DURANTE muchos años, ha parecido que Iñaki Azkuna, el alcalde de Bilbao, hacía bueno aquello que decía el chiste: "los de Bilbao podemos nacer donde queramos". Y es que, no habiendo nacido exactamente en Bilbao, parecía el más bilbaIno de todos, el que se preocupaba por regenerar la ciudad, el que quería ponerla en el mapa mundi. Y, sin embargo, en esta ocasión, tenemos que confesarlo, nos hemos sentido un poco decepcionados porque los presupuestos del Ayuntamiento, de los que venimos oyendo hablar durante las últimas semanas, parecen hechos por cualquiera, por la sabiduría convencional, por quienes intentan convencernos de que las cosas no pueden ser de otra manera... Y nosotros creemos -hay mucha, muchísima gente que cree como nosotros- que esto no es así, que el alcalde y su partido, junto con la formación política que comparte con él el gobierno de Bilbao, se han equivocado de medio a medio al preparar los presupuestos que ahora proponen.

Efectivamente, la sabiduría convencional, el conjunto de ideas que vemos repetidas una y otra vez en algunos de los medios de comunicación de mayor difusión, nos indican que en este tiempo de crisis no hay otro remedio que "apretarse el cinturón" y aplicar medidas de ajuste, es decir, recortar salarios, congelar pensiones, reducir el gasto social, atrasar la edad de jubilación, etc. Y esto es lo que pretende hacer el gobierno municipal, en la medida en que le toca, por supuesto, ya que está claro que el Ayuntamiento de Bilbao no tiene competencias en muchas de esas cosas. Veamos algunos ejemplos.

En primer lugar, el Ayuntamiento prepara sus presupuestos sin dar oportunidad a la ciudadanía de que decida, o aporte, o al menos sugiera algo. ¡No vaya a ser que los ciudadanos y ciudadanas de Bilbao piensen distinto que la sabiduría convencional y tengamos un lío! Así, por la misma senda de desparticipación por la que ha venido transitando durante toda la legislatura, el gobierno municipal vuelve a dar a los consejos de distrito, los órganos que servían para canalizar la participación ciudadana, otro golpe, esta vez presupuestario, y reduce su dotación en 110.623 euros.

Por otra parte, el gasto social puede decirse que queda reducido drásticamente: el presupuesto de Acción Social sólo aumenta un 2% aproximadamente (si se hubieran planteado aunque sólo fuera poner en marcha las exigencias de la Ley de Servicios Sociales que se aprobó en diciembre de 2008, tendrían que haber duplicado al menos, quizás triplicado incluso, el presupuesto de Acción Social); y en Igualdad, Cooperación y Ciudadanía, el presupuesto se reduce en más de 57.000 euros, debido a que Bilbao no ha firmado el Pacto contra la Pobreza (y a quien diga que estamos en tiempos de vacas flacas, hay que contarle que ayuntamientos en tiempos de vacas tan flacas como las nuestras, el de Vitoria-Gasteiz por ejemplo, sí que lo han firmado, porque, sin ser tan bilbainitos como nuestro alcalde, han sabido dar a la solidaridad el valor que tiene).

No podemos dejar sin citar, por último, el apartado del euskara, que, si ya venía siendo insuficientemente dotado hasta ahora, sufre además una reducción nada despreciable del 4,4% (es decir, cuenta con casi 111.000 euros menos). ¿No sería posible hacer lo que el Ayuntamiento de Donostia hace, es decir, ayudar a toda persona adulta que viva o trabaje en Bilbao y quiera aprender euskara, controlando la efectividad del gasto mediante condiciones de asistencia a las clases y aprovechamiento de los cursos? En contra de la filosofía convencional de reducir gasto, nos parece que eso podría ayudar a mejorar las posibilidades de encontrar trabajo de una población, la de Bilbao, castigada duramente por el paro en este momento (el desempleo en la Comunidad Autónoma Vasca ronda el 9%, pero en Bilbao es de más del 14% entre los hombres y de casi el 17% entre las mujeres, con incidencia muy especial entre la población menor de 44 años). Es más que dudoso que reducir así el gasto público ayude a superar ninguna crisis; de hecho la historia económica del siglo XX nos enseña exactamente lo contrario. Lo que sí está más que comprobado es que la formación ayuda y mucho a salir de esta situación llamada desempleo.

Mediante los presupuestos, quienes hemos elegido para gobernar pueden promover la democracia, a pesar de la presión de la banca y algunas empresas multinacionales. Podemos intentar ser más solidarios, crear una sociedad más integradora y por tanto con mayor bienestar para toda la ciudadanía; así además crearíamos empleo social, acercándonos al nivel de empleo social que tienen los países de la Unión Europea con un desarrollo similar al nuestro y colaborando a paliar el problema del paro. Podemos ayudar a nuestra población a mejorar su empleabilidad y a la vez afirmar nuestra identidad propia de vascos y vascas. Pero en lugar de eso, con estos presupuestos que se nos proponen, nos plegamos a los dictados de lo que la sabiduría convencional dice y -aunque no parezca ni cuerdo ni bilbainito- esperamos que sea el mismo capital financiero que generó la crisis y dificulta la actividad de empresas y familias quien nos saque de ella.

Anímese, señor Azkuna, anímese, señora Madrazo. Propongan unos presupuestos solidarios que creen empleo público, impulsen la democracia también desde los presupuestos y Bilbao se lo agradecerá, porque, dejando ya a un lado el chiste, es cierto que no importa mucho dónde haya nacido uno o una para poder decir "soy de Bilbao", pero es tan cierto como eso que Bilbao, además de tener ciudadanos que pueden "nacer donde quieran", también puede hacer los presupuestos que queramos, a pesar de lo que digan quienes crearon esta crisis y ahora sólo quieren seguir cobrando.