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La gente ya no se muere de lo que solía

Todo ha cambiado. Ni recordamos qué hicimos en el pasado, aunque sea en el pasado reciente. Los cánones comparativos varían según el interés de cada cual. Lo relevante no es la coherencia sino sacar tajada, aunque para ello triunfe la impostura

LA gente ya no se muere de lo que solía. Ese era el título de un tuit que encontré el otro día en las redes sociales. La afirmación tenía su base científica; un estudio de 500 investigadores de cincuenta países distintos había observado, según datos comparativos cotejados entre 1990 y 2010, que existen enfermedades infecciosas que antaño provocaban gran mortandad y que ahora se combaten eficazmente, lo que permite, entre otras cosas, salvar la vida de millones de niños en el mundo.

Eso es, la gente ya no se muere de lo que solía. Se muere igual pero de causas diferentes. Además, siempre se muere gente que nunca se había muerto antes. Qué curioso.

Antes te decían "se ha muerto de un cólico miserere" y te quedabas tan ancho. "Cólico miserere". Sonaba a música de réquiem, pero, al parecer, el óbito se correspondía con una peritonitis. Y "peritonitis" suena más a la mordedura de un bicho malo-malísimo. Por eso me parece mejor lo de "cólico miserere". Más apropiado.

Mi padre, que era un lince para esto de dar explicaciones a cosas difíciles, siempre encontraba la razón última para un fallecimiento. Ni médicos, ni forenses, ni Cristo que lo fundó. Siempre daba en el clavo. ¿De qué ha muerto? "Del último mal". Acongojante. Acertaba siempre.

Otra cuestión que me intriga, hablando de la muerte, es cuando alguien, no sin sorpresa y con cara de susto, te indica que "fulanito" se ha muerto "de repente". ¿De repente?

- Sí, el otro día fue su mujer a despertarle y estaba muerto

- ¿Estaba enfermo?

- Qué va. Disfrutaba de una salud envidiable. A sus 96 años estaba sano como un roble. Ni un triste catarro.

Lo cierto es que no conozco a nadie que se haya muerto a plazos o que lleve largos años muriéndose de a poquitos. Se podrá vivir mal, enfermar, perder facultades, pero morirse, lo que es morirse, la gente siempre se muere de repente. Ahora estás vivo, luego no. Siempre habrá filósofos que opinen lo contrario; que desde que nacemos vamos muriendo paulatinamente. Pero eso no es científico, es poesía.

La muerte es un hecho absoluto. No caben situaciones intermedias aunque nos guste utilizar términos como "estar medio muerto" o "tener pie y medio en el otro mundo". De la misma manera que no se puede estar "un poquito embarazada". O se está o no se está.

Miguel Gila no necesitaba forenses que certificaran, ante un cuerpo inerme, si se trataba de un cadáver o no. Se le chillaba. Si no respondía, cabía la opción de que fuera sordo. En tal caso, se le daba una patada en los cataplines. Si tampoco había reacción, la conclusión era evidente. Ni siente, ni padece. Se podía pedir ya el formulario de últimas voluntades.

Volviendo al origen del escrito, la gente ya no se muere de lo que solía. Todo ha cambiado. Parece como si no recordáramos qué hicimos en el pasado. Ni en el pasado reciente. Los cánones comparativos cambian según el interés de cada cual. Lo relevante no es la coherencia sino sacar tajada, aunque para ello triunfe la impostura.

El portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka, anunció el pasado martes que el ejecutivo autónomo presentará el anteproyecto de presupuestos para el presente año el próximo 12 de marzo. (Las elecciones se celebraron el 21 de octubre. Iñigo Urkullu juró su cargo el 15 de diciembre. La primera reunión del nuevo Gobierno se celebró el 17 de diciembre. Luego, si se cumplen las previsiones, el gabinete de Gasteiz tardará 85 días naturales -festividades navideñas incluidas- en presentar las nuevas cuentas ante el Parlamento Vasco).

El anuncio de la fecha de presentación presupuestaria ha removido los cimientos de la clase política. El Partido Popular, por boca de su presidente, Antonio Basagoiti, ha pedido al ejecutivo que "rectifique y presente las cuentas antes de marzo". El PSE, a través de Rodolfo Ares ha advertido de que "la sociedad vasca no puede permitirse el lujo de seguir perdiendo el tiempo" (Pastor ha dicho que el Gobierno trabaja "a paso de tortuga"). Y EH Bildu, por medio de Laura Mintegi, ha denunciado que "el retraso contradice el mensaje del PNV sobre su capacidad de hacer una buena gestión".

Nadie recuerda su pasado ni está dispuesto a admitir, si eso da aire al adversario, que lo que hoy se hace, se hizo ayer de igual manera. Patxi López, por ejemplo, fue investido lehendakari en mayo de 2009. En ese ejercicio no presentó modificaciones presupuestarias pese al cambio de gobierno y de tener mayoría absoluta (gracias al PP). Pero hay más ejemplos. Sin ir más lejos, hay tres casos de elecciones generales en otoño:

-1982-1983 (cambio de partido en el gobierno). Elecciones, 28-X-82; toma de posesión del gobierno de Felipe González, 2-XII-1982; y presentación de Presupuestos a las Cortes, 22-IV-1983. Días transcurridos, 141.

-1989-1990 (continuidad de Felipe González como presidente y de la mayoría de sus ministros). Elecciones, 29-X-89; toma de posesión del presidente de gobierno, 6-XII-1989; presentación de los presupuestos a las Cortes, 1-III-1990. Días transcurridos, 85.

-2011-2012. Elecciones, 20-XI-2011; toma de posesión de Mariano Rajoy como presidente de gobierno, 21-XII-2011; presentación de los presupuestos a las Cortes, 30-III-2012. Días transcurridos, 100.

Podrían ponerse más ejemplos, pero sería inútil explicar lo inexplicable. Nada será lo que fue. Hasta EH Bildu, que ha llegado tarde a todas partes, se permite exigir celeridad en las decisiones de los demás. Incluso ha tenido el atrevimiento de invocar el espíritu fundacional que hace treinta años dio luz a EiTB. A ese mismo ente público que, años después, una furgoneta repleta de explosivos pretendió reventar la Nochevieja de 2008. ¿Dónde estaban entonces los que hoy dan lecciones de buen gobierno? ¿En la tripita del buey, como el Pulgarcito del cuento?

Sería fácil reprochar a la oposición la dinámica de asfixia al Gobierno de Urkullu que escenifica desde la constitución del Parlamento. Pero la polémica sólo serviría para engordar la irresponsable apuesta de quienes pretenden tensar la cuerda de un bloqueo hasta el borde mismo del precipicio. Y una vez allí o saltamos como Alex Txikon o nos aferramos al terreno para ganar estabilidad. Saltar al vacío, aunque sea con paracaídas, entraña muchos riesgos. Incluso para quienes achican espacios. Un error de cálculo y, de repente, te puede provocar hasta un "cólico miserere". O una "peritonitis", que suena peor.

Tiempo al tiempo y vivamos como solíamos. Con diferencias, sí; pero con responsabilidad.