo, lo que pretendo destacar no es el contenido de este libro, sino el del anexo incorporado al mismo, que se titula Una reflexión a partir de Martín Fierro. Es un escrito que el mismo cardenal Jorge Bergoglio dirigió a las comunidades educativas de la Ciudad de Buenos Aires con motivo de la Pascua del 2002.
Como saben la mayoría de los lectores, Martin Fierro es el protagonista del poema narrativo argentino El gaucho Martin Fierro, escrito en verso por José Hernández en 1872, cuya segunda parte, La vuelta de Martin Fierro, se publicó en 1879. Ambos textos, unidos en un volumen, son considerados como "el libro nacional de los argentinos" (Leopoldo Lugones). Destaco este anexo porque en él Jorge Bergoglio, ahora Francisco, aborda un tema que frecuentemente ha sido menospreciado y considerarlo retrógrado y aún corrosivo por no pocos pensadores modernos hasta el punto de que algunos lo han planteado como próximo, sino causante de, a la violencia asesina en Euskal Herria. Me refiero al tema de la identidad nacional. Baste recordar la insistencia con la que Patxi López y no pocos de sus corifeos han flagelado, en los últimos años, a quienes, según ellos, mantenemos "veleidades identitarias", que contraponen a los "valores de la ciudadanía", como si ésta fuera incompatible con la defensa de la propia identidad, individual o colectiva. ¿Es que no fueron los vascos los primeros que reconocieron la igualdad de derechos de todos los vecinos de Euskal Herria, la hidalguía universal en el lenguaje de la época?
En el escrito que comento, el cardenal Bergoglio propone al gaucho Martin Fierro como modelo de la "identidad nacional" argentina en un mundo globalizado: "Los pueblos, dice, al integrarse al diálogo global, aportan los valores de su cultura y han de defenderlos de toda absorción desmedida o 'síntesis de laboratorio' que los diluya en 'lo común', 'lo global'. Y -al aportar estos valores- reciben de otros pueblos, con el mismo respeto y dignidad, las culturas que les son propias".
Según Bergoglio, el elemento clave de la identidad nacional es la conciencia de que todos somos personas con historia y con futuro: "Si cortamos con el pasado, lo mismo haremos con el futuro? Cada generación necesita de las anteriores y se debe a las que la siguen. Y eso, en gran medida, es ser una Nación: entenderse como continuadores de la tarea de otros hombres y mujeres que ya dieron lo suyo, y como constructores de un ámbito común, de una casa, para los que vendrán después. Ciudadanos 'globales', la lectura del Martín Fierro nos puede ayudar a 'aterrizar' y a acotar esa 'globalidad', reconociendo los avatares de la gente que construyó nuestra nacionalidad, haciendo propio o nuestro el andar como pueblo".
La relación dialécticamente creadora entre identidad nacional y apertura a otras culturas que Bergoglio personaliza en el gaucho Martin Fierro para el caso de la nación argentina, se me ocurre que los vascos podríamos hacerla en "el rústico solitario bascongado Peru Abarca y/o el barbero callejero llamado Maisu Juan". Ambas narraciones, la argentina y la vasca, se publicaron casi simultáneamente.
El gaucho es el mestizo de las pampas argentinas y los vascos lo somos en Euskal Herria: "Los vascos -escribe J. M. Odriozola- desde el instante mismo de nacer comenzamos a desarrollar identidades compartidas", porque como señala J. Caro Baroja: "El país vasco está en una de las más complicadas encrucijadas del continente".
Esto no significa que carezcamos de una identidad diferenciada, porque "ninguno entre los pueblos minoritarios europeos (bretones, galeses, escoceses?), ha logrado en tanto grado como los vascos, todavía hasta el día de hoy, el proveerse de una organización política independiente y un bienestar floreciente, ninguno tanto como ellos el trasplantar muchos de los frutos más benéficos de la ilustración europea en medio de sus soledades sin por ello abandonar su índole peculiar y su sencillez primitiva" (W. Humbolt). Algo que también sostiene Luis Michelena desde la especificidad del euskara: "la lengua vasca -señala el eminente lingüista- ha recibido mucho de las vecinas, aunque suele tenderse a exagerar esta aportación" y, sin embargo, el euskara es "un tipo lingüístico que se aparta mucho de las lenguas del oeste de Europa o, para el caso, del norte de África".
Pero el mestizaje que defiende Bergoglio no es un mero eclecticismo plano (lo de "las personas modernas tenemos muchas raíces" de Patxi López), "porque, en este caso, los valores de un pueblo se desarraigan de la tierra fértil que les dio y les mantiene el ser para entreverarse en una suerte de mercado de curiosidades donde 'todo es igual, dale que va? que allá en el horno nos vamos a encontrar'"; ni tampoco la simple aceptación intelectual del multiculturalismo, porque, como dice Bernardo Atxaga: "Los términos 'mestizaje' y 'multiculturalismo' suelen utilizarse para reforzar aun más una situación cultural de por sí fuerte y discriminante. Te dicen 'es que yo soy multiculturalista' y si te diriges a ellos en vascuence, no saben responderte. Y, lo que es peor, si tu cultura es la minoritaria, te achacan la perversión ideológica y te dicen que estás cerrado al mundo. Precisamente los vascos que sabemos dos lenguas somos los cerrados, y los que saben una son los abiertos al mundo".
El mestizaje que Bergoglio defiende en la figura de Martin Fierro es de otra naturaleza. Francisco, dirigiéndose a los curas el pasado Jueves Santo, les dijo que "deben oler a oveja", que, trasladado a los mestizos, puede traducirse en que, los vascos olamos a identidad (cultura) nacional vasca, ya que, según Bernardo Atxaga, en la cultura de los pueblos "siempre hay una mezcla, (pero) no (debe haber) deglución, porque está muy bien hablar de mestizaje y de tolerancia, pero también hay que ver si cuando el gato se come al ratón eso es mestizaje. Tiene que haber un principio de igualdad de oportunidades y una concepción abierta".
El tema: nación (o patria, como gusta distinguir Jorge Bergoglio), identidad, cultura, euskara, bilingüismo, mestizaje? da para mucho más, pero es oxigenante que alguien plantee estas cuestiones en términos constructivos. Y si ese alguien es Francisco, para mí al menos, miel sobre hojuelas. Edo, euskaldunok esaten dugun bezala, eztia ta olio, osasun eta zorion.