CUANDO hay temporal y mala mar, si nos paramos a observar en el rompeolas, veremos que las grandes olas siempre llegan de tres en tres, una tras otra, desde el Grand Sole o del Rockall, en los mares del lejano norte. Son Las Tres Marías. Nuestros marineros las conocen bien, porque no son buenas compañeras de viaje.

Cuando la primera de estas enormes olas choca contra el rompeolas, es devuelta a la mar, en dirección contraria, más suave, pero todavía con mucha fuerza.

La primera ola se enfrenta con la segunda, restándole parte de su fuerza y esta segunda, a su vez, acaba casi anulando a la tercera de las Marías.

La primera ola nos deja fotos e imágenes preciosas e impresionantes. La segunda ya no es tan espectacular, pero todavía nos sorprende y la tercera prácticamente pasa desapercibida entre el resto de las olas menores.

Desgraciadamente, además de imágenes espectaculares, Las Tres Marías también suelen dejar destrozos y desgracias, arrasando con todo lo que encuentran en su camino.

La prensa afín definió los resultados de Bildu en las últimas elecciones municipales y forales como tsunami.

Esto sonaba a muerte y destrucción, por lo que se empezó a hablar de la "enorme ola" de la Izquierda Abertzale. Esta fue la primera de las Marías, que dejó una foto de país espectacular que, en muchos pueblos, se llegó a celebrar con cohetes y volanderas.

Desgraciadamente, la primera gran ola, como las Marías, solo está trayendo decadencia y parálisis institucional allá donde más fuerza ha tenido. Pasan los meses y no se ve ningún progreso en ninguna dirección.

La segunda de las Marías han sido los resultados de Amaiur en las elecciones generales. Menos espectaculares y sin cohetes. Más bien con caras largas.

Ahora tenemos que esperar para ver qué pasa con la tercera de las Marías: las elecciones para el Parlamento de Gasteiz.

En cualquier caso, lo que no tenemos que olvidar nunca es que no son las grandes olas las que han creado nuestra costa. La costa de Euskadi ha sido esculpida, muy lentamente, por la pequeña ola del día a día, por el trabajo incansable e interminable de la mar.

Sin fotos espectaculares, sin cohetes ni volanderas, pero con resultados tan impresionantes como San Juan de Gaztelugatxe, los acantilados del Otoio o el flysch de Zumaia.

Una ola continua que ha ido moviendo cada minúsculo pedacito de costa arrancado al acantilado hasta nuestras playas y construyendo paisajes maravillosos como Urdaibai, Lekeitio o La Concha.

Esa es la ola que levanta la persiana cada día, la que lucha por mejorar la calidad de vida de los vascos y vascas en cada proyecto y cada actuación.

La ola que ha desarrollado este País y que va a seguir desarrollándolo, por encima y a pesar de tsunamis y Marías.

Esa es nuestra ola.