QIUIÉNES somos? ¿Para qué estamos aquí? ¿Qué pintamos en este planeta como una especie cuyos individuos viven -si eso que hacen puede en verdad llamarse vida- que dura unas cuantas décadas? ¿Qué sentido tiene nuestro breve paseo por la tierra?

No hemos sabido responder a tiempo esas preguntas. Tan solo algunos seres ajenos a la dormidera colectiva de nuestra atontada civilización. También, curiosamente, algunos niños no adiestrados por la adaptación educativa.

Lo cierto es que el llamado homo sapiens (¿sapiens?) es un producto -valga la palabra- reciente, puesto que lleva unas decenas de miles de años sobre un universo que brotó hace quince mil millones de años. Y nadie, durante esa millonada de años, nos ha echado de menos.

Huimos de hacernos preguntas, y las pocas respuestas que a ellas se ofrecen son simplificaciones suicidas, las simplificaciones propias de una sociedad alienada y sin sentido, que, puesta a ignorar, ignora el sentido de la palabra sentido. Nos han arrojado de nosotros mismos, programado como a robots. Y, de ese torpe modo, obedientemente tontos, lo hemos permitido.

Vivimos -es un decir- programados, cerebralmente colonizados por un terror paralizante, que los gobiernos liberales diariamente inoculan sobre nuestras sumisas neuronas; una filosofía del terror calculada desde un poder empresarial-liberal, sin más poder de convicción que la amenaza, sin más miras que el ganar dinero, sin más alternativa que competir aunque sea hundiendo a sus propios descendientes y su hábitat; sin más sentido de la vida ni filosofía que el empuje de su agresiva avaricia. Todo un perfil de inhumanidad que desvela el que estemos gobernados por un puñado de listos y listas carentes de conciencia, mermados de inteligencia, que no tienen sentido ni futuro.

Si les preguntas lo que al inicio del artículo formulo, esas eminencias empresariales te dirán que no les vengas con mariconadas. Ni con filosofías (sic). El pensamiento es su bestia negra, de ahí que el liberalismo instalado en las cúpulas universitarias que veneran el Plan Bolonia, tenga previsto cargarse las pocas facultades y centros que tengan que ver con el pensar, con el arte, con la filosofía, con la vida, con la conciencia que traspasa tanta poderosa mediocridad.

Pero este gobierno de los empresarios ha sido votado y elegido por mayoría absoluta, no lo olvidemos. Como también lo fue Adolf Hitler. "Apuntar y disparar con el caño de la escopeta torcido hacia el costado, ha sido siempre una persistente vocación de la clase media, caldo de cultivo de todos los fascismos abiertos o encubiertos que en la historia han sido", viene a decir Eduardo Galeano.

Y, mientras tanto, los especuladores y banqueros siguen pescando, con patente o sin ella, en el río revuelto de la pobreza -la ajena, claro- galopante. Son los "nuevos ricos" que están cobrando los dividendos producidos por los que sufren. El sistema que es, también, esta cobarde indiferencia, este salvaje sálvese quien pueda, esta incapacidad de creer y crear, esta rabia desviada hacia uno mismo, tan inútil. Porque el Sistema no es una abstracción. Lo hacemos los hombres, los mismos hombres que podemos deshacerlo, y que esa miserable basura sea barrida parea siempre.