LA situación que se está viviendo en el Cuerno de África es, más que una crisis alimentaria, una crisis de supervivencia infantil. La peor de las que hay en el mundo actualmente.

Si bien es cierto que en la mayoría de las regiones del sur de Somalia uno de cada cinco niños sufre desnutrición severa, no lo es menos que no podamos dar respuesta a esta emergencia únicamente desde un punto de vista nutricional.

Además de la falta de alimentos y agua, los niños y niñas que sufren desnutrición son extremadamente susceptibles a contraer enfermedades mortales como el sarampión, la malaria, la diarrea y la neumonía. De hecho, ya se esperan brotes de epidemias como la malaria y el sarampión cuando lleguen las lluvias de octubre. Durante la hambruna de 1991-1992, se produjo un efecto onda de la mortalidad tras el inicio de las lluvias de octubre, a pesar de la ayuda alimentaria generalizada, debido a que las intervenciones de salud fueron insuficientes para evitar grandes brotes de enfermedades.

Dos décadas después la experiencia del pasado nos ha enseñado que los niños y niñas en Somalia no se están muriendo únicamente por no tener suficiente comida.

En definitiva, estamos ante mucho más que una crisis alimentaria y, por lo tanto, tenemos que asegurarnos de obtener un paquete esencial sanitario y de agua y saneamiento para los niños y niñas o, de lo contrario, se situarían en un grave riesgo de mortalidad, como resultado de la terrible combinación de enfermedad y desnutrición.

El pueblo somalí está ya tristemente acostumbrado a luchar por sobrevivir, pero sus estrategias de supervivencia han sido erosionadas por años de sequía y de conflicto. En esta situación, muchas familias y personas han decidido abandonar sus hogares en busca de campos de refugiados, donde poder recibir ayuda básica. En muchos casos niños y niñas no acompañados abordan también este camino hacia la supervivencia, lo que les convierte en los actores más vulnerables a la explotación y al abuso.

De forma paralela, el conflicto armado en el que está inmerso el país, basado en luchas de poder, continúa mutilando y matando a niños, niñas y mujeres. Asimismo, se están llevando a cabo campañas para reclutar a miles de niños y niñas en las fuerzas y grupos armados. El objetivo de alcanzar el poder no es detenido por la ética que impediría abordar las escuelas en el intento. Allí, precisamente, son reclutados mayoritariamente.

Es por ello que nos enfrentamos ante mucho más que una crisis alimentaria y por consiguiente nuestros esfuerzos deben ampliarse urgentemente.

Podemos salvar vidas. Podemos evitar que mueran más niños y niñas ampliando de forma urgente nuestros esfuerzos en materia de nutrición, acceso al agua potable y la salud y llevando estos servicios a las poblaciones de Somalia. Es necesario hacer llegar estos servicios a sus comunidades para evitar que ellos se desplacen. Y aquellos que ya se han desplazado, debemos asegurarnos de que tengan intervenciones clave para la supervivencia en las zonas de tránsito y dentro de los campamentos de desplazados internos para mantener vivos a los niños y niñas y prevenir brotes de enfermedades en estas condiciones insalubres y de hacinamiento.

Parte del trabajo de Unicef en Somalia consiste en mantener 800 centros de alimentación en Somalia, unos 500 se encuentran en el sur, donde tenemos la intención de doblar el alcance a los niños y niñas con desnutrición severa, de 35.000 a 100.000.

El área principal que Unicef está intensificando es el de distribución de alimentación suplementaria global para llegar a cada niño y a cada niña y su familia en las zonas castigadas.

Pero también es necesario poner en marcha servicios de inmunización para protegerlos de la aparición de enfermedades y obtener acceso a agua potable para las personas que más lo necesitan.

Unicef trabaja para ampliar el suministro de agua potable y el acceso a servicios de saneamiento mediante perforación, camiones de agua y proporcionar agua para llegar a 300.000 niños y sus familias. Para ello, trabajamos con más de 70 organizaciones que operan en el sur de Somalia.

Pero para resolver la grave situación que se vive en el cuerno de África no es suficiente el esfuerzo de organismos internacionales y ONG presentes en la zona. Es preciso, además, el compromiso de instituciones, gobiernos y otros agentes políticos económicos y religiosos, así como de la ciudadanía. Cerca de dos millones de niños y niñas en Somalia nos los piden y a cada uno de nosotros y nosotras nos corresponde oír su voz.