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Discernir

lOS señores de Bruselas y su cascada de ucases. Draconianos para quienes los padecen en sus carnes y en lo más íntimo de sus vidas. Que se lo digan a los de Chipre, un país en la agonía que han estado a punto de rematar en un verdadero alarde de irresponsabilidad. Y a decir verdad nadie parece saber si con todas esas medidas, con todas esa imposiciones, nuestros prohombres europeos están acertando o equivocándose al obligarnos a aceptar una dolorosa austeridad que bien puede resultar estéril e incluso contraproducente. Sea como fuere, es una situación de extrema gravedad la que se vive en la península ibérica. Una monarquía española que no levanta cabeza y una república portuguesa desarbolada. Dos modelos de Estado, en teoría antagónicos, de los cuales ninguno parece resultar operativo. Con todo, es un clima de serenidad el que se respira en Euskadi. Serenidad preocupada, sin duda, no exenta de angustia. Con un lehendakari limpio, que no ha vacilado en decir la cruda verdad a su pueblo. Lo que tenemos y lo que nos falta. Lo que podemos gastar y lo que hoy por hoy está fuera de alcance. Lo que tenemos que gastar para el presente y lo que tenemos que reservar para el futuro. Gastar en bienestar y gastar en desarrollar nuevas tecnologías. El hoy y el mañana. Afirmando que para nosotros la lucha contra el paro pasa forzosamente por la reactivación de nuestra industria, por la fe de nuestros empresarios, que merecen todos los apoyos públicos. Que se trata de conseguir un equilibrio en el flujo humano de nuestro mundo del trabajo. Entre los que empiezan y entre los que terminan? Y algo más, que ha pasado un tanto desapercibido.

El lehendakari ha ofrecido su ayuda al señor Rajoy, al jefe de Gobierno de un Estado español en descomposición, consciente de que la solución de los problemas de Euskadi se conseguirá con la solución de los del Estado español y viceversa. En conjunto es un presupuesto sólido y fiable el que se enfrenta a una oposición parlamentaria con pocas alternativas y mucha frivolidad. Un saber a dónde vamos frente a un vacío sin rumbo... Y entre todo esto, nuestro reciente Aberri Eguna, el día de la paz entre los vascos. Como siempre, nuestras instituciones públicas no se han enterado. Citando a Thomas Mann, todavía no hemos entrado en esa era mítica equivalente al periodo institucional y de moldeo de la conciencia nacional. Todo atenazado por la realidad violenta e implacable de esa crisis que nos desarma, que solo ofrece más paro, más desahucios y más miserias que nos envilecen a todos y que a nuestra juventud solo le ofrece un futuro sin futuro.

Victor Hugo, aterrado por los horrores de la Comuna de París, afirmó que el pueblo es noble y que el populacho es vil. Lo que no dijo es que tanto sufrimiento, tanta sensación de injusticia, tanta evidencia de egoísmos, de corruptelas, de delitos impunes, son capaces de transformas al pueblo más noble en populacho sin principios. Por la conducta de ciertos políticos y de sus partidos convertidos en camarillas. Por ciertos banqueros y sus piraterías. Y por ciertos medios de comunicación irresponsables.

Lo que está claro para el hombre de la calle es que el llamado Estado de la transición ha dado de sí todo lo que podía dar. Que nos encontramos ante la alternativa de una reforma o de una revolución. Con una cierta tendencia, que está aflorando, a culpar del desastre hispánico a un modelo de Estado estructurado en Autonomías. La solución, una nueva Constitución -republicana o monárquica es lo que menos les importaría- claramente centralista y vuelta a la Pepa y a sus dislates.

Así que, en tierra vasca, aviso a navegantes y a apretar filas, que con tanto revolcón siempre hemos salido perdiendo los vascos. De poco vale clamar en Madrid que nosotros no somos una autonomía, que somos Euskalerria, la nación vasca. Siempre les ha sonado a chino. Para nosotros hoy se trata de discernir. De discernir en ese hispánico caos, hecho de judiadas, de podredumbres, de acusaciones, de miseria espiritual, de imputaciones a la buena de Dios. Discernir lo que hay de verdad y lo que hay de malas gaitas personales. Lo que es soportable para nosotros los vascos y lo que no lo es.

Imputaciones... ahí está la de la infanta Cristina, para probable regocijo de los energúmenos habituales que esperan con impaciencia ver su cabeza, clavada en una pica republicana, pasear por las calles de Madrid. Se podría pensar que la Justicia esta dando palos por ahora mediáticos a la infanta simplemente por ser infanta, recurriendo a métodos que empiezan a oler a ensañamiento... Con Urdangarin dispuesto a abrazar el Islam, relegado a la última fila de esa procesión fúnebre de la familia real, de la monarquía que, guste o no, sigue siendo la institución clave del actual Estado español.

Probablemente se podría salvar con la abdicación de un rey que parece haber perdido el respeto y el afecto de la ciudadanía. De ahí, probablemente, los esfuerzos frenéticos del Gobierno español por dar protagonismo a ese pálido y un tanto frío heredero, por ahora no muy conocido en el mundo político, más inmerso en su vida familiar que en el de los asuntos públicos. Queda sin duda la opción de la República. Que sería la tercera, con dos predecesoras que no se recuerdan precisamente por sus éxitos. Con un nuevo don Niceto o un nuevo don Manuel en la Presidencia, exentos, eso sí, del sectarismo que hundió a sus predecesores, la cosa podría ir. Opción tras opción que los vascones vemos pasar filosóficamente desde nuestra torre.

Y en el ámbito de la fe, revolcón. "Habemus papam". Jesuita e italo-argentino. Qué pena que no sea vasco-argentino, pero qué grito de alegría en la sepultura romana del que fue a la vez soldado y santo, nuestro Iñigo-Ignazio, el de la casta de los Oñaz de Azpeitia. Por fin tiene en sus manos al Papa negro y al Papa blanco. Cinco siglos ha necesitado para asaltar la sede de Pedro. Quién sabe si ese hijo suyo, ese Papa Francisco, no terminará por convertir los fastos del Vaticano en la severa austeridad de Loyola, enviando a los monseñores de la Curia romana a evangelizar a los coreanos del Norte. Qué alivio para la cristiandad.