PURO Chile, es tu cielo azulado, puras brisas te cruzan también. Y tu campo, de flores bordado, es la copia feliz del edén. Majestuosa es la blanca montaña, que te dio por valuarte el señor y ese mar que tranquilo te baña te promete futuro esplendor.". Así reza el inicio del himno nacional de Chile. Unos versos que nos llevan a imaginar un lugar en el mundo donde -quien lo habita y/o visita- se puede encontrar con paisajes idílicos, remansos de paz, en definitiva un lugar en el mundo hecho con esmero y con la firma divina del gran arquitecto del universo. En efecto es Chile, de norte a sur, un crisol de climas, desde el más seco, pasando por el mediterráneo y culminando con bosques, parques naturales de infinita belleza, lagos (uno de los mas profundos de la tierra es el Llanquihue), hielos eternos hasta llegar al Estrecho de Magallanes con su color plateado inconfundible y cubierto por uno de los cielos mas limpios, claros y estrellados que se puedan ver.
Ramón Carnicer -autor de la letra del himno chileno- no pudo o no quiso imaginar (seguramente ambas) nada referido a un terremoto devastador (dos de los cinco mas potentes registrados en la historia moderna han remecido Chile, uno en 1960, el mayor de la historia con una magnitud de 9,6 grados en la escala de Richter y otro reciente, de 8,8 grados) ni de un tsunami nocturno, artero y asesino como el que asoló la Región del Maule y la del Bío-Bío la madrugada del 27 de febrero recién pasado. Para Chile, el año 2010, tenía que ser un año muy especial. Se celebraría un encuentro internacional de la lengua española, un forum mundial de la cultura y una serie de eventos relacionados con una efeméride de números redondos -que siempre han gustado a propios y extraños- como es la del Bicentenario de la independencia de la corona española y que tiene como fecha exacta el 18 de septiembre de 1810, es decir, hoy mismo.
Es el mes de septiembre, para Chile, el mes de la patria. El mes en que se exalta lo mejor de la chilenidad. En todo el país se levantan ramadas (una especie de txosnas, hechas con ramas de eucalipto) en las que el chileno se reúne para, en familia o con amigos, comer asados, la típica empanada de carne, beber vasos de buen vino chileno y de pisco-sour (un cocktail que nada debe envidiar a un mojito o a un margarita) y bailar el baile nacional chileno que es la cueca, un baile que muestra el cortejo que el hombre de campo (huaso) hace a la china o huasa, la mujer que desea conquistar. También se bailan otros ritmos, foráneos pero muy asimilados como son la cumbia y las rancheras. Septiembre, además, es el inicio de la primavera en el cono sur de América y trae unas agradables brisas. Los vientos cordilleranos invitan a los niños chilenos a "encumbrar volantines" (elevar cometas) junto a sus padres en cualquier plaza, parque o calle, trayendo consigo, aires de pino, de eucalipto, de bosque, de Océano Pacífico, de hielos milenarios, de la calidez del desierto de Atacama, de la Pampa del Tamarugal, de las palmeras y las playas del norte. La letra de Ramón Carnicer se hace evidente en septiembre. Real, palpable. El cielo, las flores, la cordillera, el campo, todo Chile es un verso, de norte a sur, mas de 4.000 kilómetros de angosta y larga faja de tierra. ¡Y el mar! Ese mar que tranquilo le baña? el Océano Pacifico. El mismo mar que no fue tranquilo la madrugada del día 27 de febrero, el mismo océano que no fue pacifico en esa fatídica hora.
