A San Antonio de Padua se le recuerda el 13 de junio como el patrón de los pobres siendo uno de los santos más populares. Esta tradición se practica desde 1890, sin que haya una explicación clara sobre el motivo por el que se le invoca para que aparezcan objetos perdidos o para encontrar pareja. En cambio, el impacto mayor que tuvo en vida es mucho menos conocido; de ahí esa imagen de santito dulce y seráfico. Sabemos que fue un hombre bueno, poderoso en obras y en palabras hasta el punto de que su elevación a los altares fue una canonización exprés, casi por aclamación. ¿Pero dónde se fundamentó su coherencia y ejemplo? La clave la resumió él mismo: "El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree". San Antonio lo logró con su asombrosa capacidad predicadora para transformar las conciencias al denunciar sin ambages a quienes más escandalizaban con sus corruptelas, ya fuesen personas del pueblo, príncipes o clérigos.

Su recuerdo me ha venido con la denuncia del arzobispo de Canterbury, que acaba de arremeter contra el gobierno del Reino Unido que preside David Cameron. Denuncia que está aplicando medidas neoliberales que "nadie ha votado" como la privatización de la sanidad y la educación públicas. Razón bastante para que el jefe de la Iglesia de Inglaterra lo repute de culpable de una política a todas luces injusta e inmoral que está enfureciendo al pueblo británico y haciendo peligrar la paz social.

Lo que resulta una noticia congruente con el papel de un pastor cristiano ante el desmán de los poderes económicos, aquí resultaría un escándalo para los que llevan tiempo empeñados en cerrar bajo llave las conductas de Jesús ante las injusticias estructurales, emperrados en vendernos que usar el púlpito como tribuna para denunciar injusticias a la manera de Antonio de Padua es contrario al evangelio. La mayoría de obispos españoles y también de los vascos, defienden ideologías conservadoras, que son tan políticas como las del arzobispo de Canterbury. Si allí se quejan del rodillo neoliberal y la merma de derechos propios del estado del bienestar, el jefe de la Iglesia española, monseñor Rouco, no se corta un pelo en sus críticas al Gobierno por no ser suficientemente de derechas. El arzobispo de Canterbury quiere más Estado solidario, más gasto social y una mejor intervención en la mejora de las vidas de los ciudadanos ¿Evangelio o política?

Algunos deben leer ya los Sermones Dominicales de San Antonio de Padua; no sea que, más pronto que tarde, se hagan sentir en toda su extensión los indignados cristianos que crecen hasta en la curia. Desde que Jesucristo afeara la hipocresía y los abusos de las autoridades religiosas en nombre de la ley de Dios, son pocos los que han podido hacer lo mismo, sin ser considerados herejes o recibir el estigma de escandalizador ¿Fue para tanto lo de San Antonio? Pues sí lo fue, a pesar de que vivió a principios del siglo XIII. Sus pláticas eran seguidas por multitudes logrando una amplia conversión en la conducta de quienes le escuchaban. Ancestrales disputas familiares se arreglaban definitivamente y muchos de los que habían obtenido ganancias ilícitas las restituyeron, a veces en público y entonando el canto de la palinodia. Su predicación fue una verdadera revolución social y eclesial.

Cómo sería para que el Santo Oficio (1948) no quisiera traducirlo del latín al italiano argumentando que los fieles no estaban preparados para el impacto de sus palabras. Mucho amor tuvo que poner en sus pláticas para que antes de cumplirse un año de su muerte fuese canonizado por quienes habían sido objeto de sus críticas. Para muestra, un botón: "En las curias de los obispos, los bribones hacen resonar la ley de Justiniano y no la de Cristo: hacen grandes charlas, pero no según tu ley, Señor, que ahora es abandonada. Si un prelado de la Iglesia hace algo contra una decretal de un Papa, es rápidamente acusado, el acusado es convocado, el convocado es convicto de su crimen, y después de convicto, depuesto. Sin embargo, si comete algo grave contra el evangelio, que está obligado a observar sobre todas las cosas, no hay ninguno que lo acuse, ninguno que lo reprenda." Sus hermanos franciscanos han publicado sus prédicas en varios idiomas con la esperanza de que induzcan a nuevas conversiones. Sería bueno entre los apoltronados príncipes de la curia católica actual. Necesitamos este milagro de San Antonio.