EL pasado 22 de mayo se produjo la victoria en los comicios forales de Yolanda Barcina, hecho que, pese a no contar con mayoría absoluta, le aupa a la presidencia del Gobierno de Navarra. Por primera vez en la historia, una mujer presidirá el Gobierno de nuestro reyno. Su nombramiento, si nos atenemos a la tradición navarra, podría constituir un contrafuero: va a ser la primera persona no natural de este reyno que va a ostentar la máxima representación de Navarra. Porque la persona que se va a sentar durante los próximos cuatro años en el sillón presidencial del Palacio de Navarra es oriunda del señorío de Bizkaia, de los alrededores de Bilbao, de la margen izquierda del Nervión, concretamente de la noble villa de Portugalete. Una portugaluja de toda la vida. Como el lehendakari López.

Su ascenso al trono de Navarra constituye un suceso no tanto histórico como insólito, y es que se va a producir la particularísima e irrepetible circunstancia de que dos personas del mismo pueblo van a presidir, respectivamente, la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra. Y el hecho casual de que sean paisanos los que van a dirigir los destinos de estas dos comunidades supuestamente diferentes, nos hace sospechar que ambas no son otra cosa que partes de un mismo puzzle.

Barcina y López, López y Barcina, pueden ser las dos caras de la misma moneda. Van a serlo. Tiempo al tiempo. Cuando vayan a Madrid a esas pomposas cumbres de presidentes autonómicos, los dos aparecerán juntos en la foto, sonrientes, parecerán marido y mujer, todos sabrán que son del mismo pueblo. Sin pretenderlo, vascos y navarros quedarán asimilados.

Como cualquier otro político, Barcina tiene adeptos y detractores. La tachan de burgalesa, cuando nació allí casualmente por ser el destino docente de su madre, ocultando que esta pertenece a la familia Barandiaran, que cuenta con ilustres nombres como el famoso antropólogo vasco. En UPN no son pocos los que la ven como esa forastera que quiere quitarles el pan del morral, a ellos, a los navarros de toda la vida. Eso sí, no pueden menos que reconocer que Yolanda tiene gancho, suma votos y su inteligencia y capacidad de liderazgo son activos valiosos en un partido en el que campa el aldeanismo y la ordinariez.

Barcina no se va a conformar con ser presidenta de Navarra. Va a ir más allá. Siguiendo una estudiada estrategia, una vez conseguido el acceso a la presidencia del Gobierno navarro, emprenderá un descarado acercamiento institucional hacia la vecina Euskadi. Su primer objetivo será establecer una alianza con el lehendakari López, con el que comparte una visión no nacionalista de la realidad, alianza que se traducirá en una estrecha colaboración en todos los ámbitos: cultural, económico, medioambiental e institucional, alianza que irá afianzándose hasta que vaya madurando la idea de una federación de ambas comunidades autónomas, o incluso una fusión, para regocijo de los partidarios de la unión de todo el país vasconavarro. ¿Queríais Barcina? Pues tomad Barcina hasta que os hartéis. Los navarreros se van a arrepentir de haberla incluido en su partido. E incluso de haberla conocido.

Barcina seducirá a su paisano López presentándole un sofisticado plan que busque y potencie las sinergias de ambas comunidades, le va a vender al lehendakari la idea de que Euskadi más Navarra va a dar un resultado muy superior a la mera suma aritmética. La motivación va a ser principalmente económica. Ir separados es antieconómico, unidas constituirían una de las regiones más pujantes de Europa. Euskadi y Navarra son dos regiones tan complementarias que están pidiendo a gritos unirse. Es absurdo que por problemas políticos o emocionales no estén unidas. Y esa unión va producir, entre otros beneficios, el ansiado equilibrio que necesita esta zona. Yolanda le va a proponer a Patxi López la creación de una región común en la que se potencien las competencias de las cuatro haciendas forales. Una región fuerte con una economía envidiable.

La vizcaina Barcina le va a sugerir a López que Euskadi comience a remar en la misma dirección que Navarra, que se ponga en cabeza a tirar de ese tándem en el que están montados los dos. El lehendakari debe proponer a los vascos, a sabiendas de que la mayoría considera a los navarros como pertenecientes a la gran familia vasca, un futuro marco político dentro de Navarra.

Yolanda intentará convencer a los navarros de que es bueno y saludable un acercamiento a la comunidad vasca y que la unión nos hará más fuertes económicamente. Barcina conoce bien los puntos fuertes y débiles de los navarros. Sabe que a estos no se les debe forzar. Hay que dejarles ser lo que son. Ellos nunca van a salir de su casa para vivir en otra. Pero siempre tendrán la puerta de su casa abierta para recibir a amigos y parientes. Barcina -quién iba a pensarlo- buscará la manera más adecuada de acercar a vascos y navarros. De juntarlos.

Mujer ambiciosa, utilizará a su paisano López para tirar del carro y ver cumplidos sus sueños. No parará hasta coronarse como reina de todos los territorios que se extienden desde las Encartaciones hasta las Bardenas. Yolanda será encumbrada y reinará en todo su esplendor, y el culto a su persona alcanzará niveles nunca antes sospechados en su villa de Portugalete. Porque todo profeta busca serlo en su tierra. El asalto al Gobierno de Navarra solo es un paso más hacia el Gobierno de toda Euskal Herria. Porque la vizcaina Barcina no solo quiere reinar en Navarra, sino que también quiere coronarse como señora de Bizkaia.