Sí, debería haber sido un año de celebración, pero es mejor que sea de conmemoración. Por si fuese poco, otra disgusto nacional, 33 mineros atrapados a 700 metros de profundidad han tenido -y tienen- a los chilenos en vilo. El hombre de la tierra (mapuche en lengua mapudungun, la lengua de los araucanos) se aferra a ella, se hace indivisible, tanto para disfrutarla, sembrarla, hacerla florecer, maravillarse con el espectacular milagro de la vida, como para aceptar su voluntad, resistir sus embates, levantarse y volver a caminarla. El destino, el tesón, las ganas de vivir y la suerte quieran que ese derrumbe en la Mina San José no se salde con una tragedia. El haber encontrado a los mineros con vida, después de más de 17 días enterrados, es un soplo de esperanza para una tierra sacudida por la naturaleza, a veces tan extraordinariamente hermosa y otras tan cruelmente implacable. Chile le debe a esa misma naturaleza, en sus dos versiones, el que sea conocido y reconocido en otras latitudes.
El insigne poeta -de origen bermeano- Alonso de Ercilla y Zúñiga escribió hace ya casi 500 años: "Chile, fértil provincia y señalada, en la región Antártica y famosa, de remotas naciones respetada, por fuerte, principal y poderosa; la gente que produce es tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás regida ni a extranjero dominio sometida?". De Ercilla, el premio Nobel de literatura Pablo Neruda dijo que era el inventor de Chile. Otro vizcaino ilustre, Miguel de Unamuno, dijo en cierta ocasión que dos obras se les deben a los vascos: La compañía de Jesús y la República de Chile. Puede que el de Bilbao y el Nobel de Literatura exagerasen, pero lo que sí demuestran con sus afirmaciones es el inmenso respeto y vínculo entre los vascos y Chile. Vínculos que se hacen patentes si se revisa los muchos apellidos euskaldunes presentes en la historia y en la contemporaneidad de Chile. Cabe destacar una curiosa coincidencia: que tanto el Gobierno vasco como el de Navarra mantienen desde la década de los noventa sendos acuerdos de colaboración con la Región del Maule y con la región del Bío-Bío, respectivamente. Ambas regiones han sido las mas afectadas por la tragedia telúrica y tsunámica de febrero último, ¡Qué coincidencia! Algo de razón tenía Unamuno, los vínculos están y a veces parecen mágicos.
En Bizkaia, desde 1992, funcionan dos asociaciones que representan el quehacer cultural y social de Chile, el Centro Cultural Chileno Pablo Neruda de Bilbao, que funciona en la sede del Centro Ellacuría en la bilbaina calle Aita Lojendio, y la Asociación Vasco Chilena Alonso de Ercilla, que tiene su sede en Bermeo. A ellos se suma la representación consular del Consulado Honorario de Chile en el País Vasco, Navarra y La Rioja, que tiene su sede en Leioa a cargo del cónsul Señor Juan Carlos Pérez de Unzueta y Arrieta. Los chilenos de aquí y los de allí, conmemoraran su bicentenario -la vida sigue-, lo harán de forma y manera austera, tal vez sin gran bombo ni platillo, por lo menos los de aquí (ya se sabe, la crisis) pero lo harán. Ercilla los retrató bien, gente gallarda, algo obstinada, orgullosa de sus raíces. Algo de vasco ha quedado en sus genes. Si el lector quiere acompañarlos en sus actividades, contacte con sus asociaciones y consulado.
Al finalizar estas letras, se haría imperdonable no mencionar y agradecer las muestras de solidaridad de los vascos hacia los chilenos después del día 27 de febrero. A todos los que han hecho una aportación en la cuenta Ayuda a Chile (que aún sigue abierta) en BBK, ¡Muchas gracias! Por último, recordar unos versos de la chilena Violeta Parra, cuando dice en su canción Gracias a la Vida: "Gracias a la vida, que me ha dado tanto, me ha dado la risa y me ha dado el llanto, así yo distingo dicha de quebranto, los dos materiales que forman mi canto, y el canto de ustedes que es el mismo canto. Y el canto de todos que es mi propio canto". Chile no es una exacta copia feliz del edén, ¿Qué país lo es? Pero sí un país tan pequeño y lejano tiene dos premios Nóbel de Literatura (Neruda y Gabriela Mistral) y en su seno también nace una mujer capaz de escribir una de las canciones mas hermosas como Gracias a la Vida... ¡Algo debe de tener! De momento, septiembre es suyo. En Chile, la primavera llega.