PNV: Nacional-nacionalista... ¿Y qué más?
eSCRIBIR sobre el posible cambio de nombre del PNV exige, sobre todo, hacerlo con claridad y sinceridad. Entre otras cosas porque deduzco que ambas son imprescindibles al tratar de pasar a papel con acierto las sensaciones y razonamientos al respecto y las conclusiones surgidas de estas.
Cuando leí el posible cambio de Partido Nacionalista por Partido Nacional, lo primero que me vino a la cabeza fueron sensaciones negativas: alzamiento nacional, los nacionales, el Frente Nacional? pero pensé que era algo consustancial a la edad que tengo y a los tiempos vividos. Como supuse que este cambio se plantea pensando en las nuevas generaciones y en clave de futuro, me dije que tendría que hacer un nuevo ejercicio de análisis. Con más calma y con la idea de descubrir la intención real del cambio, traté de buscar la connotación de los dos conceptos. He aquí mis primeras impresiones.
Si pienso en Partido Nacional, me viene la sensación de algo potente, de organización, de estructura nacional, sólido, implantado, arraigado, que representa a toda una nación. O sea, algo importante y contundente. Si lo hago con Partido Nacionalista, la sensación es de trabajar por conseguir algo que todavía está pendiente, de acción militante, de construir. Me habla de una parte, no del todo; de una idea, de una reivindicación. O sea, algo más endeble y que depende del momento político.
Creo que una y otra acepción tienen dos destinos distintos. Partido Nacional es la apuesta por un país, por una nación. Partido Nacionalista lo es por una reivindicación pendiente de ese país. Pero, si se me permite, quisiera ir más allá: ¿Y qué más? ¿Qué hay detrás de esa sigla?
Se supone que el nombre y las siglas de un partido político recogen de una manera sintetizada la filosofía y la ideología del partido en cuestión.
Es bueno y necesario adaptarse a los tiempos y sobre todo es conveniente renovarse para seguir siendo alternativa. Pero, volviendo al planteamiento, me interesa más lo que hay detrás del nombre que las propias siglas. Y ya que estas no van a cambiar, el tema es de fondo más que de forma. Por lo menos a simple vista.
Si el motivo del cambio parte del hecho de que Euskadi ya esta reconocida como nación, entiendo que es un acierto y que se trata de adecuar la sigla al momento histórico actual, pero creo que es necesario algo más. El termino "nacional" conlleva un trasfondo ideológico que el PNV tiene que explicar. Supongo que estará en ello. El cambio de nombre también implica un análisis y planteamientos renovados y actualizados.
Euskadi tiene que seguir dando pasos hacia adelante y es el momento de recuperar y plantear el ejercicio del derecho a decidir, autodeterminación diría yo. Y aquí viene a cuento la versión en euskera de las siglas EAJ. Creo que es momento de que el término jeltzale dé paso a otro que además aclararía más las cosas. JEL -Jaungoikoa eta lege zaharra- tiene que renovarse y responder también a las nuevas demandas sociales.
La acepción lege-zaharra actualizada sería el ejercicio del derecho de autodeterminación, concepto asumido después de la segunda guerra mundial como un derecho de los pueblos y que, en nuestro caso, sería la actualización del antiguo fuero. Algo parecido ocurre con jeltzale, es más claro y tiene mayor acepción el término abertzale (patriota). La incorporación de ambos conceptos a las siglas permitiría visualizar más fácilmente a un PNV renovando su discurso, preparándose para el nuevo ciclo que se abre en Euskal Herria.
En resumen, bienvenido un cambio que refleja la capacidad de una organización para renovarse y responder a los nuevos retos del futuro, algo muy importante y difícil de articular en organizaciones de la dimensión e historia del PNV, con lo que el sólo debate es ya en sí un valor. Pero, sobre todo, que ello sea el reflejo de una apuesta sincera y real por conducir a Euskadi a un nuevo escenario político decidido libre y democráticamente por todos los vascos y vascas.
Porque si hay algo que comienza a estar claro es que los actuales modelos de organización y militancia política tienen que cambiar. Las nuevas generaciones manejan otros lugares, otras maneras de organizarse y comunicarse, y especialmente cuestionan las actuales estructuras organizativas y la falta de autenticidad de los discursos políticos. Por ello, un cambio en las siglas, si quiere ser realmente efectivo, conlleva también un nuevo modelo de partido en el que, además de la sinceridad y honestidad al mensaje, se vislumbre un modelo referencial. Quien lo haga marcará distancia en la rampa de salida. El reto esta ahí.
Suele ocurrir en ocasiones. Quizás en lugar de ayudar a centrar el debate, el análisis se ha ido por los cerros de Úbeda, complicándolo. Pero, por si sirve de algo, personalmente prefiero pensar en clave de nación que de nacionalista. Siempre satisface más sentirse parte de algo conseguido que de algo por hacer. Aunque todavía quede camino por recorrer.