LAS manifestaciones de indignados del domingo día 19 provocaron que el movimiento pasara a ser visto, desde el arco político, de indignante a comprensible, con cuatro días de diferencia, al menos en Catalunya. Del rechazo frontal del miércoles pasado, cuando el intento de impedir con violencia la celebración de un pleno parlamentario, al espectáculo de las manifestaciones masivas en las principales ciudades, que los medios de Barcelona han convenido en cuantificar entre 100.00 y 150.000 participantes.
En sólo cuatro días, el aspecto había cambiado y mucho. Del rechazo a cualquier organización, a un dispositivo de orden; de la negación de representante alguno, a portavoces reconocidos de la "comisión de comunicación"; del rechazo a cualquier vestigio de sistema, sindicatos incluidos, a la presencia admitida de Comisiones Obreras y UGT, sumados oficialmente.
Así las cosas, de la ignorancia calculada o la descalificación central, la mayoría de partidos y líderes se han tornado comprensivos con la plataforma y hasta defensores de algunas de sus iniciativas de cambio. La futura cabeza de lista de los socialistas catalanes y ministra, Carme Chacón, ha llegado a decir que buena parte de las reclamaciones son "racionales y posibles". Comprensivo ha sido la expresión utilizada literalmente por el president Mas, aunque con el matiz que "no hay atajos ni soluciones mágicas" contra la crisis. El portavoz del Partido Popular en el legislativo del Principat, Josep Enric Millo, les decía que la solución la tienen en el voto a Mariano Rajoy. Es decir, para todos los gustos.
La más sorprendente, con todo, ha sido la "felicitación" del conseller de Interior, Felip Puig, de quien piden la dimisión, por lo pacífica y ordenado de la protesta. Como si no fuera una obligación de cualquier manifestante. Claro que añadía al comentario que se ha dirigido a los alcaldes, con la oferta implícita de desalojos, por si consideran que las concentraciones mantenidas en las plazas constituían un riesgo para las celebraciones de la noche de San Juan que, como cada año, han provocado accidentes e incidentes que, inevitablemente, entre pirotecnia, alcohol e incivismo se producen indefectiblemente en esa fecha.
Entre tanto, parece que en algo se van aclarando los indignados. Aunque persista la acampada en la plaza de Catalunya, que la asamblea acordó levantar, pero una parte de los participantes rechazaron, con el argumento que había venido a votar "gente de fuera". Todo un ejemplo de democracia real.
Una de las portavoces, Claudia Álvarez, anunciaba como primer acuerdo una iniciativa legislativa popular para que la entrega de la vivienda salde la hipoteca, sin mantenimiento de ninguna otra deuda. Tal vez no se ha enterado que la tramitación de esa ILP ya está en marcha. Otra voz propugnaba un referéndum contra los recortes, sobre todo en aspectos sociales, "en toda Europa".
Las peticiones siguen siendo heterogéneas, cuando no contradictorias. La catalana Álvarez, por ejemplo, negaba cualquier intención de instar una huelga general, que pedían algunos manifestantes el domingo. Algunos comparan este movimiento de indignación con el famoso mayo del 68, y hasta hay quien ha recuperado el lema "sé realista, exige lo imposible". Veremos.
Primero, si la evolución continúa hacia propuestas racionalizadas o hacia la anarquía, hacia la organización política, la absorción por otra, el regreso a la radicalidad más violenta. Y puestos a rememorar aquel mayo de hace casi 45 años en París, más de uno recuerda cómo terminó: con una manifestación de más de un millón de persones rechazando sus postulados y la victoria por mayoría absoluta del general De Gaulle en las elecciones siguientes.